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Brook sugiere que el escenario 'Carmen' se convierta en estable y ofrece un montaje para la inauguración

La versión de la Ópera de Bizet se estrena hoy en Barcelona

Lluís Bassets

Los talleres municipales de la calle Lleida, donde antes se amontonaban tablados y tinglados de los festejos barceloneses, se han con vertido por unos días en un escenario nada usual, donde el color amarillo de la arena contrasta con el rojo de las sillas instaladas en forma de grada. Como medio coso taurino parece esta nave extraordinaria -excelente para representaciones teatrales- donde hoy uno de los directores de mayor renombre mundial, Peter Brook, presenta su Carmen, una versión más de "un mito y de una música que son universales". A media voz, el gran director británico se comprometió ayer ante algunos representantes del municipio a realizar el primer montaje en estos talleres, en caso de que el local se convierta en teatro.

Dos grandes mamparas negras, detrás de las cuales se esconde la orquesta de cámara -cuerda, piano y metal a la izquierda; percusión a la derecha-, completan la sencilla decoración escogida por Brook para presentar su versión de la ópera de Bizet, cuya música ha tratado Marius Constant, acortando su duración y adaptándola al tipo de representación propiamente teatral que buscaba Brook.El secreto de esta ópera, que hay quien ha llegado a denominar como de bolsillo, se encuentra, según explicó ayer el propio Brook después del ensayo, en el cambio de toda una serie de valores y sistemas usuales en la escena. Así, en vez de hacer una ópera en un teatro de gran capacidad, en muy pocas representaciones espaciadas, en este caso se trata de hacer un gran número de representaciones en teatro de cabida mucho menor y a ritmo teatral, una cada noche. Esto ha permitido ver esta Carmen a muchos miles de personas más en cuatro años, que quienes la habrán visto en la ópera usual durante decenios. Para conseguirlo, Brook utiliza distintas distribuciones de los papeles: Carmen está representada por seis mezzosopranos, Micaela por cuatro sopranos, don José por cinco tenores, Escamillo el toreador por cuatro barítonos y Zuniga, por dos bajos. "Dicen que hay 333 permutaciones posibles", señala Brook. El sistema de trabajo redunda en el reforzamiento del trabajo colectivo. La ópera no se basa entonces en el divismo, ni el éxito se convierte en una cuestión personal de cada uno de los cantantes por separado. "La discusión colectiva y el diálogo sobre el trabajo de cada uno es fundamental para nosotros". El mismo trabajo de Brook funciona, según sus propios actores, sin imposiciones. "Yo les provoco, les estimulo, para que se expresen ellos mismos, pero no les impongo nada."

El propósito perseguido por Brook en este montaje se resumen en una frase que es casi un lema artístico: "hacer un trabajo de calidad humana accesible a todos". Las relaciones de Brook con sus actores evidencian el talante personal del director y su profundo humanismo. "La amistad es una de las bases de nuestro trabajo. Somos como una familia, en todos los sentidos, incluso en el de las desavenencias. Pero ésta es nuestra gran diferencia con el teatro decimonónico, que se basaba en el mito romántico del teatro como falsedad, como bella apariencia, de forma que quienes se amaban en el escenario se odiaban detrás. Esto funcionaba y se aplaudía, pero para mí es inexplicable lo que me contaban hace poco, de una compañía que representaba La flauta mágica, y todos se odiaban. Esto es lamentable, y más tratándose de una obra de un contenido humanístico como La flauta mágica"

Esta es una de las óperas que Brook quisiera representar algún día. También Pélleas et Melisande de Debussy. Pero Brook no quiere ofrecer su experiencia con Carmen -"una experiencia piloto", dijo- como modelo ni como pauta para hacer nuevas versiones de los repertorios operísticos. "Jamás haría Carmen en el Liceo, ni en los grandes escenarios de ópera. Ahora me invitan para que monte óperas y me dicen que con auténticas condiciones, con auténticas orquestas, auténticos coros...". "Y auténticos cantantes..." apostilla una de las cármenes con una carcajada. El hecho es que tuvo muchos problemas para contratar un cuadro de cantantes "que debían tener buena voz, cantar bien, ser jóvenes e interesados en este trabajo", y que ahora ya no hay relaciones malas con el mundo de la ópera normal, sino al contrario. "Marius Constant recibió, a poco de estrenar, una oferta para acortar La Bohème. Pero esto es un trabajo de experimentación, no una receta".

La tragedia de Carmen, que empieza a representarse hoy, se estrenará en otoño en Nueva York y, al contrario de lo que se había informado en un principio, no terminará su vida teatral en todo lo que queda de año. Brook habla, sin embargo, de nuevos proyectos, aunque no quiere entrar en detalles y asegura que no piensa de momento en ninguna ópera más. Recientemente su compañia ha realizado la versión cinematográfica de esta Carmen, que supuso unos problemas específicos muy curiosos. "Rodábamos tres veces cada escena, con tres distribuciones de cantantes distintas y con dos cámaras. El resultado es que cada escena debíamos verla 18 veces".

Peter Brook, que realizó la conferencia de Prensa ayer a su llegada a Barcelona en lengua francesa, conoce bien el castellano y entiende un poco el catalán. "A finales de los años cuarenta pasé algún tiempo en Rupit, donde me hicieron los decorados de Salomé". Según propia confesión puede asistir a los toros pero debe salir en el momento de la muerte del animal. Parece encantado con sus representaciones en Barcelona y dispuesto a contribuir al renacimiento teatral de la ciudad. En su concepción del teatro tiene un papel fundamental no sólo el espacio, sino incluso la arquitectura. Quizás por eso el hallazgo de estos talleres municipales, fruto de una larga selección entre más de veinte locales barceloneses, quisiera convertirlo en la conquista de un escenario estable para la ciudad. De ahí su ofrecimiento, después de la conferencia de Prensa, de un montaje suyo especial para abrir el teatro del Mercat de les Flors.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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