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Las 'correspondencias' entre arquitectura y escultura, expuestas en las obras de 10 artistas contemporáneos

Con el patrocinio del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo y la colaboración de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, que ha cedido la sala de exposiciones del Palacio de las Alhajas (Plaza de las Descalzas), se inauguró ayer una muestra colectiva de arquitectos y escultores, titulada Correspondencias, con proyectos y obras de Emilio Ambasz, Peter Eisenman, Frank O. Gehry, Leon Krier, Robert Venturi, Eduardo Chillida, Mario Merz, Richard Serra, Joel Shapiro y Charles Simonds.

La exposición reúne unas circunstancias todavía poco habituales en nuestra cada vez más razonable política de exposiciones. En síntesis, helas aquí: presencia de gran des figuras internacionales activas y famosas en la actualidad; selección de un tipo de obra realizada a propósito para esta ocasión o cuidando intencionalmente su integración en el argumento elegido, y, por último, montaje ejemplar de las piezas, que se acoplan al ambiente de exhibición, consiguiendo dialogar con él.Vamos con el análisis de cada una de estas características enunciadas. En primer lugar, por tanto, con la de haber incluido en la exposición a grandes creadores de hoy, lo cual está fuera de discusión. Algunos de ellos son ya muy conocidos en nuestro ambiente cultural, aunque sea de oídas, como son los casos de los arquitectos Venturi, Leon Krier o Peter Eisenman y el de los escultores Eduardo Chillida, Mario Merz o Richard Serra; el resto, menos populares aún por aquí, no dejan de haber realizado una obra de prestigio internacional, como Emilio Ambasz, Frank O. Gehry, Joel Shapiro y Charles Simonds.

Un argumento común

Todos, en cualquier caso, quiero subrayarlo de nuevo, están por igual en plena madurez creadora, y nos muestran, en su dimensión más cualificada, lo que hoy se hace por el mundo.

Pero quizá lo más sorprendente de esta convocatoria estriba en la conjunción de todas estas personalidades mediante un argumento común, que se ha titulado Correspondencias, porque la exposición busca relacionar la arquitectura y la escultura.

En realidad, el deslindamiento de las tradicionales separaciones entre las artes ha sido uno de los sueños dorados del espíritu moderno, y este empeño, con o sin la agresividad dogmática de la vanguardia histórica, sigue operativamente vigente.

Ultimamente, por ejemplo, está de moda hablar de arquitecturas pintadas, de obras-maquetas y, en general, de la vuelta a la identidad artística del arquitecto, lo cual hasta hace muy poco era algo que perturbaba o se asumía casi con vergüenza.

Diseñador de espacios

El escultor, por su parte, ha sido cada vez más un constructivista, un diseñador de espacios. El flujo entre ambas especialidades artísticas no debe, pues, resultar insólito. De hecho, aparecen colaborando de manera espontánea en algunos de los proyectos presentados en esta exposición, como en el realizado por Eisenman para la plaza de Cannaregio, en Venecia; la Western Plaza de Washington, de la firma Venturi, Rauch y Scott Brown; el iglú de cristal de Mario Merz; las esculturas monumentales de Richard Serra, las conceptuales de Joel Shapiro o las cerámicas de Charles Simonds.

En cada pieza, naturalmente, la contigüidad interdisciplinar obedece a diferentes razones, pero se da, sin duda.

El iglú de Merz

Aludí también a una integración en el espacio de la exposición y voy a utilizar un ejemplo verdaderamente extraordinario: el del iglú de Mario Merz. Este gran artista italiano, nacido en Milán el año 1925 y uno de los más destacados representantes del arte Povera, vino a Madrid para montar un fantástico iglú con cristales, piedras y ramas, que es uno de los más hermosos entre los que le he visto realizar.

No me cabe la menor duda de que la belleza lograda está relacionada con el hecho de que surgió del montaje que hizo Merz en el sitio.

De manera que se puede afirmar que jamás el Palacio de las Alhajas, con tantos problemas por la rotundidad de su espacio para aceptar obras colgadas, ha tenido una apariencia tan espléndida. Sólo con el iglú de Merz, aéreo, cristalino, translúcido, reflectante, lleno de la mejor poesía, la exposición hubiese sido un espectáculo inolvidable, y me resulta increíble que en el futuro no se sepa sacar la lección de esta memorable experiencia.

La modulación plástica de los detalles

Dentro de los estrechos límites de este comentario, me gustaría también decir algo sobre lo que más me ha impresionado de este conjunto tan variado. Así, destacar la maqueta de la Casa Smith, de Frank O. Gehry, un revolucionario modo de interponer el recorrido vital del espacio sobre sus codificaciones ideales preestablecidas, pero también la aplicación de una exquisita sensibilidad en la modulación plástica de los detalles, como se aprecia de manera no por anecdótica menos significativa, en el uso que se hace del cartón. Los dibujos de Venturi, por su parte, tienen una increíble capacidad seductora en el mero estado de apuntes primeros.

Con todo, a mi modo de ver, es la escultura la que se lleva la palma. No voy a insistir más, aunque me gustaría, sobre el iglú de Merz; pero, menos espectaculares, también hay otras sorpresas de primera magnitud, como, por ejemplo, los alabastros de Chillida -Homenaje a Kandinsky, Goetheri Goarazarrea, Itxasoa Gorazarrea- y el compacto barro refractario Lurra XXXV.

Sorpresas en la escultura

Richard Serra presenta la célebre maqueta del proyecto para la plaza madrileña del Callao, que nuestro Ayuntamiento desgraciadamente no parece muy decidido a construir, y, entre otras cosas, un dibujo de gran formato de mancha negra, que resulta impresionante.

Las casas de hierro fundido de Joel Shapiro desarrollan un sugestivo juego conceptual, no exento a veces del máximo refinamiento. Por último, la egiptomanía en barro de Simonds está llena de encanto misterioso.

Como conclusión general, he de afirmar de nuevo mi sorpresa ante una exposición de una calidad insólita entre nosotros, que nos transporta a los más sofisticados círculos internacionales.

Se lo debernos a dos extraordinarios promotores -Carmen Giménez y Juan Muñoz- en los que, con acierto, la Administración ha sabido confiar.

Nos han abierto un camino en el que es necesario transitar en el futuro.

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