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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La televisióndel cambio

UNO DE IOS cuatro vocales del Consejo de Administración del ente público RTVE nombrados en su día como representantes del PSOE ha sido designado por el nuevo Gobierno socialista para ocupar la Dirección General del ente. Otro, el realizador Ramón Gómez Redondo, parece que será director de Programas de Televisión Española.Una de las conclusiones que cabe extraer de tales nombramientos es que el Consejo de Administración de RTVE, o quienes le avalan, pretenden unir a sus competencias propiamente jurídico-empresariales no sólo la condición de órgano de control político, de origen parlamentario, sino también funciones de dirección del ente y de sus tres sociedades. La principal competencía del Consejo, según establece el artículo 4 del Estatuto, es velar por el cumplimiento en la programación" por los principios de "objetividad, veracidad e imparcialidad de las informaciones" y "el respeto al pluralismo político, religioso, social, cultural y lingüístico", que deben inspirar los productos que las tres sociedades transmiten al público. La aprobación de los planes de actividades, las memorias anuales y las plantillas y la fijación de los llamados "principios básicos y líneas generales de la programación" completan, teóricamente, el ámbito de atribuciones del Consejo de Administración. La designación de los dos vocales para cargos de alta dirección en RTVE contribuye ahora a "contaminar" la naturaleza del Consejo, en teoría análogo a los consejos de otras televisiones estatales europeas, con competencias que parecen más propias de los responsables de los medios. La constante y en no pocas ocasiones abusiva interferencia del Consejo de Administración sobre la autonomía e independencia de los profesionales del medio parece recibir ahora, lamentablemente, un espaldarazo oficial por parte del Gobierno socialista. Las dudas sobre que RTVE vaya a ser más independiente que lo era son desde este punto de vista razonables. El ejemplo, además, resulta descorazonador para los trabajadores de los medios de comunicación, privados o públicos.

A nuestro modo de ver, con la medida que comentamos el Consejo puede convertirse en adelante en una plataforma para acceder a los puestos de dirección de los medios, quizás como consecuencia del excesivo cariz político que han tenido hasta ahora casi todas sus actuaciones. No les falta razón a los críticos que consideran que ese órgano se transformó, casi en el mismo momento de comenzar sus tareas, en un duplicado o en una prolongación de la comisión parlamentaria de Control de RTVE -que puede verse también ella, ¿por qué no?, tentada por la voracidad de los cargos-. Casi todas sus discrepancias internas sobre la gestión de los medios que llevaron a cabo los anteriores directores generales del ente público -Fernando Castedo, Carlos Robles Piquer y Eugenio Nasarre- han sido resueltas de acuerdo con criterios mucho más políticos que profesionales. El resultado es el pobre balance del Consejo en sus años de existencia, que incluye entre sus escasas realizaciones tan sólo un documento de cierta importancia, aprobado el 28 de julio de 1981 y referido a "los principios básicos y líneas generales de la programación de los medios dependientes del ente público RTVE". Quedan, sin embargo, por regular cuestiones tan importantes como la normativa sobre publicidad, las plantillas, el derecho de acceso a los medios, etcétera. El premio a la falta de competencia es comparable en esta ocasión, al galardón a la obediencia a sus respectivos partidos de que los consejeros han hecho gala.

Con todas estas evoluciones el Consejo de Administración de RTVE amenaza con parecerse cada vez más, y peligrosamente, al modelo italiano, reproducción casi exacta de¡ reparto de escaños en el Parlamento, que al modelo británico, cuya composición no es primordialmente política, sino que está integrado por personalidades de la comunicación, de la cultura y de la educación. La superioridad de la televisión británica sobre la italiana tiene bastante que ver con el diseño de sus órganos de control y vigilancia. Pronto comprobaremos, con motivo de la elección del nuevo Consejo de Administración de RTVE, hasta qué punto el Gobierno socialista se pronuncia por perpetuar el modelo italiano o por acercar la estructura de nuestra Televisión a la BBC. Pero de momento resulta obvio que el desembarco de dos consejeros en la estructura de dirección de la empresa es poco esperanzador.

