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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Hacia una política de regeneración nacional

Javier Solana

Una fórmula resume la oferta socialista de cambio: que el país funcione. Esa fórmula y esa oferta están en el corazón del reto que la izquierda asume cuando se dispone a gobernar en España. El Gobierno no va a tener sombrero de mago, el Gobierno no va a pulsar un botón que de repente ponga acordes y en marcha todos los mecanismos de¡ país. Pero el Gobierno sabe que la nación española es un enorme potencial de energía y que existe una aspiración mayor¡taria de liberarse del dominio de la necesidad o de la carencia, de la inseguridad o del terror. Todos los recursos materiales y administrativos de que va a disponer el Gobierno se aplicarán sin reservas a desatar y reavivar ese potencial y esa aspiración. La izquierda va a iniciar en España, pues, una política de regeneración nacional.Cumplir esa política precisa sin enterrar ni una sola de las aspiraciones y expectativas de los españoles va a suponer un muy considerable esfuerzo, muchas tareas concretas de muy variado signo No cabe sentirse abrumados por ello, sino que, con urgencia, habrá que poner manos a la obra. Con una idea clara, además, de cuáles son las funciones y las posibilidades del Estado. Es concepción arraigada del socialismo democrático la de que el Estado es un instrumento de renovación científica y técnica y un agente educativo y difusor de cultura. Cuando ese instrumento funcione, la política de regeneración nacional funcionará.

El proyecto socialista para los próximos años está sometido a una exigencia: España debe acompasar su pulso y no puede renunciar a intentar ocupar un lugar de vanguardia en el mundo. Los cambios tecnológicos afectan seriamente a los modos de producción y trabajo. La nueva tecnología ha modificado el sentido del conocimiento y dominio de la realidad. La vieja lucha de la inteligencia humana contra las dependencias materiales ha entrado en una nueva etapa. Cuando la izquierda hizo del cambio el tema central de su programa sabía que el cambio supondría una renovación profunda. Porque una regeneración es también una renovación. Y una renovación exige, de partida, no renunciar a nada. El Gobierno de izquierda en España va más a colaborar en el alumbramiento de algo nuevo que en la administración de algo viejo. Ese va a ser el sentido de su política.

Eficacia y racionalidad administrativas

El Estado tiene necesariamente que digerir nuestras propuestas y nuestros objetivos. La Administración y los servicios públicos españoles tienen que ganar eficacia y racionalidad. Sin excepciones. Queremos un Ejército más eficaz y más racional. Y una justicia más racional y más eficaz. Y queremos que sean más racionales y más eficaces las ventanillas, las mesas de los alcaldes y las mesas de los ministros. La Administración tiene que dejar de ser un sistema de dominación legal para convertirse en un sistema de gestión eficaz de los servicios públicos. El Gobierno va a buscar un fortalecimiento de la sociedad civil, y para ese fin es imprescindible que se produzca una reconciliación entre la sociedad y el Estado.

Interesar a los ciudadanos en la reforma de la Administración equivale a interesarles por la democracia. Supone, en fin, estimular su participación. Iniciar el cambio para la conquista de la ciudadanía plena en materia política. Una mayor participación en la vida ciudadana va a producir un ensanchamiento de las libertades y va a incidir directamente en sus niveles de bienestar, porque la presencia activa de los ciudadanos impedirá que el Estado sea un instrumento al servicio de unas minorías privilegiadas. El Estado va a ser un instrumento al servicio de toda la sociedad.

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El Estado de todos

La derecha tradicional española nos ha legado, como cáncer más grave de nuestra sociedad, un desaforado corporativismo, que impide la conversión de España en una sociedad moderna. Una política de regeneración pasa por erradicar de algunos cuerpos de la Administración el sentido patrimonial con que han actuado algunas veces. Los intereses generales no son monopolio de nadie. El Estado, naturalmente, es de todos.

Es sabido que los socialistas tenemos el convencimiento de que la educación y la cultura son los dos resortes claves para promover el cambio. El cambio en busca de esa igualdad que se encuentra en las raíces del socialismo. La separación entre sabios e incultos genera mecanismos de dominación intolerables. Los socialistas entendemos la cultura como un bien público, no como la propiedad exclusiva de ninguna elite privilegiada. Entendemos la educación como un servicio público, en cuyo control tienen derecho a intervenir los ciudadanos. Los españoles ganarán seguridad, confianza en sí mismos y en sus posibílidades como nación cuando el cambio cultural sea un hecho. Ese es, por cierto, un cambio que no admite aceleraciones ni saltos. Y en ese terreno, tan en la raíz de nuestro programa, los socialistas huiremos de cualquier coyunturalismo. Porque vamos a hacer una política para el mañana. Porque tenemos la ambición y la ilusión de que España sea una potencia cultural del mundo latino. A la fuerza de nuestro legado histórico se une ahora el prestigio creciente de un pueblo libré, pacífico y unido.

Son más las líneas maestras sobre las que discurre el proyecto socialista. El apoyo a la ciencia y a la tecnología es para nosotros objetivo prioritario, porque el bienestar del futuro exige imperativamente el progreso científico y tecnológico. Si ponemos el acento en ello, la modernización de nuestro aparato productivo será una consecuencia lógica. Son la ciencia y la tecnología las que ahora mismo determinan la prosperidad de las naciones. Y ahí los socialistas somos conscientes también de que hay que hacer una política para el mañana.

Defender nuestros intereses en el mundo

Al recuperar la soberanía popular, España rompió el nudo que le impedía proyectarse al mundo exterior. Los socialistas entendemos que los Gobiernos de la transición desperdiciaron la oportunidad de defender consistentemente nuestros interese! en el mundo. Nosotros queremos devolver a España su presencia sensible en el mundo, convertirla en una nación catalizadora de concordia y distensión. Y como socialistas, queremos además reavivar la vieja idea del socialismo democrático de la solidaridad internacional. Creemos que hay que ir al encuentro de, un nuevo internacional¡smo, porque la realidad de un mundo en crisis, como el actual, nos demuestra que los pequeños nacionalismos mezquinos sólo generan tragedias.

El país tiene que funcionar, por tanto, a la altura de los tiempos y las circunstancias. En los últimos cien años ha sido el socialismo quien más veces se ha pronunciado en España con voces que mezclaban la razón y la esperanza en el futuro. Al modo de las palabras de Ernst Bloch: "La razón no puede florecer sin la esperanza, pero la esperanza no puede hablar sin la razón".

Javier Solana es miembro de la ejecutiva del PSOE y diputado por Madrid.

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