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Montserrat Roig publica la versión en castellano de 'La ópera cotidiana', una historia de amor y de fracaso

La novela está ambientada en la Cataluña de las cuatro últimas décadas

Rosa Montero

Montserrat Roig acaba de publicar en castellano su última novela, La ópera cotidiana, una historia de amor y de fracaso ambientada en la Cataluña de las cuatro últimas décadas. Montserrat tiene 36 años, dos hijos, de siete y 12 años, varios libros a las espaldas (Tiempo de cerezas y La hora violeta, entre otros) y una ambición muy definida: escribir esa sinfonía final, que va construyendo poco a poco en partituras. La novela fue publicada previamente en catalán.

Nada más cerrarse la puerta tras el fotógrafo de Diario 16, Montserrat Roig, desternillada, se lanza a la recolección de su ropa interior, esparcida sobre los muebles de la habitación de hotel con el descuido de quien acaba de llegar de viaje y aún no ha colocado el equipaje. "Bueno, y yo con todo esto por aquí encima y el chico éste haciendo fotos...", comenta levantando un gran pañuelo con el que camufló apresuradamente alguna braga. Así es esta vida de trajín en la que vive, Montserrat maleta en mano, casi siempre de camino hacia otra parte.Ahora está en España para presentar su última novela, La ópera cotidiana, y luego regresará a la universidad de Strathclyde, en Glasgow, en donde está desde enero dando clases: "Estaré allí hasta junio, en total, seis meses... Sólo tengo que dar dos horas de clase a la semana, está muy bien, tengo tiempo para escribir y estar tranquila". Tranquila siempre parece, tranquila, pero maliciosa y chispeante, algo niña y algo mujer fatal al mismo tiempo; porque a Montserrat, que disfruta viviendo, le gusta jugar un poco a vampiresa.

"¿Que si viajo mucho últimamente? Es que estoy empezando a considerar Cataluña como una oficina: llego, ficho y me voy. Me siento un poco extranjera, sí; es jodido, pero es así. Cuando me voy me reconcilio con Cataluña. La quiero mucho, pero necesito tenerla lejos". A Montserrat le está creciendo en la barriga un pequeño duende apátrida, una comezón ¡tinerante. "Porque además cuando te vas fuera te das cuenta de quién eres. Allí, en Glasgow, o sea, fuera, eres una señora cualquiera. Ahora ya ni siquiera siento nostalgia, ahora siento que nada me une a Barcelona, no sé si es bueno o malo, sólo me unen tres o cuatro personas. Quizá miento: si me estuviera fuera por más tiempo, posiblemente añoraría el paisaje, el cielo, esos tópicos...".

Se pone seria. Tiene una prodigiosa capacidad vital para pasar de la reflexión al burbujeo, de la carcajada a lo analítico, y su cara fina y móvil se adapta velozmente a los vaivenes interiores y los refleja: Montserrat exultante, Montserrat cejijunta, Montserrat con algo de melancolía en la trastienda. "Yo lo que debería hacer es casarme con un millonario", dice enseñando los dientes de la risa, "para que me costeara esto de los viajes".

-Mejor que eso es ser rentista.

-Pero ¿de dónde voy a sacar yo las rentas?

. -¿Y de dónde se saca un millonario?

Para escribir con calma

Así es que acordamos que lo más apropiado es el mecenas. Un mecenas para poder escribir con calma, para no tener que compaginar la literatura y el trabajo. La ópera cotidiana la ha escrito en seis meses. La idea, la preparación, venía de antiguo: "Cuando estaba trabajando en La hora violeta, mi anterior novela, ya pensaba en escribir alguna vez la historia de un carnicero que ama las mariposas nocturnas". El carnicero, protagonista de su ópera, es la encarnación de la derrota. La nueva novela de Roig es breve, aparentemente simple, muy distinta a todo cuanto ha escrito anteriormente. Es una profundización en el terreno de la ficción, una profundización casi espartana: "Yo quería hacer una novela en la que no sobrara ni una palabra. Yo creo que la necesidad de encontrar nuestra propia voz que experimentamos las mujeres que escribimos nos ha llevado a la divagación, a un enamoramiento excesivo de las palabras. No creo que este sea un fenómeno exclusivo de las mujeres, sino que es un fenómeno del escritor adolescente. Entonces, cuando te decides a escribir, a escribir cada vez más en serio, creo que debes intentar controlarte a ti misma y huir de la retórica, y eso es lo que he hecho. No quiero decir con esto que renuncio a mis anteriores libros, ni mucho menos, pero creo que hay que pasar por este ejercicio de control..."."Creo que hay pocos escritores que hayan pensado de verdad lo que significa escribir: esta búsqueda continua de la propia voz. Yo me doy cuenta de que quiero escribir una sinfonía al final de mi vida, y que todo esto son los borradores, las partituras de la sinfonía última. Son borradores que necesito hacer y publicar. Porque si no lo publicas , si no das ese paso, te castras. Y a mí me da mucho miedo esa autocastración. Las grandes novelas se han escrito además en la madurez de sus autores. Yo espero llegar a ello... Y si no lo consigo, tendré que meterme en un asilo", termina abruptamente, en carcajadas, temerosa quizá de haberse puesto un tanto seria. Es un largo camino, sí, un hacer y deshacer de la madeja. Y las angustias: "Con La hora violeta estuve mas angustiada que con este último libro, porque en aquella novela estaba desafiando muchos caballos negros (sus fantasmas) y, aunque me gustaba la novela, mantuve una relación muy violenta con ella. Con La ópera cotidiana me he sentido angustiada por el lenguaje. La obra está escrita en catalán, y el problema que se me planteaba era encontrar un catalán no arcaico, que fuera vivo y oído y al mismo tiempo literario. Esto sólo lo ha conseguido hacer Mercé Rodoreda".

Junto a las angustias concretas están las inconcretas y globales, el derrumbamiento estrepitoso: "Oh, sí, cada cierto tiempo pienso que no sirvo para esto. Este verano le dije a mi madre: lo que voy a hacer es poner un restaurante... Pero cuando me provocan, me cabreo y les desafío". Lleva Montserrat trece años así, en este reto, trece años de escritora, de vocación temprana y definida. "Aunque, no te creas, muchas veces llegas a esto de la vocación por exclusión. Yo de pequeña lo que quería es ser actriz, o ser como Sara Montiel, vestir plumas de avestruz y lentejuelas, bajar por las escaleras entre los boys y sacar la lengua así (y la saca) con todos los hombres ahí abajo... En realidad, esto de escribir debe ser un sucedáneo."

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