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La radiotelevisión estatal qtie heredan los socialistas necesita un cambio radical en su gestión y dirección. Los dos vocales promovidos a cargos de alta dirección pertenecen a la plantilla de RTVE desde hace más de diez años y carecen de experiencias significativas en las tareas de información, cuyos espacios ocupan en casi todas las televisiones estatales de Occidente hasta el 33% de la programación. Los nuevos directivos tienen ante sí el difícil reto de cambiar los productos y los hábitos de trabajo de quienes han sido sus compañeros de oficina y nómina durante largos años. Pero si el corporativismo, el espíritu de cuerpo y la solidaridad gremial causan estragos en toda la vida española, no se aciertan a adivinar las razones por las que Televisión Española debiera constituir la deseada excepción a la regla. La plétora de las nóminas y el exceso de personal procedente de las épocas del enchufismo y el patronazgo, harán especialmente difícil las incorporaciones de gentes del mundo de la comunicación, la cultura y el arte procedentes del exterior que puedan aportar aire fresco e ideas innovadoras a Televisión Española. Y sín embargo, la necesidad del cambio encuentra a veces su respuesta desde el interior mismo de la casa: los informativos, humillados por su servidumbre al Gobierno y a la Administración, han vivído las cortas primaveras de Iñaqui Gabilondo y Juan Roldán. Frente a estos ejemplos positivos, la situación general es no obstante más que dese speranz adora: la plantilla se engrosa al ritmo de un trabajador por día (su número exacto nadie lo conoce), con el agravante de que sobre 11.106 trabajadores hay más de cuatro mil personas con jefaturas y remuneraciones de "especial responsabilidad". El costo medio bruto anual por trabajador (alrededor de 2.800.000 pesetas) es más elevado que en la televisión estatal de Suecia. Televisión Española es una de las televisiones europeas públicas que más dinero destina al pago de personal, en detrimento de la producción de programas. Durante 1982 dedicó más de 12.000 millones de pesetas al pago de sus trabajadores y tan sólo 6.000 millones de pesetas a la producción de programas y adquisiciones a terceros. Es, además, una de las televisiones con menos desarrollo de programas regionales. Es, en suma, una sociedad donde abundan las mismas corrupciones que hace tres años pusieron en evidencia ante la opinión pública los inspectores de Hacienda, confirmadas ahora por los propios auditores internos de Televisión Española en el caso del programa 300 millones. Nos gustaría poder decir que contra todo esto se ha combatido eficazmente desde el Consejo de Administración, pero no es cierto. Quizá se ha combatido, pero de ninguna manera en forma efica7.

Acabar con la corrupción de Televisión Española exigía, tal vez, la incorporación de dirigentes nuevos, que no tengan hipotecas de amistad y amiguismo o compañerismo en los medios. Tampoco esta vez se ha optado por profesionales de la comunicación, si es que la radiotelevisión son, como parece obvio, los más importantes y poderosos medios de comunicación. Televisión necesita mano de hierro -tanto como la Sanidad- y no le faltan al PSOE personas que han demostrado su capacidad en este terreno. Necesita imaginación creadora en su cabeza, y no están faltos los socialistis del apoyo y la colaboración de los intelectuales y artistas de este país. Necesita buenos periodistas. Y hay muchos y muy buenos periodístas en Televisión Española, sometidos a una estructura corrupta, estéril y esterilizante. Y está sobrada de obediencias políticas, tan bien servidas en el pasado por los representantes de los partidos en el Consejo. Ahora el ente lo dirigirá un abogado y la televisión un ingeniero, personas competentes en sus profesiones, de honestidad reconocida y de merecido respeto. Pero que no ofrecen un curriculum especialmente fiable ni de independencia ni en cuanto a las capacidades que parece debe exigirse a los nuevos directivos de Prado del Rey. La designación de Calviño, el hoinbre que ha acompañado siempre a Alfonso Guerra a Prado del Rey en sus escasas intervenciones, y la de Gómez Redondo, uno de los realizadores que llevó a cabo la última campaña electoral, para la televisión, del PSOE vinculan a RTVE y a Televisión Española, inevitablemente, al presidente y al partido. Que sea para bien.

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