¿De qué se trata?
El director de esta fallida película había realizado con anterioridad La rabia, exhibida en la Semana de la Crítica del festival de Cannes, cuyo rigor al elegir las mejores películas del año comenzó a ser discutido precisamente a raíz de la proyección de este título. La rabia, que deseaba ser una crónica de las represiones sufridas en la educación escolar franquista, destacaba sólo, por la originalidad de contar con el mismo actor desde sus años niños a la edad adolescente; el resto quedaba anegado por prentenciosidades más valoradas en el extranjero que en el país donde realmente padecíamos lo que intentaba denunciar.Algo similar ocurre con Interior rojo, inspirado en la Lubia, de Andreiev, como ya lo había sido también la película de Lina Wertmuller, Film de amor y de anarquía. Aquí, las intenciones superan el resultado: el ex-seminarista que debe realizar un atentado político para el que no tiene valor y que, por azar, se refugia en una casa de prostitución, hubiera permitido multitud de interpretaciones. La elegida por la película que firma Eugeni Anglada se debate en monólogos pretenciosos cuya significación se escapa al espectador de nuestros días.
Interior rojo
Director: Eugeni Anglada. Diálogos: Terenci Moix. Fotografía: Jaume Peracaula. Intérpretes: Enric Majó, Charo López, María Martín, Marta May, Joan Miralles, Fernando Fernán Gómez. Drama. Española, 1982. Locales de estreno: Cid Campeador, Cartago, Infante.
Huido de cualquier reflexión política, Interior rojo quiere limitarse a la simple historia de amor: la prostituta encuentra un afecto desconocido en su eventual cliente y a él dedica las caricias calladas durante sus tristes años de monótono trabajo. Por su parte, el cura arrepentido se entrega a los placeres silenciados por las normas, con la fuerza que sublimaba en su conciencia política: el malestar que esa situación le provoca debería formar el núcleo del conflicto, pero éste no aparece en la pantalla. En su lugar, largos parlamentos mal traducidos ilustran la pobre acción.
Porque torpe es de nuevo Anglada al colocar la cámara, dirigir la luz y entender a los actores. Charo López, quien por vez primera tiene un papel protagonista, resulta disminuída, malgastada, ajena al talento que demostró, por ejemplo, en La colmena, donde con sólo unos minutos lucía sus posibilidades interpretativas (¿hay algún operador que pueda fotografiarla fea? ¡Lo hay!). Enric Majó, más ducho en tareas teatrales que cinematográficas, no es tampoco aprovechado en su energía de actor, tan reducido al prototipo, al recitado de un texto que, con buena calidad para el libro, no tiene estructura cinematográfica.
La película se pierde en vaguedades. ¿De qué trata realmente?. El largo momento en que los dos protagonistas manifiestan sus desacuerdos, y en él su incipiente amor, resulta inverosímil. Las interrupciones de su acuerdo con la vanal descripción de la casa de lenocinio (¿nadie se acuerda de cómo eran?), la superficial descripción del momento político que los personajes viven, y la insensibilidad mostrada por el director para describir lo que otros ya han hecho con talento (sin mitificar por ello a Lina Wertumeller), coinciden en considerar Interior rojo como película menor, antigua y ajena. El público del festival de Sevilla, donde se mostró por vez primera, así lo manifestó.
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