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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La nostálgica búsqueda del cine

Teatro visual, teatro cinematográfico. O sea, teatro con complejo de castración. En un principio, Los ojos del león fascina: parece que va a ser esta obra un juego sobre el cine, una ironía, una leve parodia amorosa de las películas. Una proyección de gran ciudad, unos actores sobre ella con voces de micrófono inalámbrico como para imitar la megafonía, las voces neutras, la metalización del cine. Los grandes paneles del decorado se mueven para dar sensación de cambio de secuencias. Dentro de ello, algo onírico, algo que puede ser el sueño de un inspector de policía que se retira después de años de un trabajo de rutina, y que imagina que está viviendo la gran investigación de su vida. Un trabajo de investigación teatral bonito, interesante; pero se agota en sí mismo.Es imposible mantener ese ritmo de secuencias y de novedades y sorpresas. Cuando el teatro imita al cine -sobre todo al cine de acción-, pierde. Es una fatalidad conocida, Lo que tiene que reivindicar es su propio territorio, en el que es fuerte. En un momento de la obra, Víctor Hugo -descendido de su estatua- contempla el mundo actual -una proyección- y decide que no se puede describir con palabras. Atribuir al autor de Hernani lo que parece una carencia del, creador del espectáculo, Gérard Gélas, parece demasiada audacia. Claro que hay palabras para. describirlo todo. Lo difícil es encontrarlas.

Los ojos del león, de Gérard Gélas

Compañía Chêne Noir, con Nicole Aubiat, Jean-Louis Cannaud, Jean Pierre Chalon, Fabienne Colomer, Mathieu François, Hubert Godard, Sylvie Montlauc, Mireille Mosse, Philippe Puech, Joel Zaffarano. Escenografía de Françoise Grassiot, André Jolivet, Louis Decque (Aura Marsella). Vestuario de Nicole Aubiat. Dirección de Gérard Gélas. Estreno: Sala Olimpia (Festival Internacional de Teatro de Madrid). 20 de abril de 1983.

Cambio brusco de argumento

Como a media hora, el breve argumento desarrollado hasta entonces cambia bruscamente. Lo que era la aventura soñada o imaginada por el inspector triste se convierte en la tragedia de un trasvestido que envejece y finalmente muere en escena, dejando su herencia a unajoven misteriosa que actúa en su lugar. Una paráfrasis, se diría, de Candilejas. En este caso, el autor-director no se priva de la palabra, y resulta (como la globalidad del espectáculo) más bien pedante, más bien petulante.Hay, aparentemente, una intención crítica del mundo contemporáneo, una sensación de nostalgia: nostalgia de otra vida, quizá nostalgia de otro cine. No cuadra bien con la intención vanguardista del montaje.

Dentro de un festival internacional de teatro el espectáculo tiene un gran interés: se ve en él el planteamiento de un problema y su intento de resolución, el ensayo, la investigación.

Le falla la literatura, lo cual no sería demasiado inconveniente si no se la invocase continuamente: pero el aspecto visual, el carácter de espectáculo, tiene en muchos momentos interés didáctico. Como la interpretación, a pesar de la neutralización de las voces por los micrófonos y del esfuerzo por seguir el ritmo onírico. Se despega también, como del resto de la obra, la del travestido Philippe Puech, a cuyo número parece todo dedicado.

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