El neofascista detenido en Bolivia quería atentar contra el presidente Siles Zuazo
El joven neofascista Perluigi Pagliai, de veintisiete años, que está en coma en un hospital de Roma tras haber sido gravemente herido en la cabeza días atrás durante su captura en Bolivia, estaba tramando, junto con otros terroristas de la extrema derecha de diversos países europeos, el asesinato del nuevo presidente boliviano, Hernán Siles Zuazo.
La noticia fue facilitada por Jaime Paz Zamora, el cual ha añadido que el neofascista italiano, acusado de ser el protagonista material del atentado a la estación de Bolonia de agosto de 1980, cuyo balance fue de cien muertos y de otros tantos heridos, había introducido, vía Miami, armas modernísimas en Bolivia para sus nuevos atentados.Las revelaciones del nuevo Gobierno boliviano han tenido mucho eco ayer en la opinión pública italiana, ya que replantean el problema de la actividad de grupos neofascistas en América Latina, donde encuentran fáciles connivencias y apoyos, y donde llegan a ser usados como auténticos informadores secretos, con las consiguientes consecuencias para el terrorismo italiano.
Al parecer, en Bolivia, durante el último año, existía toda una red de terroristas formada por italianos, franceses y alemanes que actuaba como un grupo desestabilizador y de represión política. Bajo la protección del antiguo régimen militar, actuaban impunemente en una importante red de contrabando de cocaína.
Por lo que se refiere al neofascista italiano, resulta que el 20 de septiembre, quince días después de la entrada del nuevo Gobierno, recibió nada menos que un salvaconducto gubernativo. Fue nombrado coordinador de los Servicios de Información de la Lucha contra el Tráfico de Droga. En realidad, se trataba de un pasaporte de impunidad.
Tanto Pagliai como su maestro, Delle Chiaie, el importante neofascista que se escapó una vez más de las fuerzas del orden cuando fue detenido su lugarteniente Pagliai, actuaban como auténticos expertos de los servicios secretos bolivianos bajo la directa dependencia del ministro del Interior.
En Italia siguen en pie, sin embargo, las sospechas y las interrogantes acerca de la detención del neofascista. Se preguntan algunas fuerzas políticas si era necesario, para apoderarse de él con la ayuda de los servicios secretos, herirlo prácticamente de muerte. De este modo, el que habría podido ser un testigo precioso del atentado de la estación de Bolonia, con mucha probabilidad, se irá al otro mundo con todos sus secretos.
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