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Lluís Sala-Molins asegura que la Inquisición no perseguía a las brujas, por no creer en ellas

Lluís Sala-Molins, que se toca con un sombrero de entre inquisidor y brujo, ha dedicado gran parte de su tiempo al estudio de la Inquisición. En Francia tiene publicados dos libros sobre la materia, uno de lo cuales ha sido recientemente traducido al castellano y publicado por Muchnik Editores bajo el título de El Manual de los Inquisidores de Nicolau Eimeric y Francisco Peña. Afirma que la Inquisición no perseguía a las brujas, sino a los herejes, porque como teólogos no creían en ellas.

Abandonó su ciudad natal, Man resa, a mediados de los años cincuenta, para emigrar hacia otros lares que le ofrecerían, estaba seguro de ello, nuevas alternativas de vida. Estaba fatigado de tanta monotonía, no soportaba la escasez de medios. Con muchas dudas a cuestas y con una gran ambición llegó a Italia en plena campaña electoral de 1954 y decidió que ja más iba a volver a su país. Ahora treinta años después, vive en Francia, en Toulouse y en Paris, donde enseña filosofía política en la Universidad de la Sorbona.Sala-Molins se plantea las cosas de un modo muy distinto al de un historiador. Estudia los textos de los inquisidores de la época y dejando un tanto al margen todas las cuestiones archivísticas que, "si bien pueden explicar las pautas lineales de la aplicación procesal, no dan imagen del peso ideológico de la Inquisición en sí misma. No se recogen en los archivos datos sobre los sermones que los inquisidores obligaban a leer semanalmente en todas las parroquias, base para la transmisión de las ideas teológicas dominantes. Y conocer las intenciones del codificador es tan importante para la historia como la estadística "

El hecho de recurrir al estudio de los textos, ha posibilitado a Sala Molins el comprobar que no son ciertas aquellas rupturas que, suponen los hispanistas, se dieron en la aplicación de la justicia inquisitorial. "No hubo tales rupturas y, si examinamos cronológicamente la aparición de manuales y textos varios, comprobamos que las tesis recogidas en el original de Nicolau Eimeric -o Eymerich-, van repitiéndose a lo largo de los años. Lo que sucede es que existen diversos modos de práctica inquisitorial que los hispanistas entremezclan a menudo. Así, por ejemplo, se ha confundido la inquisición episcopal, más propiamente castellana, discontinua, puntual e ineficaz en cuanto a los resultados obtenidos, y con un escaso control desde Roma-, con la inquisición delegada que se aplica en Cataluña. La 'delegada' es la verdadera inquisición, es la que constituye un verdadero poder establecido al margen del más puramente sacramental de los eclesiásticos, del de los obispos, que depende de Roma directamente, porque es el Papa quien escoge como encuestadores e inquisidores hombres de su confianza. Es la que ordena la justicia y los tribunales de una manera constante y que, ciertamente, es mucho más efectiva".

Quizá la confusión proceda de que no se sabe a quien perseguían los inquisidores. Pero, en esta cuestión, Sala-Molins es drástico: "Se perseguía a los herejes. Si se busca en el manual o en el Diccionario inquisitorial cuál era el concepto de herejía es fácil comprobar que lo tenían bastante claro. No se perseguía ni a los judíos, ni a las brujas que, por otra parte y según los argumentos de los inquisidores no podían existir". Sala-Molins explica cuál era la lógica aplicada por el autor anónimo valenciano del Diccionario de Los Inquisidores publicado en el año 1494: "Siguiendo unos criterios de fe ciega, casi infantil, no podían creer en las brujas. En primer lugar porque estas se decían seguidoras de la diosa Diana, diosa que para ellos, que se autoconsideraban sabios teólogos y muy creyentes, no existía. Las mal denominadas brujas, afirmaban poseer poderes mágicos, y, según el criterio de los inquisidores serios, era impensable que Dios creador, el único y verdadero, las dotara de una naturaleza superior -más propia de demonios y ángeles en los que sí creían-. De ahí que consideraran verdaderos herejes a quienes creyeran en su existencia".

El mérito del manual de Nicolau Eimeric, nacido en Gerona en 1320, consiste en haber recopilado y ordenado en un solo volumen todo el material disperso aparecido hasta aquel momento y necesario para el ejercicio de la Inquisición. Eimeric era teólogo y entró, en la orden de los dominicos a los 14 años.

En 1357 fue nombrado Inquisidor general de Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca. "Pero su espíritu perseguidor fue tal, que se vió obligado a emigrar por dos veces a Francia. Ahí es nada, por ejemplo, su enfrentamiento con Ramon Llull. Y es que está muy claro que Eimeric no podía aceptar los razonamientos de Llull que eran la plasmación de lo razonable, que no aceptaba 'autoridades' de ninguna clase porque sabía muy bien que no hay verdades universales. Eimeric no podía aceptarlo evidentemente, pero no porque fuera un inquisidor, sino porque actuaba como un teólogo".

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