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Los brasileños se reencuentran hoy con las urnas

La presencia de cinco partidos de oposición constituye la gran novedad de las elecciones brasileñas de hoy

La participación de cuatro siglas correspondientes a otros tantos partidos de la oposición y la elección directa de gobernadores, estatales son los dos factores que diferencian los comicios brasileños de hoy de los que el régimen militar fue convocando regularmente durante los últimos dieciocho años sin lograr con ellos convencer al mundo de que estaba poniendo en marcha un proceso democrático de estilo occidental.

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Sólo el presidente João Figueiredo parece ahora mismo convencido de que con las elecciones de hoy ha llegado ya, gracias a él, la democracia a Brasil. La oposición cree más bien que será después de este 15 de noviembre cuando se entable la verdadera lucha por alcanzar la democracia.Desmontar al aparato legal de la dictadura, que sobrevive aún en la ley de Seguridad Nacional (al presidente le basta decretar el estado de emergencia para suspender los derechos individuales) convocar una asamblea constituyente y forzar la elección directa del presidente dentro de dos años son los objetivos de una oposición que espera contar en la nueva Cámara de Diputados con más escaños que el partido gubernamental.

Figueiredo habla mientras del advenimiento de la democracia como si ésta pudiera decretarse por orden presidencial. En sus últimos mítines ha pronunciado frases que han entrado en la pequeña historia del país y que revelan su sentido militar de la apertura.

"Vamos a atiborrarles de democracia", ha dicho, refiriéndose a los opositores, "hasta el punto de que van a tener una indigestión. Tal vez con eso saquen las uñas y pidan otro plato. Pero no vamos a darles ese derecho. Van a tener que comer democracia hasta el fin de sus vidas".

A todo lo largo del país, el presidente ha ido desgranando en las dos últimas semanas un concepto casi cuartelero de la democracia que a veces parece convertirse en sus labios en un arma amenazante contra la oposición, que en varias ocasiones ha ido a abuchearle, cuando dice que ha sido él quien le concedió el derecho de hablar en la plaza pública. Este concepto paternalista de la democracia, como un don que otorga el presidente, ha sido otra constante en sus discursos.

"Hace algunos meses", ha dicho, "yo tenía dudas sobre si valdría la pena todo este esfuerzo que estaba haciendo para buscar la normalización democrática de mis compañeros, yo sentía pocos efectos. Oía aquellas voces de la oposición, que además de agredirme, ofenderme e insultarme, venían a exigir en público que yo no tuviese contacto con el pueblo, pretendiendo colocarme como el primer magistrado, a fin de que ellos pudieran tener más libertad en la plaza pública para decir lo que quisieran sin mi respuesta". En el tramo final de la campaña, la respuesta del presidente ha estado en las porras de sus policías. Es muy otra la democracia que quiere la oposición y muy probablemente también el pueblo brasileño. Quizá por eso Figueiredo cerró la campaña el viernes por la noche en la periferia de Río de Janeiro, ante un escaso auditorio de 8.000 personas, mientras que el opositor Leonel Brizola congregaba un mínimo de 50.000 en el centro de la ciudad, obligando a desviar el tráfico, algo que sólo sucede con motivo del carnaval. En Sao Paulo fue también el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) quien concentró la mayor multitud en el cierre de campaña, en perjuicio del partido oficial.

Aun con una ley electoral hecha a su medida, con un sistema de votación ideado para niveles culturales casi universitarios, ni siquiera los líderes más optimistas del partido oficial cuentan" con poder llegar a una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. De ahí que la oposición dé tanta importancia a estas elecciones, porque desde mañana la vuelta a la democracia estará un poco más cerca, aunque todavía será preciso conquistarla.

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