Deberes escolares

A través de la sección Educación de EL PAÍS veo, con gran satisfacción, críticas serias al sistema escolar. Confío sinceramente en que aumenten, y que el nuevo Gobierno las tome en cuenta; porque, en mi opinión, estamos machacando mentalmente a toda una generación con teoría y datos, y sin necesidad.Soy padre de cuatro hijos en EGB, y me desespero a diario al ver la carga tan enorme de deberes que tienen que soportar. Muchos de estos trabajos son ejercicios memorísticos innecesarios; otros, como han demostrado investigadores del ICE de la Universidad Autónoma de Madrid, prematuros e incomprensibles para las edades a las que van dirigidos (veáse EL PAÍS del 26 de octubre de 1982).

En casa, mis hijos sueltan largas y complejas definiciones -sobre sistemas políticos, economía de las naciones, geografía- sin entender ni las palabras ni los conceptos básicos. La lengua, un modo de expresión tan creativo como las artes plásticas, en mi opinión, está en el mismo plan teórico; el niño aprende pronto que no debe dejar libre la imaginación, y que le conviene adherirse estrictamente a las largas listas de definiciones y símbolos sintácticos que hay que memorizar, memorizar, memorizar...

Le doy dos ejemplos que, en conversaciones con muchos padres que conozco, son típicos. Una niña de octavo curso tiene que hacer un trabajo en casa sobre Fernando VII. Animada por su padre, consulta varios libros, toma notas y hace su trabajo, sucinto y en su propio lenguaje; en fin, como una pequeña investigadora. El profesor le da un siete; pero otro niño, que copia veinticinco folios calcados de una enciclopedia, recibe un diez. ¿Volverá a investigar esa niña? Ni soñar. ¡A copiar se ha dicho! /