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Wojtyla ataca de nuevo

Cuando vi por televisión que el Papa se reunía con los obispos norteamericanos, acerca de su próximo documento sobre armas nucleares, dije -tengo testigos de ello-: "Ya les va a aguar Wojtyla el documento a los católicos yanquis". Así parece ser que ha sido. Me limitaré a comentar uno solo de los puntos señalados por el corresponsal de EL PAÍS en Roma: que en el debate se haya decidido "acentuar la distinción entre los sistemas políticos de Estados Unidos y la Unión Soviética". Y esto sobreviene precisamente en el momento en que tal distinción, al menos en lo internacional, que es lo que concierne a la cuestión de las armas nucleares, es menos "acentuada" que nunca, cuando la paranoia militarista de la pura obsesión de predominio estratégico ha sustituido casi totalmente cualquier principio ideológico o moral. Cuando los norteamericanos están dispuestos a asociarse con cualquier hijo de la gran puta, con tal de que sea -como se dijo en una célebre anécdota norteamericana- "nuestro hijo de puta". ¿Acaso tienen algo que envidiar los norteamericanos a la intervención rusa en Afganistán tras su propia intervención en Líbano, a través del mandatario interpuesto, Israel? Recuerdo que entonces alguien protestó de que se comparase a Israel con la Alemania nazi, alegando que, frente a ésta, Israel era una democracia, con lo que en verdad no hacía sino ponerlo todavía peor, puesto que si siendo, como es, una democracia no ha sido capaz de derribar a Beguin tras lo de Líbano, quiere decir que la mayoría del pueblo respalda la criminal acción. En cuanto a lo perpetrado por Jaruzelsky y respaldado por los rusos en Polonia, ¿puede acaso compararse con lo que Reagan está respaldando en Centroamérica? Las democracias serán ciertamente mejores para los de casa, pero lo que es para los de fuera me parece que, hoy por hoy, compiten a quién peor con los países que no lo son. ¡Que la disculpa que tenga que dar Reagan a sus aliados de no haber cortado, por no perjudicar a sus propios granjeros, los suministros de trigo norteamericano a la URSS, mientras trataba de que los europeos suspendiesen su colaboración industrial con el gasoducto soviético, haya tenido que ser la de que total el trigo lo iban a conseguir los rusos en cualquier otra parte, en vez de ser: "Hombre, se trata de acabar con la tiranía del régimen soviético, pero no por procedimientos como el de matar de hambre al pueblo ruso, que es su primera víctimaPor lo demás, de la paranoia belicista del régimen soviético -que ha bloqueado a Rusia en la inmóvil tiranía que Occidente le reprocha-, el propio Occidente ha sido responsable al menos en un 50% con actitudes tan cerradas y hasta obtusas como la de Reagan. Y hasta en sus impulsos de incrementar los planes estratégicos y nucleares cabe sospechar, más que el presunto deseo de reequilibrar el poder de disuasión, el secreto designio de mantener a los rusos obligados a distraer cada vez más recursos económicos en el presupuesto militar, para que no pudiendo levantar cabeza en otras más benéficas y populares ramas de la economía, acabe produciéndose la explosiva situación de miseria y descontento social que -aun a costa de un número de víctimas que al presidente Reagan le importa poco siquiera imaginaracabe con el régimen político que aún pone límite a la hegemonía universal de su país. ¿Cuál es, pues, en lo internacional, la diferencia ética capaz de privilegiar a una de las dos potencias? En cuanto a lo nacional, no hay duda de que las hay, pero supongo que no se querrá contar como ética la diferencia de que mientras el KGB está capacitado para actuar indistintamente sobre connacionales y extranjeros, a la CIA se le permiten las mayores alevosías y hasta crímenes contra extranjeros, mientras que tiene que guardarse bien de tocarle un pelo de la ropa a un ciudadano norteamericano. La diferencia es que en Estados Unidos pueda ondearse la bandera vietnamita -que, por lo demás, tampoco era más digna de ello que la yanqui- o que en el Reino Unido pueda esgrimirse -como se hizo tras el torpedeamiento del Belgano- una pancarta diciendo "I am ashamed to be english", "Estoy avergonzado de ser inglés", sabiendo distinguir entre unos pobres soldados inocentes y el loco fascista que los llevó a la guerra, y reprobando la actitud de quien, bien respaldada por el álibi de la universal impopularidad de Galtieri, no anduvo reparando en sacrificar del modo más alegre vidas de inocentes para llevar adelante sus estúpidos planes de grandeza. La diferencia entre las democracias y los países trastelónicos es, sobre todo -o exclusivamente-, esta misma que ahora habría permitido a los católicos norteamericanos publicar y difundir un documento bastante duro de roer para el Gobierno actual de la nación. Pero parece ser que el Gobierno del Vaticano, justamente al hacer modificar el documento en el preciso sentido de que el texto subraye explícitamente esa misma diferencia, embotando así el filo de la alegación, no hace sino disminuir la propia diferencia que subraya.Así, Wojtyla, al sugerirles a los obispos norteamericanos que, sin embargo, no dejen de recordar que todavía hay buenos y malos y que, por tanto, las armas, según quien las tengan, son peores o mejores, no hace sino atentar, aguándola y disminuyéndola, contra esa única diferencia por la que Estados Unidos podría hacerse acreedor, frente a la Unión Soviética, a una estimación moral levemente más benigna.

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