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La sosería como fuente de gracia

El misterio del humor de las películas de Jaeques Tati está contenido en la pregunta que provoca espontáneamente su simple presencia: ¿Cómo puede reír un sujeto cuya apariencia es el compendio de la sosería?.Ninguna de las peculiaridades individuales que caracterizan a los grandes cómicos del cine -la impertinencia devastadora de Groucho Marx, la formalidad pétrea de Buster Keaton, la disparatada timidez de Harry Langdon, la astucia gestual de Charles Chaplin, la catarata de extravagancias de Jerry Lewis, el helado furor de Stan Laurel, la fealdad de pollo desplumado de Woody Allen- adornan la presencia de este francés carente de atributos, que provoca carcajadas de origen casi inexplicable en el público.

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Sin calidades, anodino, grandote, torpón, pasmado, soso y con el lastre prosaico del hombre que en la vida real pasa inadvertido, Tati extrajo de su falta de atributos físicos para hacer reír una fuente de poderosos atributos intelectuales de humor.

¿Quién conoce el rostro del señor Hulot? En rigor, nadie. Tati capta a su personaje siempre en plano general, con sólo rarísimas excepciones de primeros planos con función simplemente engarzadora o descriptiva. De ahí que le sea imposible al espectador identificarse con él. En cine, el principio de identificación pasa irremediablemente por el primer plano, y este está desterrado del estilo narrativo de Tati. No hay por ello posibilidad para el espectador de asumir personalmente al personaje como tal.

Esto significa que en el cine de Tati está excluida cualquier tentación de gag sentimental o incluso sensorial. Todo en él es humor intelectual químicamente puro, producto no de un juego de gracias personales, sino de desgracias apersonales o impersonales, es decir, puramente situacionales, de algo o de alguien respecto de algo o de alguien. De ahí su frío pesimismo, su desolada visión de la vida moderna, que es el exclusivo objeto del despiadado ridículo de los filmes de este humorista profundo y sin gracia.

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