Los médicos y el aborto
Harto ya de estar harto, aún leí en EL PAÍS del 21 de febrero las resoluciones del Consejo General de Colegios de Médicos sobre el traído y llevadísimo tema del aborto. De la media sonrisa que me arrancó en un primer momento, no tardé nada en pasar a la más pura indignación. La de quien ve que no acaban de querer tomarle el pelo o, lo que es más grave, la de quien ve su salud depositada en las pezuñas de un asno.Vaya por delante que estoy convencido de que las opiniones vertidas en el citado escrito sólo son representativas de un sector minoritario y muy determinado de la profesión médica. Vaya también que nada más lejos de mi intención que meter la nariz en temas científicos, en los que soy absolutamente profano. Pero creo que es suficiente una pequeña dosis de sentido común para descalificar a unos señores que se atreven a argumentar en contra del proyecto de ley de despenalización del aborto diciendo cosas como que "rara vez una mujer queda fecundada tras una violación", "es imposible determinar las malformaciones físicas o mentales del feto antes del parto" o (¡hay que fastidiarse!) "al trauma de la mujer violada no hay que añadir el que supondría un aborto posterior".
Aparte de la carga ideológica que juicios y falacias como las oídas llevan consigo, lo grave del asunto es que estos señores aparecen -y de alguna manera son, porque, desgraciadamente, en este país seguimos creyendo más al que más vocifera- como la cabeza visible, la cúspide, de ese ejército de profesionales a quien los humanos encomendamos la salud del cuerpo.
Si van en serio habría que descalificarles de manera fulminante por simple ignorancia o incompetencia. Si sus razonamientos de dudoso rigor científico -ellos deben saberlo, como lo sabe cualquiera, y me temo que va por ahí- sólo buscan atemorizar a la gente sencilla mediante el engaño intencionado, sólo se me ocurren barbaridades para poner fin a este bochorno. /
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