Alvaro Delgado expone sus retratos y crónicas pictóricas de Navia y La Olmeda
Después de casi ocho años sin que sus últimas obras hayan sido expuestas, el pintor Alvaro Delgado (Madrid, 1922) ha vuelto a la galería Biosca de Madrid con una amplia colección de óleos entre los que se encuentran parte de sus famosos retratos de conocidos personajes junto a sus crónicas pictóricas del Navia y La Olmeda y su colección dedicada a rendir un homenaje a El Greco. La exposición inaugurada el pasado día 9, permanecerá abierta hasta el 19 de abril.
Fiel a la parte más conocida de su producción desde que expusiera sus nueve famosos retratos hechos al entonces emperador de Etiopía Haile Selassie, ha traído en esta ocasión óleos del rey Juan Carlos I, Camilo José Cela, Torrente Ballester, Pablo VI, Juan Pablo II o Inmaculada Ansón.Tras los rostros más conocidos, está la colección de retratos dedicada al sufrimiento anónimo, a la protesta contra la guerra y la violencia, que parte de la versión propia de Delgado sobre los Fusilamientos de la Moncloa de Goya. Y así, reproduce la angustia del soldado vietnamita, del judío perseguido, del muchacho que se enfrenta a la amenaza nuclear. "Me interesan todas las facetas del hombre y me unpresiona mucho su capacidad de agresión. A diferencia de Koestler, quien mantenía que hay veces en que el cerebro humano no funciona oportunamente y que en esas grietas de la inteligencia es cuando se producen disparates tales como la guerra, me temo que el hombre es incapaz de hacer la historia sin matar al prójimo".
Casado y padre de un hijo, Álvaro Delgado cambia el escenario de trabajo, repartiéndose entre sus estudios del madrileño pueblo de La Olmeda, cercano a La Alcarria, y su casa de la cuenca asturiana del Navia; núcleos rurales que sólo abandona cuando siente física necesidad de sumergirse en la vida cultural de Madrid.
De las experiencias cotidianas en estos pueblos ha traído dos crónicas pictóricas bien diferenciadas. En La Olmeda, pueblo agrícola de unos 150 habitantes cuyas vidas son conocidas por todos y donde la vida social se reduce a los encuentros en los bares, la iglesia o en las fiestas patronales, ha creado retratos de todos los seres vivos con los que convive: paisajes secos pintados en colores calientes, campesinos montados sobre el lomo de sus asnos, un pavo, una cabra. Identidades, todas ellas, concretas y sobradamente conocidas en la comunidad.
En su estudio de Navia ha reflejado especialmente el mundo de los mendigos, que, de forma muy particular, le ha impresionado sensiblemente. Son retratos de esos mendigos, con una fisonomía particular y una forma de vida no menos peculiar. Dice Álvaro Delgado que él ha visto cómo esos mendigos se ponen a pedir junto a los mercados y que, una vez concluida la faena, van corriendo a ingresar el dinero a su cuenta corriente. "No tienen nada que ver con los mendigos de Madrid o de cualquier ciudad. No suelen ser gentes del pueblo, ni sé de dónde vienen, pero son como los personajes de un esperpento de Valle Inclán".
Babelia
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