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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿AIgo nuevo en Oriente Próximo?

DESPUÉS DE las entrevistas en Aminan entre el Rey Hussein y Yasser Arafat, se ha abierto un nuevo compas de espera en la cuestión de Oriente Próximo. Pero sin duda será corto: ya advirtió el rey de Jordania, durante su reciente visita a Londres, que quedaba poco tiempo para poder plasmar una nueva negociación sobre esa zona tan conflictiva.Han transcurrido más de diez meses desde que las tropas israelíes invadieron el sur del Líbano, llegando hasta su capital Beirut. No se han retirado a pesar de la presencía de una fuerza multinacional, de franceses, ítalianos y norteamericanos; las negociaciones sobre este punto se prolongan de mes en mes, y la voluntad israelí de permanecer militarmente en el Líbano es cada vez más evidente.

Sin embargo, se han producido en los últimos meses una serie de cambios en las actitudes de los países que están interviniendo de manera más activa en los problemas de Oriente Medio. Recordemos en particular dos acontecimientos importantes que tuvieron lugar en septiembre de 1982 y que abrieron, en cierto modo, un nuevo capítulo: el discurso de Reagan, modificando posiciones anteriores de EE UU, y el plan de Fez, aprobado por la casi totalidad de los países árabes; plan que fue respaldado, en su reunión de Argel, por el Consejo Nacional de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Este Consejo se negó a aceptar el llamado plan Reagan, pero tampoco lo rechazó de plano. Entre esos dos proyectos para resolver la cuestión de Oriente Próximo hay dos coincidencias importantes y dos diferencias.

Los dos puntos comunes son:

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a) Derecho de todos los Estados de la región a vivir en paz (lo que implica, lógicamente, el reconocimiento de Israel por parte de los países árabes, expresado más o menos explícitamente).

b) Retirada de las tropas de Israel de los territorios que ocupa desde la guerra de 1967; concretamente Cisjordania y Gaza (el Sinaí fue devuelto a Egipto y del Golán se habla poco, aunque su anexión por Israel ha provocado fuertes protestas).

Las dos diferencias se refieren, básicamente, al problema palestino:

a) El plan de Fez especifica el derecho del pueblo palestino a crear su propio Estado en los territorios mencionados. El plan Reagan rechaza esa eventualidad: se refiere a la autonomía y al derecho de los palestinos a gobernarse a sí mismos, en asociación con Jordania.

b) El plan de Fez especifica la participación de la OLP, como representante del pueblo palestino, en todas las negociaciones. El plan Reagan la excluye.

Después de las visitas hechas por delegaciones árabes a diversas capitales de la CEE, ésta ha definido unas posiciones más próximas al plan de Fez que a las propuestas norteamericanas. En todo caso, parece obvio que las diferencias a untadas no son un obstáculo insuperable: no es imposible, por ejemplo, encontrar fórmulas para que la OLP participe conjuntamente con Jordania sin perder su personalidad propia. En cuanto a Cisijordania y Gaza, en la hipótesis de que fuesen evacuadas por las tropas israelíes, ¿se podría impedir a los palestiños, cuya voluntad es tan unánime y patente, crear su propio Estado? Lo que tampoco O impediría, por otra parte, la eventualidad de una asociación con Jordania.

¿Dónde está, pues, el obstáculo? Es probable que para la estrategia global de EE UU, obsesionada en concentrar los máximos esfuerzos en la confrontación bipolar con la URSS, le interesaría obtener el inicio de una negociación seria en Oriente Próximo; y asi una disminución de las contradicciones entre Israel y algunos países árabes. Pero es diricil imaginar un paso en ese sentido si no hay un cambio efectivo en la política que hoy está realizando el gobierno de Israel.

Hemos visto que hay diferencias entre el plan Reagan y el plan de Fez: no obstante, en la coyuntura actual, el gobierno Beguin aparece como el verdadero obstáculo, tanto para uno como para otro. Con su política sistemátíca de asentamientos de colonos judíos en Cisjordania, lo mismo que con medidas represivas, tiende a crear situaciones irreversibles. Al dar largas en las negociaciones sobre la retirada de las tropas extranjeras del Líbano, uno de sus objetivos es retrasar e impedir que se aborde el problema más decisivo: el de Cisjordania y Gaza, el de devolver su territorio a la población palestína. Al mismo tiempo, Israel ha proclamado unilateralmente Jerusalem como su capital, desafiando a la opínión mundial. En cuanto a la OLP, la califica como organización de criminales y terroristas, y se niega a la más mínima relación con ella. Estos puntos dan idea del número de obstáculos que debería remontar una negociación para poder desembocar en resultados efectivos. Mientras subsista el Gobierno Beguin, es casi ilusorio pensar en progresos serios.

La cuestión de fondo sigue siendo si EE UU tiene la voluntad política de obtener el cambio imprescindible en la actitud de Israel, sin el cual el horizonte seguirá cerrado.

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