Una nueva clase política sucederá a la proscrita por los militares turcos
ENVIADO ESPECIAL
Tras la esperada aprobación masiva, el pasado domingo, de la nueva Constitución, Turquía ha entrado en una etapa de democracia tutelada, que durará como mínimo siete años y durante la cual tendrá que crearse toda una nueva clase política que reemplace a la proscrita por el régimen militar.
Los resultados del plebiscito constitucional que se conocían anoche confirmaban una aprobación del nuevo texto legal superior al 90% de los sufragios emitidos. Los resultados definitivos de la consulta tardarán aún en hacerse públicos algunos días, a causa de dificultades técnicas y de comunicaciones, pero no alterarán significativamente el porcentaje.
Aproximadamente el 95% del electorado censado acudió a las urnas, lo que no es de extrañar, habida cuenta de la obligatoriedad del voto y de las sanciones políticas impuestas a los abstencionistas. El porcentaje de sufragios afirmativos superó incluso las estimaciones hechas en público por algunos destacados miembros del régimen militar, que lo estimaban superior al 80%. Un diplomático con muchos años de experiencia en Turquía comentaba ayer que los turcos han votado por la paz y la seguridad que les promete el general Kenan Evren más que por un proyecto político concreto. La memoria de los últimos años sesenta, con miles de víctimas del terrorismo y una grave crisis económica, está aún muy reciente para el electorado, y el régimen militar impuesto en septiembre de 1980 ha concentrado sus esfuerzos en recordar esos años turbulentos de la reciente historia turca.
El general Kenan Evren pasa así, según las disposiciones transitorias aprobadas con la Constitución, a ser el presidente de la República, con un mandato de siete años. Evren es el típico militar kemalista, inspirado en el ideal de un Estado laico y occidentalizado creado por Ataturk, y pasará a ser ahora el vigilante de que la democracia turca se desarrolle según sus deseos.
Alrededor de un centenar de políticos turcos han sido expresamente vetados por Evren para participar en ese proyecto de creación de una democracia de nuevo cuño, de una democracia con galones que impida la debilidad política del Estado registrada en los últimos años setenta. La nueva Constitución le concede poderes amplísimos y las disposiciones transitorias garantizan su permanencia al frente del país junto con los restantes miembros de la junta militar, que formarán una especie de sanedrin, dotado también de amplísimos poderes.
Una ley orgánica de los partidos políticos será aprobada próximamente por la asamblea consultiva que redactó la Constitución, y que fue nombrada a dedo por los militares hace poco más de un año. A partir de esa ley deberán formarse las nuevas organizaciones políticas -todas las tradicionales han sido borradas de un plumazo que concurran a las elecciones legislativas prometidas para finales del año que viene, y de las que saldrá un parlamento unicameral con cinco años de mandato, es decir, menos que el presidente de la República, que podrá así arbitrar también las elecciones de 1988. De dónde van a salir esos partidos y quién los va a componer son las incógnitas que deberán despejarse a lo largo del próximo año.
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