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Pedirán a Felipe González que medie ante Reagan para pacificar América Central

Las cancillerías de México, Panamá, Colombia y Venezuela realizan activas gestiones diplomáticas para conseguir un consenso latinoamericano en torno a la convocatoria de una conferencia de paz para Centroamérica, que abordaría un plan generalizado de desarme en esta región. Los promotores de la iniciativa pedirán al jefe del Gobierno español, Felipe González, que interponga sus buenos oficios ante la Administración Reagan, en el convencimiento de que todo proyecto regional que no cuente con Estados Unidos está destinado al fracaso.

Esta conferencia regional de desarme cuadra con la idea del "pequeño Helsinki" que Felipe González ha manejado en. varias ocasiones. Su intervención se ceñiría, por otra parte, a dos postulados repetidos por el jefe del Ejecutivo español: que la iniciativa parta de los países americanos y que sus promotores soliciten la cooperación española.El plan comenzó a gestarse en la reunión que los cancilleres de México, Panamá, Colombia y Venezuela celebraron a comienzos del pasado enero en la isla panameña de Contadora. Desde entonces otros seis países se han sumado en principio a la convocatoria: Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, República Dominica y Guyana. En última instancia no se descarta que entre los firmantes de la propuesta figure también Canadá. La diplomacia argentina respaldaría el proyecto, aunque no estará entre sus patrocinadores. La cumbre de países no alineados, que se celebra la próxima semana en Nueva Delhi, será escenario de múltiples contactos para impulsar esta iniciativa.

La propuesta de desarme incluye una reducción de armamento a límites razonables para el mantenimiento de la seguridad interna. En este capítulo se abordaría la cuestión de los asesores militares extranjeros, principalmente en los casos de Nicaragua, El Salvador y Honduras. Si el Gobierno sandinista plantea la necesidad de contar con instructores de otros países para entrenar a un ejército recién formado, se propondría la sustitución de los cubanos por oficiales de Europa occidental. Francia y Suecia podrían cooperar en esta materia.

Una de las, zonas de máxima tensión, la frontera entre Honduras y Nicaragua, sería sometida a supervisión internacional, para impedir que desde territorio hondureño se mantenga una permanente hostilización y al mismo tiempo cerrar el paso a todo tráfico de armas. Los promotores de la conferencia pretenden que cese la excesiva influencia cubana en Nicaragua y que el proyecto militarista que Estados Unidos mantiene en Honduras deje paso a una democracia neutral.

Tanto Costa Rica como Honduras recibirían garantías de que el régimen sandinista no emprenderá acciones desestabilizadoras en sus respectivos territorios. Acusaciones en este sentido, carentes de pruebas en la mayoría de los casos, han envenenado durante los últimos meses las relaciones de ambos países con Managua.

El conflicto salvadoreño debe ser abordado, a juicio de las cuatro naciones que promueven este proyecto, desde una decidida voluntad de diálogo entre las partes contendientes, con la perspectiva de que todas las fuerzas políticas salvadoreñas puedan medirse a medio plazo en una contienda electoral con garantías suficientes para la izquierda. Para lograr este objetivo, Nicaragua debe comprometerse a no servir de corredor logístico para la guerrilla.

La conferencia de desarme parte del convencimiento, ya bastante generalizado en el continente americano, de que los conflictos de Centroamérica no pueden contemplarse desde la confrontación Este-Oeste, ya que ello sólo tiende a agravarlos. A partir de este análisis, el propósito es que las grandes potencias saquen sus manos de la región.

Superpotencias, fuera

Delegados cubanos han tenido oportunidad de conocer directamente el plan, sin que hayan presentado objeciones insalvables. El Gobierno de Fidel Castro parece aceptar el hecho real de que Centroamérica es una zona de seguridad para Estados Unidos y que cualquier solución estable ha de partir de una moderación por parte de Managua.

El objetivo más difícil del plan es el que pudiera corresponderle a Felipe González: convencer a los norteamericanos de que un proyecto de esta naturaleza puede estabilízar el área, lo que de por sí ya es una contribución a su esquema de seguridad. La firma de un tratado de no agresión entre Nicaragua y Estados Unidos encuentra toda vía, sin embargo, múltiples obstáculos en el Departamento de Estado.

Pese a algunas declaraciones militaristas del secretario de Estado, George Shultz, y del propio presidente Reagan, se advierte una mayor moderación en las actitudes de sus aliados en la zona. La reciente convocatoria, firmada por Costa Rica, Honduras y El Salvador, para una conferencia regional de cancilleres que incluye a Nicaragua es un síntoma de que algo está cambiando, ya que esa iniciativa es impensable sin una previa consulta a Washington.

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