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Después de 22 años, los técnicos del Instituto de Conservación y Restauración continúan sin local propio

La realización de unas obras de prospección geotécnica en el claustro del Museo Nacional de América, destinadas a convertir el patio en un auditorio cubierto, en el que se realizarán algunos de los actos conmemorativos del descubrimiento de América, ha hecho cundir la alarma entre las 65 personas que trabajan en el Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte, cuyas instalaciones ocupan la planta baja del mencionado museo.

Los motivos de esta alarma se basan en que, paralelamente al inicio de las obras, la Dirección General de Bellas Artes, organismo del que depende el instituto comunicó a los profesionales del centro que antes del día 1 de septiembre tendrán que trasladarse a un nuevo local, que hasta el momento no ha sido encontrado. Las dos únicas ofertas, ya analizadas y desechadas por los técnicos del instituto, son los viejos locales de la CAMPSA (unas ruinas situadas en Legazpi) o la buhardilla del hospital de San Carlos, futuro centro cultural Reina Sofía, que a juicio de los mencionados técnicos no reúne las condiciones adecuadas.Las vicisitudes por las que ha pasado el instituto arrancan des de el momento de su puesta en marcha en 1962, en el Casón del Buen Retiro, ubicación provisional a la espera de contar con un local propio. Éste sería la construcción conocida como el edificio de espinas, situado en la Ciudad Universitaria, que nunca ha sido utilizado y actualmente se encuentra abandonado y seriamente dañado.

En el mes de noviembre de 1969, los restauradores recibieron la orden de un traslado tan inmediato que sólo contaron con 24 horas para trasladar todo el material hasta el edificio que ahora ocupan y que inicialmente les fue cedido por el plazo de tres meses, asegura Juan Morán, el único historiador con que cuenta el instituto.

La labor que se realiza desde el instituto consiste en ocuparse de la conservación y restauración de todo el patrimonio histórico-artístico propiedad del Estado y de la Iglesia. Las peticiones tienen que ser formuladas por los interesados a la Dirección General de Bellas Artes o al propio instituto, y desde aquí envían un equipo de técnicos que previamente realizan el correspondiente informe, en el que se detalla el estado de la obra en cuestión y la urgencia de los trabajos de reparación.

A partir de este verano, las comunidades autónomas contarán con sus propios centros de restauración (actualmente sólo existen laboratorios en los museos más importantes y en alguna diputación provincial), de forma que la ingente labor del instituto se reducirá considerablemente, ya que, según aseguran los propios restauradores, hay cantidad de expedientes que no pueden ser solucionados por incapacidad material.

El principal temor del personal del instituto se basa en la posibilidad de la desaparición del organismo del que dependen y que pasen a depender de los museos. "Siempre hemos tenido grandes diferencias con el cuerpo de conservadores de museos", dice la restauradora Carmen Saldaña, "porque ellos son historiadores y nosotros técnicos. Creen que hay que hacer las cosas de una forma y nosotros de otra. De hacerse realidad ese proyecto, el estado del patrimonio español se vería gravemente amenazado".

Un local propio

En este sentido se han pronunciado los restauradores a través de varios escritos enviados a los medios de comunicación en los que reclaman su local propio como única posibilidad de supervivencia para la continuidad de su trabajo. Sin embargo, el director general de Bellas Artes, Manuel Fernández Miranda, asegura que no hay nada más lejos de su intención, ya que lo que pretende es todo lo contrario: potenciar el instituto al máximo como única garantía de la conservación del patrimonio. "El miedo que manifiestan los restauradores es producto de un chiste que les hice en una ocasión, pero lo que desde esta dirección general se pretende es potenciar las competencias y posibilidades de trabajo del centro".Respecto al problema del local, Fernández Miranda afirma que está realizando todas las gestiones necesarias para que el famoso edificio de espinas, de la Ciudad Universitaria, un ejemplo de la arquitectura española contemporánea, pase a ser ocupado lo antes posible por el personal del instituto. "He hablado ya con el Ministerio de Hacienda", asegura, "y tengo que hacer lo mismo con la universidad Complutense, pero creo que no habrá ningún problema porque el edificio fue construido para el instituto. Necesitaremos una inversión aproximada de 500 millones de pesetas, pero vale la pena porque además se recupera un importante edificio".

Mientras estas obras concluyen, Fernández Miranda asegura que el instituto será trasladado a la buhardilla del hospital de San Carlos, que "si no es un lugar muy adecuado, es el único que tenemos y ellos lo saben". Esta última oferta, realizada el pasado miércoles por Fernández Miranda al presidente del Instituto, José María Cabrera, fue rechazada ayer por la asamblea de trabajadores "por cuanto no se garantiza la continuidad del trabajo ya que hasta enero no estaría habilitada la buhardilla".

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