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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las batallas de Prado del Rey

NO CABE duda de que las intenciones del Gobierno de Calvo Sotelo, al cesar a Castedo como director general de RTVE, de que este Ente Público no fuera noticia permanente de primera página en los periódicos han fracasado de forma notable. Primero con Robles Piquer y ahora con. Nasarre, los escándalos políticos y las acusaciones de corrupción, lo mismo que los enfrentamientos internos, siguen a la orden del día.Es tal ya la desmoralización de la opinión pública, y de los propios trabajadores de aquella casa, que un informe como el publicado por EL PAIS sobre la corrupción en el programa 300 millones apenas tiene repercusión. Todo el mundo sabe, o sospecha, que esa auditoría no hace sino poner de relieve algo que sucede en gran parte de los programas de televisión, pues la corrupción no es allí un hecho aislado, sino el ambiente natural en el que se desenvuelve el medio. El recuerdo de la famosa auditoría general sobre el estado de RTVE, que acabó en el juzgado sin que por ahora se hayan producido mayores consecuencias para los responsables de la dilapidación de los dineros de los españoles, bastaría para comprender esta insensibilidad, que se puede definir en pocas palabras: robar en Televisión Española no es todavía un delito.

Unas dimisiones sorpresivas en Radio Nacional y unas alteradas discusiones en la negociación del convenio colectivo han venido sin embargo a poner de relieve algunos otros males del Ente Público. Las dimisiones aludidas parecen formar parte de una corriente de desprestigio del actual director general promovida desde el sindicato APLI (Asociación Profesional Libre e Independiente), organización que nació con fuertes tonos amarillos al amparo de la antigua direccion de RTVE y que hoy recoge a todos los que claman por un espíritu profesional, en clara lucha contra el sindicalismo de clase y enfrentados contra el caracter político del Consejo de Administración. Este sindicato también ha protagonizado enfrentamientos con el actual director de informativos, Juan Roldán, acusándole de ser parcial en favor de UCD.

En honor a la verdad, desde nuestro punto de vista, los informativos de televisión han mejorado notablemente desde que Roldán los dirige. Es cierto que, siendo él antiguo jefe de Prensa del partido del Gobierno, resulta sospechoso el cariño con el que ha sido tratado Landelino Lavilla durante la precampaña y la campaña electoral, y parece casi evidente la discriminación objetiva de que es objeto el partido de Adolfo Suárez y las formaciones nacionalistas catalana y vasca. Esta nos parece la única arbitrariedad -no por única menos grave- cometida en el trato político a los partidos otorgado por los servicios informativos de RTVE. La sospecha de que otros pequeños vetos de personas o de instituciones menores -vetos a los que en ocasiones no nos hemos sentido ajenos- se mantienen todavía no sirve en ningún caso para empañar lo que constituye una mejora objetiva de profesionalidad y de posicionamiento político de los telediarios, Mejora que tampoco oculta el mantenimiento de situaciones escandalosas en los espacios informativos del fin de semana, que siguen dirigidos por el jefe de Prensa del ministro ucedista de Trabajo. -No es de suponer así que muchas noticias desfavorables para él se emitan en los espacios informativos del fin de semana-.

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Las críticas al Consejo de Administración, si son fundadas en lo que se refiere a las interferencias indebidas de éste en el trabajo profesional de los periodistas, no lo son por su carácter político. El Consejo de Administración está elegido por las Cortes, representación de la soberanía nacional, y por tanto es político en los aspectos más nobles del término. Otra cosa es que algunos consejeros pretendan trasplantar a la pequeña pantalla sus pequeños intereses o nimios planteamientos de grupo o partido, pero el director general tiene poder suficiente como para garantizar la autonomía de Televisión, y si no lo ejerce no se debe culpar a los consejeros tanto como a quienes abdican de su función claramente esta blecida en el estatuto.

Si es verdad que los telediarios han progresado en todos los aspectos, no menos verdad resulta que la programación general sigue aún más aburrida que antes y que la calidad de los espacios ha descendido notablemente. Televisión necesita una respuesta válida a sus problemas. Una respuesta que, establecido el estatuto, no pasa ni por la constante interferencia gubernamental a que nos ha tenido acostumbrado el Gobierno Calvo Sotelo, ni por la intervención directa del Consejo de Administración, con capacidades y responsabilidades bien definidas que no debe'desbordar, ni por el filibusterismo de organizaciones. corporativistas y gremiales como la APLI, que confunden en ocasiones la reivindicación social con la defensa de privilegios inadmisibles. Televisión Española mantiene unos índices de productividad ínfimos, sólo parejos a sus índices de calidad. La mejora en los informativos que comentamos, con todos los peros que se le quieran poner, es buena muestra de que la respuesta a los males de Televisión está en manos de profesionales que no hagan de su profesionalismo bandera política ni corporativismo gremial.

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