Violento y confuso testamento
Es Querelle un apuesto marinero que enamora al oficial de su barco, que inquieta sensualmente al corrupto policía del puerto, que cautiva al dueño del viejo bar, que seduce a la mujer de éste, amante oficial del hermano de Querelle.El joven y robusto marinero se deja querer por todos. Descubre en su pasividad homosexual una desconocida forma de placer, pero por ello se siente atado a emociones que humanicen el sexo: hay un continuo sentimiento de culpa en Querelle, quizá motivado por la inquietante atracción que siente hacia su propio hermano, a quien envidia y odia, a quien imita y rechaza. Querelle es un hombre libre que a todos traiciona en un intento de ocultarse a sí mismo, de perder toda posibilidad de autocompasión, cualquier síntoma de estima propia.
Querelle
Guión y dirección: Rainer Werner Fassbinder, sobre la novela de Jean Genet. Fotografía: Xaver Schwarzenberger. Música: Deer Raben. Intérpretes: Brad Davis, Jeanne Moreau, Günter Kaufmann, Franco Nero, Laurent Malet. Drama. Franco-alemana, 1982.Locales de estreno: Azul, Minicine 1.
Los personajes que le rodean viven en esquemas más claros, aunque la presencia del marinero, de alguna manera, turbe sus costumbres. Querelle les presta su cuerpo sin más límite que el del amor: cuando éste aparece brevemente en su vida, sabrá destruirlo con ruindad. Es un suicidio, pero también el encuentro con placeres animales que la supervivencia no otorga: los de fornicar, asesinar, engañar, fríamente, sin calor, sin meta. La degradación social y el dolor del pecado son las fuentes de ese placer. Querelle es un personaje complejo; en realidad, lo son cuantos le rodean. Entre todos componen un panorama que tanto Genet, en su novela original, como Fassbinder en la película, interpretan como si fueran pasajes bíblicos. Dicen que el encuentro de Querelle con su primera víctima mortal es como la Anunciación, y la disputa violenta entre ambos hermanos, tan extrañamente atraídos entre sí, como el camino del Calvario.
Estética expresionista
La ilustración de estos pasajes sintetiza la estética elegida por Fassbinder. Ahí cobran su máxima expresión: imágenes expresionistas, edulcoradas con tonos malvas, rojizos y amarillentos, que distorsionan la naturalidad de la acción para convertir la película en un retablo más bien confuso. Por tanto, los personajes deben definirse en parlamentos; las situaciones también se resuelven verbalmente. Los extravagantes decorados, con inmensos falos a guisa de torreones, no clarifican el trasfondo de la historia, aunque perfilen la pasión homosexual que albergan los personajes masculinos. No es mucho.Naturalmente, en ella reside el escándalo de Querelle, más provocado, creo, que espontáneo. El último Festival de San Sebastián se inauguró con esta película: constituyó un aburrido tema de discusión entre los espectadores tradicionales. Ahora se estrena comercialmente en versión doblada: se han mantenido los diálogos originales, aunque en el momento de las frases fuertes se note un ligero pudor en los dobladores.
No creo que contribuyan fundamentalmente a la debilidad de la película. En la versión original que se proyectó en los festivales de Montreal y Venecia también permanecían oscuras las intenciones últimas de Fassbinder: explosión violenta de sensaciones más que de ideas, no fueron las del desaparecido director realmente homogéneas a lo largo de su carrera. Sin embargo, supo encontrar en cada película las secuencias aisladas que concedieran a su obra una característica original. Querelle las tiene. No pueden ser obra de otro autor. Pero por ello, claro, no se transforma forzosamente en la mejor de sus películas.
Algún actor divulgó la noticia de que Fassbinder no fue el responsable del montaje definitivo. Otros intérpretes le discutieron. Pero es indudable que, a la muerte del director, los productores pudieron manipular a su gusto el material rodado. Sea como fuere, lo cierto es que varias secuencias filmadas por Fassbinder no han aparecido nunca en esta Querelle que se nos ofrece.
Babelia
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