El Ateneo
Hemos hablado aquí recientemente de una guerra civil fría e incruenta que se nos anuncia: la de la despenalización del aborto. (También están las municipales, como guerra civil a plazo fijo.) Pero como la democracia, en España, es siempre un cuerpo a cuerpo, una bayoneta calada de la dialéctica, un casa-por-casa, el frente de Madrid se alinea, hoy, en tres casas: Prado del Rey, el Museo del Prado y el Ateneo.En Prado del Rey, la democracia psocialista ha perdido la guerra de la credibilidad, aunque, en la correspondiente columna, yo le recordaba a Alfonso Guerra con la tranquilidad / impunidad de saber que no me lee, que el reto no es Baibín, Calviño o Puerta: el reto es el espejo, o sea la tele, mirada imparcial de la cibernética sobre nuestras conciencias democráticas, y que casi ninguna democracia soporta.
Se ha caído en los mismos cirios o muñecos que el calvosotelismo, con esto de la tele, como se está cayendo en la oratoria alicatada del hispanismo, pero ahora desde la psoeizquierda, que cualquier funcionario quiere hacer ya imperio cultural y elocuencia burocrática. Si Sotillos / BaIbín han llegado a hablar, más o menos, de "campaña orquestada" de la prensa, los españoleadores de hoy o nietos de izquierdas que le han salido a don Federico García Sanchiz, de felice recordación, dicen las mismas cosas sobre América que Giménez-Caballero antes de afeitarse el bigote fascista.
Lo del Museo del Prado es como lo de Venecia. El Museo se nos va hundiendo en el mar de la contaminación, la indiferencia y la procela burocrática como la ciudad de los Dux en los canales, según glosa de Mitterrand en su último libro (Argos / Vergara), al que tanto vengo aludiendo por magistral. Mitterrand hace el poema bellísimo y pesimista de Venecia, y además nos da su directa y aguda visión técnica de los problemas de la ciudad / milagro. Me han llamado para eso de "Mirar un cuadro", por la tele, como tengo contado, y a mí, tratándose del Prado, me parecería más propio del caso y de padre Quevedo mirar "los muros de la patria mía", porque no hallo cosa, en el Prado, que no sea re cuerdo de la muerte burocrática e indigente, pese a su ilustrado di rector, mi querido Sopeña. Pero donde se ha montado el número numerero es en el Ateneo. Casa por casa, ya digo, hay que ir ganando la democracia. El señor Chueca tuvo que suspender la sesión, el otro día, entre artículo y artículo de los que él escribe para desvelarnos el secreto de Sevilla, cuando en absoluto tiene el secreto de Madrid, donde vive. Los so cíos han intentado una vez más apoderarse del Ateneo, porque, así como tiene uno dicho que España se quedó en la revolución municipal, mientras Europa hacía la francesa, la soviética y la manchesteriana o industrial, hay que decir que nuestra toma de la Basti lla / Palacio de Invierno (Guido Brunner me hace en el entreacto del Real una mágica descripción de los Palacios rusos de Invierno / Verano, más una glosa del civiliza do conservatismo ruso), es siempre la doméstica toma del Ateneo, desde Valle-Inclán y Unamuno hasta Gómez de la Serna, al que casi expulsaron por el balance eco nómico en greguerías que presentó una vez, siendo secretario. Lo del Ateneo se ha hecho mal desde que comenzó la movida democrática, ya que Ruiz-Giménez / Pacordóñez fueron desplazados en una operación administrativa, y la Junta actual invoca una juridicidad dudosa, pues ganaron las elecciones contra nadie: el contrario -Paco / don Joaquín- se había retirado en protesta de ilegalidades. Hay en esa Junta personas que respeto y quiero mucho -Yndurala, Manrique de Lara-, pero la regiduría nació en precario y ahora lo paga. La guerra del Ateneo es el primer casa-por-casa que gana la democracia. En las otras casas están los de siempre.
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