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El escándalo de Turin salpica a la DC y a los socialistas

Juan Arias

La tormenta política que azota Turín, la ciudad de la Fiat, se agrava por momentos. La Magistratura sigue pegando fuerte, después del primer golpe, que obligó a todos los responsables de la región y del Ayuntamiento a dimitir, tras haber sido encarcelados diez de ellos (socialistas, comunistas y democristianos), incluido el teniente de alcalde socialista, Enzo Biffi Gentile, por supuesta corrupción administrativa.

Los más afectados esta vez habían sido los socialistas. Un golpe bajo contra el partido de Bettino Craxi, que, precisamente, estaba creciendo en el norte de Italia. La dirección del Partido Socialista había nombrado a tres comisarios para juzgar a los compañeros incriminados. Uno de ellos era Giusy la Ganga, brazo derecho de Craxi en Turín, jefe del grupo socialista dentro del Ayuntamiento, diputado, miembro de la dirección y, sobre todo, responsable nacional de los gobiernos locales del partido. Un joven de 35 años, que era toda una promesa. Antes de poder empezar su papel de comisario interno se ha visto implicado en el escándalo tras habérsele comunicado que se ha abierto una investigación judicial acerca de posibles implicaciones penales suyas en el asunto.Pero, a las veinticuatro horas de esta bomba, ha hecho explosión otra aún más grave: acaba de ingresar en la cárcel Giuseppe Gatti, jefe del grupo democristiano de Turín y brazo derecho de uno de los ministros de la izquierda democristiana de mayor prestigio: Guido Bodrato, llamado el ministro inglés por su seriedad y responsabilidad.

Mientras tanto, el problema del Gobierno de Turín se está pudriendo. La Democracia Cristiana ya ha anunciado que se opondrá con todas sus fuerzas a que se vuelva a proponer un Gobierno de izquierdas, como el anterior, y ha llegado a pedir un cambio radical en toda la legislación municipal.

Pero, al fondo de todo este escándalo está, sobre todo, el problema de la Magistratura y sus poderes; el de su politización interna; sus grupos de poder.

Y también el mundillo interno de los partidos. La eterna hístoria nunca resuelta de las corrientes, que utilizan dinero poco claro para subsistir. Y lo mismo ocurre con las campañas electorales.

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