La cuestión femenina en el programa socialista: planificación familiar / 1
El PSOE, tanto como partido de la oposición, como en el programa y campaña electoral que le ha dado el triunfo, no se ha distinguido por su sensibilidad hacia los objetivos de la lucha feminista. Y quiero resaltar que las posibles incorrecciones teóricas de ésta y el acusado sectarismo que muchas veces impregna su práctica social, no merman en un ápice la importancia de la causa feminista ni justifican la incomprensión de políticos, por otra parte progresistas. Con la intención de hacer una crítica constructiva que contribuya a la feliz y larga andadura del Gobierno socialista y la esperanza de que se haga honor a la sabiduría que encierra toda rectificación, recojo el guante repetidamente lanzado por sus líderes, invitándonos a la colaboración para el progreso y el cambio social.La planificación familiar es el tema fundamental de la liberación femenina. La centralidad de la planificación familiar procede tanto de la evidencia de que es inútil aspirar a una liberación real para todas las mujeres, si no se provee la racionalización y asunción social de las tareas (cargas) reproductoras, como de las profundas implicaciones demográficas resultantes de las prácticas reproductoras del conjunto de la población femenina madura desde el punto de vista sexual.
Efectivamente, de acuerdo con los criterios expuestos repetidas veces por diversos comités de expertos de la Organización Mundial d9 la Salud, la planificación familiar debe considerarse bajo tres aspectos fundamentales. Uno es el que atañe más directamente a la salud familiar (de la madre, los hijos nacidos y los por venir), tanto en lo que se refiere a la ausencia de enfermedad física o mental, como en la perspectiva del bienestar social. Otro aspecto que engarza directamente con la tradición democrática de los derechos fundamentales, remite a la libertad de embarazos y nacimientos, incluyendo la posibilidad de evitar los hijos no queridos, así como el derecho a la maternidad en un entorno de salud y bienestar social aceptables. Finalmente, la planificación familiar traduce sensibilidad hacia los problemas demográficos en tanto que instrumento para garantizar el ajuste de la población a los recursos económicos, compatible con los objetivos de bienestar social.
Vistas así las cosas, lo primero que llama la atención del programa socialista es tanto la ausencia de un posicionamiento ante esta importante problemática como el que las escasas medidas de actuación concreta que se especifican tienen un ambiguo o incluso inequívoco carácter pronatalista. El problema es tanto mayor cuanto que estas actuaciones que se proponen no se sustentan en ninguna clase de referencia al problema de población, ni responden a un tratamiento conjunto de la cuestión femenina. Así, los centros de planificación familiar, que son en sí una iniciativa acertada, se encuadran bajo el epígrafe "Por una maternidad deseada", que aparece, al menos desde el punto de vista formal¡ en las antípodas de la demanda social mayoritaria de un control de la fertilidad en las mejores condiciones técnicas. Por otra parte, en el capítulo dedicado a la Seguridad Social, se promete expresamente el incremento "de forma inmediata de las asignaciones por hijos" y la revisión del .actual sistema de protección familiar", lo cual constituye una clarísima medida de carácter. pronatalista, ya que la posibilidad de atender debidamente a los hijos debe desprenderse de un salario, suficiente y de la disponibilidad de unos servicios sociales apropiados y minados premios o ventajas a la natalidad. Pero este punto requiere un reajuste serio: el Gobierno socialista accede al poder en una coyuntura histórica y en un país que exige la definición de una política de población coherente.
Es dificil aquilatar los efectos económicos a corto plazo de una política malthusiana de población, pero es fácil imaginar su repercusión inmediata en la felicidad y bienestar de tantas ciudadanas y ciudadanos acosados por las incertidumbres económicas de todo tipo, el susto de los embarazos no deseados y el tormento moral. en torno a las prácticas anticonceptivas.
Todo esto nos desbroza el terreno para poder dar una alternativa liberadora para las mujeres sin que el enemigo se nos haya quedado a las espaldas. Porque quizá hay que volver a recordar que toda política de población se articula sobre la fertilidad femenina, guste o no a determinadas feministas. Y que, guste o no a los caballeros progresistas, una sociedad que aspire a ser justa y libre, tendrá que ver la manera de compaginar el control de esta fertilidad con el derecho a ser respetadas y promocionadas en todos los aspectos de nuestra potencialidad humana. No basta para ello con la creación de centros de planificación familiar, aunque ésta sea una medida necesaria. Tampoco su integración en la Seguridad Social representa garantía alguna acerca de la forma en que se realizarán estos servicios, puesto que la experiencia enseña la capacidad de miembros conspicuos del estamento médico para intimidar y embrollar a las mujeres. Habrá que arbitrar, pues, las medidas necesarias para que dicho estamento quede enterado de la nueva política, además de mecanismos que permitan a las mujeres exigirla.
Resumiendo, la elaboración y divulgación de una política de población, las campañas informativas mediante una decidida intervención en los medios de comunicación, amén de los prometidos centros de planificación, son medidas a tomar a corto plazo.
La cuestión es de tal envergadura que merecería el intento de elevarla a política de Estado, como garantía de continuidad. En cualquier caso, si realmente se quiere llegar al fondo de la cuestión, habrá que crear las comisiones de expertas y expertos que diseñen el futuro deseable.
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