Los parlamentos árabes piden a España la cesión negociada de Ceuta y Melilla al Reino de Marruecos
La Unión de Parlamentos Arabes (UPA), reunida desde el miércoles en Rabat, aprobó ayer unánimemente, a instancias de los parlamentarios marroquíes, una resolución que solicita de España que negocie inmediatamente con Marruecos la "devolución" de la soberanía de Ceuta, Melilla. y las islas mediterráneas españolas próximas a la costa africana, según expresión textual del documento final, dado a conocer en Rabat al término de la reunión de la UPA. La resolución coincide con un progresivo aumento de la tensión en los medios oficiales e informativos marroquíes al respecto del tema.
Sobre este punto, probablemente el único aprobado por unanimidad en la reunión, el documento final "lanza una llamada a España para iniciar inmediatamente negociaciones con Marruecos para la devolución de la soberanía de Ceuta, Melilla, las islas Chafarinas y los peñones de la costa mediterránea". La resolución estima que esa devolución debe hacerse "en el marco de la amistad que caracteriza las relaciones entre España y Marruecos", pero sostiene que "la presencia de España en el norte de Africa es una secuela del colonialismo, que no favorece la estabilidad de la región".Esta resolución fue aprobada textualmente, exactamente con las frases presentadas por Marruecos, acompañada de un extenso estudio histórico y político de los puntos de vista marroquíes sobre la presencia española en esas plazas, probablemente preparado por la cancillería de Rabat.
Aunque aprobado por unanimidad por todos los representantes de los Parlamentos árabes, algunas delegaciones han cuestionado la oportunidad y los motivos de la presentación de la citada resolución marroquí. Otras, como la siria, expresaron su apoyo caluroso a la propuesta de Marruecos, que introdujo un factor de unanimidad y consenso que la conferencia ha estado muy lejos de alcanzar para otras cuestiones, como el conflicto Irak-Irán, la actitud hacia Etiopía y la guerra de Eritrea, la cuestión de Somalia e incluso la interpretación de las resoluciones de la cumbre de Fez sobre el Oriente Próximo.
Empieza la 'marcha verde'
Lo que llama la atención, sin embargo, es el nuevo tono perceptible en la Prensa y en los medios oficiales marroquíes. La reivindicación de Ceuta y Melilla, que durante mucho tiempo pudo parecer -equivocadamente, desde luego- una cláusula de estilo a quienes tenían y tienen aún la misión de advertir al Gobierno sobre eventuales conflictos externos, es presentada por los marroquíes en estos días de manera más apremiante.
La verdadera marcha verde sobre Ceuta y Melilla, que esta vez tampoco parece advertida a tiempo, o que es minimizada con la simple afirmación de que España cuenta con varios planes ballesta para hacerle frente, está de verdad en camino. Marruecos ya ha planteado la cuestión en los principales organismos internacionales: la Unión de Parlamentos Africanos y la Unión de Parlamentos Arabes, la Intersocialista Africana, la Organización para la Unidad Africana; y la ONU, los no alineados y las conferencias islámicas, por los internacionales.
Desde un punto de vista interior marroquí, y aunque se da por supuesto que los marroquíes unánimemente apoyan esta reivindicación, todos los partidos la han reafirmado y recordado en los últimos meses, en una auténtica competencia por estos conflictos externos, tan retributivos en un país en donde a todos les resulta muy difícil solucionar los internos.
Año de elecciones
Es importante recordar que, desde noviembre de 1981, la "recuperación de las ciudades de Ceuta y Melilla y las islas marroquíes del Mediterráneo" está incluida de una manera formal en el programa del Gobierno del actual primer ministro, Maati Buabid, dado a conocer en esa fecha. De acuerdo con la Constitución marroquí, y después ya de dos postergaciones, 1983 es el año de elecciones generales. Aunque las fechas exactas para ellas aún no han sido anunciadas, en realidad los viejos y tradicionales partidos políticos, más otros de recientísima creación, se han lanzado ya a la campaña electoral.
Uno de esos novísimos partidos es el creado por el primer ministro Maati Buabid con la intención de captar a los cuadros administrativos y a los intelectuales no encuadrados ya en partidos. Para la campaña electoral del primer ministro sería importantísimo demostrar que por lo menos ha intentado cumplir este punto de su programa de gobierno.
La tentación de hacer de Ceuta y Melilla el caballo de batalla electoral ha llegado también a los socialistas marroquíes, quienes a estas alturas no saben todavía si podrán participar, si sus periódicos serán autorizados de nuevo y si sus cuadros sindicales saldrán a tiempo de prisión. El secretario general del partido, Abderrahim Buabid, dijo recientemente a la agencia de Prensa kuwaití Kuria que su partido había iniciado ya negociaciones con el PSOE sobre Ceuta y Melilla. A pesar del mentís a EL PAIS de Abderrahlm Buabid a este respecto, la agencia Kuna ha repetido esta información y reproducido textualmente la grabación en la cual el secretario general socialista hizo esa afirmación.
Cambio de actitud
Por motivos internos de actualidad, Marruecos podría preferir ahora suscitar este problema públicamente, en contra de la labor paciente, secreta y diplomática realizada hasta ahora por su mínistro de Asuntos Exteriores, M'Hamed Bucetta, y con la cual pretendían evitar los traumatismos que causará a las relaciones entre los dos países esta nueva manera de abordar la cuestión.
Pero ni los problemas internos de Marruecos ni las elecciones generales en marcha bastan por sí solos para explicar este aparente cambio de actitud, que, respaldado por personalidades tan próximas al palacio- real como Ahmed Alaui, ministro y pariente del Rey, sugiere una táctica de altos vuelos.
Desde el acceso de los socialistas al poder en Madrid, hace unos meses, parecía claro y evidente que Ceuta y Melilla podrían convertirse en un auténtico factor de desestabilización para España.
La manera tan original que tuvo el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, de deshacer las suspicacias abrigadas, por Marruecos contra la posible política africana del PSOE y contra su propia persona, el buen comienzo que significó su viaje a Marrakech en diciembre y ese presunto eje París-Madrid-Rabat, que -tanto si existe como si no- reconforta a Marruecos, por lo menos en lo que al Sahara concierne, parecían sugerir que este tema de Ceuta y Melilla no sería planteado por Marruecos, al menos de manera que pueda desestabilizar a un Gobierno español poco afianzado aún en el aparato real del poder.
La aparición brutal de este formidable talón de Aquiles de la política exterior española, como es Ceuta y Melilla, podría tal vez dar que pensar que, por lo menos en el Magreb, todas las cooperaciones y todas las afinidades socialistas no sirven para evitar el avance de esta posible tensión, y que España necesita una política propia y adaptada a sus problemas latentes y perspectivas de su ya inminente futuro.
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