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Visita de Juan Pablo II a España

Santiago, punto final de un intenso viaje de diez jornadas

Hierven las calles de Santiago de gentes impacientes y bullidoras que se disponen a vivir el acontecimiento. El viento azota las colgaduras y las banderas vaticanas y españolas sobre el trayecto que debe recorrer Juan Pablo II desde Labacolla hasta el Obradoiro. En algún balcón aislado, la enseña de la franja celeste sobre fondo blanco. A la Xunta de Galicia no le han dejado o no le ha interesado hacerse presente en este saludo multicolor. Hace cinco días que llueve y el comentario unánime es que el mal tiempo puede echarlo todo a perder. En Compostela el Papa es el peregrino que viene de Roma. Dicen que siete millones de visitantes han rendido viaje ante el Pórtico de la Gloria desde que apareciera a caballo por la ciudad el médico japonés Kumio Imada, antes de que se hubiera derribado siquiera la Puerta Santa.

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Los privilegiados llegaron ayer, para ganar el jubileo junto al Papa, y lo ocuparon todo. La muchedumbre ha agotado las existencias de asientos plegables, termos y chubasqueros. Invade restaurantes, bares, hoteles, fondas, posadas y mesones, que trabajan en sesión continua para reparar las fuerzas de la parroquia. Algún grupo aparca las mochilas enormes sobre el empedrado de unos soportales y se reparte una hogaza y un queso cónico, que los comensales mastican despacio para extraer hasta la última proteína.Parece que no se piensa en otra cosa. No hay apenas establecimiento público que no haya instalado un televisor en color, cuyo funcionamiento coincide con rigidez prusiana con las retransmisiones en directo de la jornada del Papa por tierras de Valencia. Hay que detenerse ante los escaparates de las librerías para comprobar la cantidad de álbumes, números extraordinarios, folletos y fascículos que se han editado en España a todo color sobre la figura de Karol Wojtyla y sus viajes. Desde todas las vallas de la ciudad la sonrisa marmórea del Papa y sus brazos acogedores saluda al transeúnte.

Por la mañana, en la misa del peregrino, la última que se celebra en la catedral antes de que tome tierra el sucesor del otro apóstol, Pedro, se pide en las preces "que España siga fiel a Cristo". El oficiante principal Antonio Rouco, obispo auxiliar de la diócesis, invoca en la homilía la cristianidad del antiguo continente, dando el tono quizá del acto europeísta que se prepara, presidido por los Reyes de España y al que han sido invitados representantes de universidades, academias, tribunales y organismos internacionales. Una larga cola espera el momento de penetrar en la cripta para dar el abrazo tradicional a la imagen del patrón de España. Joaquín Ruiz Jiménez golpea su pecho en acto de contricción mientras aguarda el turno, ya próximo, de subir hasta el Santo. Otros invitados a la asamblea europea han venido para asistir a misa. Alguno, como Camilo José Cela, prefiere contemplar la lluvia, incesante, sobre la plaza del Obradoiro.

Allí mismo, bajo los soportales, los docenas de mujeres de Ponteareas recortan pétalos de claveles para componer la alfombra mural que por acuerdo del ayuntamiento se coloca por primera vez fuera de la localidad y en fecha distinta a la del Corpus. Han tenido que buscar flores por toda Galicia y el norte de Portugal para presentar al papa Wojtyla este efímero homenaje. Los pescadores de Carril, por su parte, agotan las últimas gestiones para intentar cargar un pesquero auténtico y completo en un camión especial y trasladarlo al Obradoiro, donde quieren que Juan Pablo II lo vea durante la celebración de la palabra con los hombres del mar.

Toda la ciudad espera al Papa. El alcalde, socialista, ha publicado un bando. Subraya la acogida entusiasta que ha venido recibiendo en España Juan Pablo II, de católicos y no católicos, e invita a las empresas a que faciliten la presencia de los trabajadores.

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