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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La diplomacia chino-soviética

EL INTENTO de salvar el contencioso entre la Unión Soviética y China fue, como se sabe, una laboriosa obra de Breznev (entendámonos: del grupo soviético de poder que tomaba el nombre y la figura de Breznev, como ahora toma los de Andropov), que vino a coincidir con una necesidad determinada de China, después de sus cambios internos tan profundos, de no limitar su política exterior a una simple escolta de la dirigida por Estados Unidos. La necesidad soviética se centra sobre todo en una ruptura de aislamiento en lo político y en la posibilidad de aliviar de tropas y armamento el larguísimo frente asiático; precisamente el trabajo occidental de fomentar y sostener la hostilidad chino-soviética ha tenido siempre como objetivo el de obligar a la URSS a mantener impresionantes ejércitos en esa zona, retirándolos, por consiguiente, de Europa. China tiene, a su vez, unos puntos de vista nuevos. No ha podido evitar, a pesar de sus buenas relaciones con Estados Unidos, que el reganismo -que es un pasadismo- tienda a reforzar con armas, dinero y técnica a Taiwán, y continuar estableciendo ciertas cabezas de puente en la zona asiática. Su manera de contrarrestar esa posible amenaza es reanudar un cierto tipo de conversaciones con la URSS. Hace ya meses que hubo entrevistas de alto nivel y quedó formada una comisión mutua: la larga entrevista directa entre Huang Hua y Gromyko, aprovechando los funerales de Breznev, contribuyen a profundizar esas relaciones y esas posibilidades.La disputa ideológica ha quedado lejos. Siempre se ha sabido que por debajo de ella había problemas de grandes potencias, pero no hay que descartar que, en efecto, unos ciertos puntos de vista marxistas en Mao, en Chu Enlai funcionasen seriamente. La China de hoy no tiene nada que ver con la desestalinización,: ni la URSS de hoy tampoco. Se juega sobre otro tablero. En primer lugar, sobre la posibilidad de que unos acuerdos formales lleguen a congelar por el momento -sin perder derechos reivindicaciones fronterizas, que los dos países se comprometan a no producir los famosos incidentes que han mantenido la hostilidad de una manera deliberada y, finalmente, a hacer retiradas mutuas importantes de material bélico y de soldados. Este gran tema está condicionado por otros dos muy concretos: uno es la presencia soviética en Afganistán; otro, el problema continuo de la península indochina, de la belicosidad vietnamita en la frontera con China. Lógicamente, la diplomacia soviética está tratando de buscar soluciones en esos dos puntos. Le interesa apagar como sea el tema de Afganistán, que no solamente entorpece su política de negociaciones con Occidente de la manera que se sabe, sino que contribuyó a aislarla del mundo islámico y del Tercer Mundo en general. En este tema parece que está tratando de buscar un arreglo, en la medida de lo posible, entre el Gobierno afgano, al que sostienen sus bayonetas, y el de Pakistán, del que parten las guerrillas (se nutren, se adiestran, se arman). Parece que los diplomáticos occidentales se han sorprendido en los funerales de Breznev de ver la rapidez con que Andropov conversaba con el paquistaní Zia y con el afgano Bark Kamal. Zia Ul Hap teme siempre una revolución o un golpe de Estado -su régimen es más bien siniestro- y querría escuchar- garantías de la URSS de que no lo va a fomentar, ayudar o producir; a cambio retiraría el apoyo a los combatientes afganos, o incluso les cerraría sus fronteras -el santuario-, lo cual podría permitir a la larga una consolidación del régimen afgano y una retirada de las fuerzas expedicionarias soviéticas. Con el enorme placer chino, y con una especie de restauración mundial de la política soviética (sobre todo si se llega a conseguir la normalización de Polonia, que culminaría con el viaje del Papa en junio). En cuanto al caso de Vietnam, China está segura de que es un simple Estado vicario de la URSS y que hará en Camboya y en la frontera China lo que la URSS disponga. No está lejos de ser una realidad. Resultaría que en un plazo sólo relativamente largo los tres grandes temas del contencioso chino-soviético podrían estar amainados, aparte de una mejora sustancial de la URSS en el mundo.

Claro que en todo esto hay que contar con Estados Unidos, poco o nada dispuesto a que este arreglo prospere y llegue a tener una fuerza tal que altere todo el conjunto de las relaciones internacionales como se vienen entendiendo. A Estados Unidos no le interesa en absoluto que la URSS se retire de Afganistán, y mucho menos que su protegido paquistaní llegue a un acuerdo; ni quieren que Vietnam-Camboya pierdan su carácter de caos capaz de curar de comunismo a cualquer país asiático o de otro continente. La diplomacia americana bajo Reagan no está acostumbrada a la ductilidad necesaria para esa negociación doble con China y la URSS, que tendría que imponerse, y a limpiarse del pasadismo, que es la base esencial de la política de Reagan. Tendría que tener otra imaginacion y otra ductilidad; y una aplicación distinta de su fuerza -sus armas, su dinero, su CIA- para poder volver a sacar partido de la situación.

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