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EL perdón de Quini

José María Mena

Ya es firme la sentencia condenatoria por el secuestro de Enrique Castro. Queda atrás, en el tiempo, un acontecimiento que tuvo en vilo a miles de personas. Surgen discusiones en torno a determinados lances del proceso. Es ahora ocasión propicia para terciar en algún punto de esas discusiones, desde la simple condición de un ciudadano cualquiera familiarizado con el mundo del derecho, pero no con el variopinto del balompié.A veces las discusiones se resuelven con información. Por ello debe excusarse que sea eso lo primero que se haga en estas líneas.

La justicia, diseñada para ser implacable

Las víctimas de los delitos pueden perseguirlos por si mismas, con independencia del Fiscal, mediante sus abogados. Lo mismo pueden hacer los que se consideren perjudicados por un delito, para resadirse de los perjuicios. Incluso todos los españoles, aún sin ser víctimas ni perjudicados, pueden perseguir por su cuenta un delito mediante la "acción popular". El Ministerio Fiscal persigue los delitos, siempre que corresponde, con independencia de lo que hagan víctimas, perjudicados, etcétera...

En las películas americanas, a veces, las víctimas "retiran la denuncia", y entonces el proceso de la película concluye. Esto cala en nuestro público. Algunos, que fueron víctimas o perjudicados, llegan a nuestros tribunales pretendiendo retirar la denuncia. Pero nuestra máquina de justicia, lenta, vieja, y bastante ineficaz, está diseñada para ser implacable. No se detiene por perdones ni valen las retiradas de denuncias; con o sin perdón, habrá juicio y sentencia porque la represión de la delincuencia es de interés general. La víctima o el perjudicado solo pueden renunciar a lo que es su exclusiva incumbencia: su derecho a acusar por su cuenta, al margen del Fiscal, y su derecho a percibir indemnización. Hay excepciones a esta regla" como es el caso. de la violación en que el perdón paraliza el perdón de la justícia, excepción esta que ha sido objeto de justa crítica por su tratamiento diferencial. Pero no nos desviemos del tema que nos ocupa.

Cuando la víctima ni acusa por su cuenta, ni pide indemnización, y afirma que perdona a sus agresores, ese perdón, exclusivamente moral, ni detiene ni mengua la máquina de la justicia. Por eso al delincuente de tal perdón no le afecta, pues no le puede beneficiar. Y por tano no hará nada para exigirlo, suplicarlo o negociarlo con su víctima.

Así las cosas, el perdón exclusivamente moral, nunca procederá del miedo ni de causa innoble. Es un gesto esencialmente libre, personalísimo, de un alto contenido ético, que pone de manifiesto la gran calidad humana de quien no alberga resentimiento contra sus alesores, ni experimenta satisfacción personal con la pena, por justa que sea, por necesaria que sea, impuesta a los que le hicieron sufrir en su carne, y en el dolor y angustia de los suyos, los efectos del delito.

Críticas por un perdón exclusivamente moral

He oído que han criticado a Enrique Castro por el perdón, exclusivamente moral, que al parecer concede a sus agresores. Pero no he oído que le critiquen por no acusarles. Y ello es incongruente. A lo mejor creen que bastaba con que esto lo hiciera la entidad para la que trabaja, pero no es así. Si él hubiera querido habría podido acusar y pedir una indemnización por su cuenta. Hubiera podido haber en el proceso una acusación del Fiscal, otra del Club, y otra de él, cada cual con sus criterios, y con sus peticiones de penas e indemnizaciones, distintas.

Todos puden declinar su derecho a acusar, y pueden conceder el perdón moral; son expresiones de un derecho intangible, superior a cualesquiera vinculaciones o limitaciones correlativas a las elevadas sumas que perciben algunos futbolistas. Solo los menores, los incapaces, e históricamente los esclavos, han tenido o tienen limitados sus derechos de ese tipo.

Así pués Enrique Castro no acusó a nadie. Acusó al Club que, sintiéndose perjudicado en su patrimonio por el secuestro, pedía además de la pena una indemnización, si bien también pedía otra para Enrique Castro. Paradógicamente para el Club, la sentencia sólo concedió la indemnización para quien nada pedía, por entender que era el único con derecho a ella; indemnización formal e ilusoria, porque los condenados no tienen con que pagarla.

Posiblemente la información sobre las críticas al perdón me ha llegado deformada. Posiblemente quienes las formulan han malentendido el alcance y el significado del perdón moral de Enrique Castro. Y en todo caso su. criterio es respetable. Pero en otros episodios criminales, trágicamente concluidos, hemos oído como perdonaba personas traspasadas de dolor. Era también un perdón exclusivamente moral, que no detenía la acción de la justicia. Y estos gestos de gran altura moral, ejemplares, conducían hacia la distensión, hacia la pacificación, sin torcer la justicia.

En el secuestro de Enrique Castro, felizmente resuelto de forma incruenta, su perdón, exclusivamente moral, pone de manifiesto una gran ecuanimidad personal, una ejemplar condición ética, y contribuye poderosamente, por su condición de personaje popular, a difundir un clima opuesto a los primitivismos talionares, a las vindicaciones de escasa talla, un clima cargado de sana convivencia, y de paz. Y creo que de ello debemos sentirnos orgullosos.

José María Mena es fiscal.

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