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Graves inundaciones después del desastre de Levante

Carreteras cortadas, industrias devastadas, pueblos incomunicados y miedo en el Pirineo catalán

A las seis de la tarde del lunes, la Guardia Civil advirtió a los seiscientos habitantes de Martinet (Cerdanya) de que la presa francesa de Lanos se había quebrado y el río Segre estaba a punto de arrasar toda la localidad. Los lugareños desalojaron sus enseres más preciados y se lanzaron a dormir al monte, a cielo raso, pensando en ver vacío, al día siguiente, el lugar que antes había ocupado su pueblo. La alarma resultó falsa, pero en Martinet han desaparecido cinco casas y los dos puentes que comunican el pueblo con La Seu d'Urgell y Puigcerdá se han volatilizado.

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La enumeración de los restantes estragos materiales compone un rosario interminable de calamidades: la piscifactoría de la zona ha sufrido daños irreparables, la central eléctrica ha quedado arruinada por el paso furioso del Llobregat, las líneas telefónicas, con la única excepción del desolado teléfono de la tocinería Turet que mantiene la vinculación con el resto de la humanidad, han resultado quebradas.

"No es posible reconstruir el campo"

"Si no se ve, no se cree", es lo único que acierta a resumir Josep María Boix, el propietario del hotel Boix que reconstruyó laboriosamente su establecimiento hace ocho años tras un espectacular incendio. Hace quince días, los promotores del hotel habían visto coronados sus esfuerzos recostructores con el premio nacional a la mejor cocina de hotel, otorgado por el Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones.Las nuevas instalaciones estaban enclavadas en un paraje hermoso: justamente al borde del río Llobregat. La piscina ha quedado engullida por el caudal del río y la maquinaria y la bodega son ahora un amasijo de barro irreconocible.

Las praderas de las inmediaciones son barrizales. Los huertos, un paisaje lunar. "¿Reconstrucción?", dicen los habitantes locales. "¿Y cómo se reconstruye un campo?".

Provisionalmente, se ha establecido una red de traída de leche para abastecer la cooperativa lechera local, principal fuente de ingresos de Martinet. Se recogen los cántaros mediante tractores a través de itinerarios que cruzan Lles, Aránser y Músser, y discurren a 1.800 metros de altura.

Un helicóptero de la Generalitat y otro del Ejército sobrevuelan la zona castigada por la inundación. No falta agua, al contrario de lo que ha ocurrido en Puigcerdá, donde quedaron inutilizadas las bombas elevadoras; no existen problemas sanitarios ni de habituallamiento inquietantes, pero Martinet es aún un pueblo a oscuras y con miedo.

Queixans y Fontanals de Cerdanya son otros dos pueblos castigados más allá de lo soportable. Los vecinos han desalojado sus casas repletas de cieno y se han trasladado a dormir a casa de sus parientes y conocidos de las localidades próximas. Pont de Bar, apenas una aldea, ha quedado reducida a sólo tres caseríos y la voracidad del río ha devorado un kilómetro de carretera.

La capital de la comarca, Puigcerdà, ya cuenta con tres grupos autógenos para elevar el agua, después de más de tres días de paradójica sequía en el centro de una tromba de agua.En otras zonas del Pirineo gerundense, las poblaciones más afectadas eran Ribes de Fresser, Camprodón, Setcases, Molló, Capdevánol, Alp, Sant Pau de Seguries, Campelles, Tregurá, La Roca y Avella, no contando ninguna de ellas con servicios tan imprescindibles como el fluido eléctrico, el agua potable y la comunicación telefónica, informa desde Gerona Jordi B. Genover.

Las carreteras de la zona presentan graves dificultades de circulación y permanecen cortadas en muchos casos.

La carretera nacional 152, de Barcelona a Puigcerdá, continuaba ayer cortada en los kilómetros 103, 118, 120 y 131 por inundación, desprendimientos o hundimientos. La carretera local GE-402 de Compreny a Pobla de Millet permanecía también cortada, asi como las de Alp a Puigcerdá, Alp a La Molina y la comarcal 151 a su paso por Camprodón. Asimismo, permanecía inutilizable la vía férrea a partir de Ripoll.

A primeras horas de la tarde, y gracias a la intervención de los bomberos de la Generalitat, que consiguieron abrir un camino alternativo, pudieron evacuarse con automóviles todo terreno unas 250 personas a las que sorprendió la tormenta en Ribes de Fresser estando de viaje.

A la misma hora, empezaron a retornar a sus hogares, que en su mayor parte encontraron en difíciles condiciones, las personas que en la noche anterior habían sido evacuadas a distintos lugares de la población.

También a primeras horas de la tarde pudieron circular hacia Puigcerdá los casi trescientos automóviles y autocares que permanecían retenidos en la Collada de Tosses gracias a la intervención de algunas de las máquinas, dedicadas a la construcción del túnel del Cadí, que colaboraron en el restablecimiento de la calzada.

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