Años sesenta

La película no es más que vehículo de lanzamiento de la nueva niña prodigio, Macarena Camacho, alias Chispita. Para ello se ha utilizado el mismo esquema argumental que. sirvió de carta de presentación para Joselito y Marisol.Huerfanita que vive con falsos familiares, tan crueles y egoístas que la niña no puede más que huir del hogar y lanzarse al mundo para descubrir a su auténtica madre, que, desde México, añora a aquella hija a la que rechazó ocho años atrás, lanzándose por su lado al previsible encuentro. Chispita se rodea de unos niños amigos, con los que vive pequeñas aventuras, que hacen reír al público infantil y permiten la aparición de unos números musicales en los que la nueva prodigio muestra sus simpáticas dotes.

Por lo demás, el filme está resuelto con eficacia, sin mayores pretensiones, utilizando cuantos tópicos son ya conocidos en este género de melodramas.

Inquieta, sin embargo, que más de veinte años después se sigan utilizando los mismos principios que transformaron el cine español de los cincuenta y sesenta en un púlpito preconciliar, de monsergas y ejemplaridades. Chispita es tan buena como los niños del cine de entonces; su sentido religioso, su amor a la familia, su honradez innata la convierten en una estampa devota que deben imitar los niños de hoy. Es ahí donde la película, dirigida por Luis María Delgado, revela más su antigüedad. Ni el cine español de ahora tiene las manías religiosas y patrióticas del de antaño, ni los niños de hoy respiran ya -afortunados ellos- los vapores de la dictadura. Macarena Camacho podrá y deberá hacer otras películas si, como es de prever, Chispita y sus gorilas convoca a suficientes nostálgicos y niños de pocas exigencias.