Primero, a remojo
Para empezar, a remojo. Nos pusieron a remojo como los garbanzos, con perdón. De esto nadie puede culpar a la empresa, mal que le pese. La empresa, que tiene la culpa de casi todo, en cambio no tuvo la culpa de que lloviera. Lo que ocurre es que da que hablar, pues organiza una feria tan larga, que en ella ocurre cualquier cosa, desde la lluvia a la nieve, pasando por el tórrido sol. Pocos creen ahora que habrá esto, sol, pero es por falta de fe. Ya llegará.Llovía torrencialmente, una espesa cortina de agua cayendo sobre los de allá, en el ruedo, y los de acá, en el tendido, y Emilio Oliva, como si nada pasara, ligaba naturales. Es impresionante ver cómo un torero, puesto también a remojo, pegados desordenadamente por la cara los cabellos, chorreando el vestido de seda y oro, se estira, se aflamenca, se pasa los pitones cerquita del alamar, templa, manda. Su novillo era pequeñín, aunque de casta, codicioso, con mucho genio, el cual fue perdiendo durante la lidia, pues las fuerzas le fallaban, pero tenía mérito torearle y además bien. El cuarto, en cambio, estaba inválido, lo protestó la gente, la presidencia no hizo ni caso y Emilio Oliva sólo pudo apuntar proyectos de pases, pues el animalito, puesto a la defensiva, calámocheaba. Ahora bien, con la espada, ahí sí puso al público en pie, y los paragüas en alto. No es sólo que se vaya "detrás de la hojalata", como dicen castizos; no es sólo que se vuelque sobre el morrillo; no es sólo que hunda todo el acero hasta las cintas; es que hace la suerte impecablemente, como mandan cánones, y en estos tiempos que corremos apenas hay nadie en todo el escalafón que sea tan puro a la hora de la verdad.
Plaza de Las Ventas
14 de mayo. Primer festejo de la Feria de San Isidro.Novillos de Carmen Espinal, desiguales de presencia, manejables,flojos, excepto el quinto, que derribó. Emilio Oliva. Estocada y descabello (vuelta). Estocada fulminante (aplausos y salida al tercio). Luis Miguel Campano. Estocada desprendida (silencio). Estocada y rueda de peones (oreja). Romero Flores. Tres pinchazos y estocada trasera (silencio). Media trasera caída y atravesada, y cinco descabellos (silencio).
Terciadito, flojito, manejable era el segundo, al que hizo faena Luis Miguel Campano sin acoplarse demasiado, y grande, poderoso, con un tremendo derribo en su haber, muy noble, el cuarto, al que también se la hizo, y fue muy jaleada por el público. Ya es más discutible que esa faena mereciera el premio de la oreja. Campano, que ikistrumentó muletazos decorosos, alguno de ellos de buena factura, estuvo siempre por debajo de la bondad del novillote, que le embestía humilladísimo, suave, con el recorrido largo. Hubo olés, palmoteos, vítores, porque Campano trae de las Navas delMarqués y otros pagos nutridos grupos de partidarios, y porque en la desapacible tarde cualquier excusa era buena para calentar el ambiente. Pero el toreo no va por donde lo marcó Campano, o va más arriba, y en Madrid hay que medirlo con rigor, aunque llueva. El comisario que ocupó el palco o no se enteraba o el agua le produjo un cortocicuito en sus facultades interpretativas de la reglamentación vigente.
Y no únicamente por esa oreja que dió de más, o por el sobrero que dio de menos cuando la afición protestó el cuarto novillo, sino también porque el sexto era. otro inválido cuya lidia no debió consentir, pues se caía, y tan derrengado quedó, que no admitía ni un pase. No se lo dió Romero Flores, por supuesto. Sin embargo ese diestro había hecho en su anterior enemigo, otro discretito ejemplar, el mejor toreo de la tarde. Tuvo altibajos, mas la calidad de los muletazos, principalmente un par de naturales. exquisitos, quedó demostrada.
Llovía durante la faena de Romero Flores, como siguió lloviendo intermitentemente durante toda la tarde después de aquella tromba inicial, y sólo los que de su afición hacen sagrado ministerio, más los de grada y andanada que permanecían tan serranos y enjutos bajo techado, pudieron tomar nota, porque el resto se escondía bajo los paraguas o estaba en el bar esperando a que escampara.
Babelia
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