Yitzhak Berman: "Un buen día el Gobierno se enteró de que nuestro Ejército ocupaba Beirut oeste"
Detrás de su mesa-despacho de abogado empresarial, Yitzhak Berman adopta un tono grave al recordar "aquella noche del sábado 5 de junio, cuando después del Sabat (fiesta religiosa judía), pasadas las diez, Beguin nos convocó para decidir el desencadenamiento de la guerra en Líbano"."No era la primera vez", afirma Berman, que fue también durante parte de la anterior legislatura presidente de la Kneset, "que discutíamos el tema. Seis meses antes, lo habíamos ya debatido en el Consejo de Ministros, pero sin que llegase a prosperar la propuesta del primer ministro". ¿Qué había cambiado en seis meses para que aquel sábado el Gabinete ordenase al Ejército entrar en Líbano? "Muy sencillo: aquel día sólo se aprobó el ataque del Tsahal (Ejército israelí) contra las unidades de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) estacionadas en una franja de cuarenta kilómetros en territorio libanés a lo largo de la frontera con Israel". En anteriores ocasiones, Beguin propuso sin duda a sus ministros un proyecto de guerra global en Líbano, que suscitó fuertes reticencias. Cuando se pasó al voto, Yitzhak Berman, que desempeñaba una cartera importante, si se tiene en cuenta el delicado sistema de abastecimiento petrolero de Israel, se abstuvo junto con otro dirigente del partido liberal, Simali Erhlich, viceprimer ministro y ministro de Agricultura.
"Lo hice por dos motivos", explica. "Primero, no creo que una decisión de ese calibre pueda ser tomada tan rápidamente, en tan sólo sesenta minutos; era necesario sopesar detenidamente sus ventajas e inconvenientes. En segundo lugar, no creo que la destrucción de la infraestructura de la OLP en Líbano le impida seguir recurriendo al terrorismo. Expulsada de Líbano, la OLP podrá planificar y llevar a cabo sus actividades desde otras bases, fuera y hasta dentro de Israel".
Agente secreto antes que militante del Irgun
Berman, que durante la segunda guerra mundial trabajó para el Intelligence Service (servicio secreto británico) antes de militar en las filas de la organización guerrillera judía Irgun, tiene una larga tradición de oposición en el seno del Gobierno israelí. En diciembre de 1981 se pronunció, por ejemplo, contra la anexión por Israel del Golán sirio ocupado, porque "esa decisión, como la aplicación en julio de 1980 de la ley israelí a Jerusalén este (sector árabe ocupado de la ciudad), daña la imagen de Israel en el extranjero y constituirá un obstáculo en una negociación, si algún día querernos llegar a un compromiso". ¿Qué necesidad había de hacerlo?Volviendo a la guerra en Líbano, el ex ministro cree que en tres meses de conflicto se tomaron cuatro decisiones militares importantes, las dos primeras aprobadas por el Gobierno, y otras dos, que sorprendieron a los ministros, que no habían sido consultados.
"Aprobamos", recuerda el ex miembro del Gabinete Menagen Beguin, "conquistar cuarenta kilómetros de territorio libanés y la ofensiva que condujo al Tsahal más allá de ese límite, consistente en empujar hacia el noreste al Ejército sirio".
"Nuestro deseo era evitar enfrentamientos con las fuerzas de Damasco, estacionadas a menos de cuarenta kilómetros de la frontera israelí, pero entre sus brigadas se deslizaban libremente unidades palestinas", explica Yitzhak Berman. "Les sugerimos, a principios de junio, que las expulsasen, pero, como no parecían dispuestos a seguir nuestros consejos, no tuvimos más remedio que emprender una ofensiva que nos llevó más allá de los cuarenta kilómetros". "Esta fue la única vez que el Gobierno dio el visto bueno para rebasar el límite de los cuarenta kilómetros, y era una luz verde solamente válida para el este de Líbano", insiste el ex ministro.
Las decisiones se tomaron al margen del Gobierno
"Ninguna decisión fue tomada, en cambio", revela Berman, "referente a un avance más allá de los cuarenta kilómetros, en el oeste de Líbano. Un buen día (el domingo 13 de julio), el Gobierno se enteró de que nuestro Ejército ocupaba el sector oriental y cristiano de Beirut y la periferia de Beirut oeste, y otro día (el jueves 16 de septiembre) comprendimos que nuestras tropas habían penetrado en la parte oeste de la capital libanesa"."Yo entiendo", añade Berman "que todas las decisiones tácticas y estratégicas de una guerra no pueden ni deben ser sometidas a la aprobación del Gabinete, y para aplicarlas basta con que las apruebe el jefe del Estado Mayor o el ministro de Defensa, pero creo, sin embargo, que estas dos órdenes, la ocupación de Beirut este y del reducto cristiano y la entrada en Beirut oeste, tenían la suficiente importancia como para que el Gobierno fuese consultado y no se le colocase ante el hecho consumado". Pero Berman se abstiene de criticar al ministro de Defensa Ariel Sharon, que omitió informar al Gobierno de la progresión de las unidades del Tsahal.
¿El Gobierno si fue, en cambio, consultado en junio sobre la oportunidad de desencadenar el asalto final contra Beirut oeste, entonces en manos de la guerrilla palestina? "Sí; claro que sí, hubo tensos y largos debates a propósito de los planes para conquistar Beirut oeste, pero si la mayoría era favorable al ataque final, una fuerte minoría de la que yo formaba parte, era rotundamente contraria, y Menagen Beguin no quiso tomar una decisión tan grave en contra de la opinión de un sector importante del Gabinete".
"Sin dar demasiados detalles -traicionaría si lo hiciese un secreto de Estado-, le diré que nosotros argumentábamos que el precio a pagar en vidas humanas de militares israelíes y de civiles inocentes era demasiado alto, y el perjuicio que causaría a nuestras relaciones internacionales, demasiado grave como para que mereciese la pena tomar la capital. La mayoría de los ministros sostenía que la OLP suponía tal peligro que, aun así, era necesario atacar Beirut, y además, cuanto antes para evitar que su prolongada resistencia en la ciudad realzase su prestigio".
"Las matanzas fueron un error de juicio"
Yitzhak Berman es más indulgente con el Gobierno del que formó parte hasta hace tres semanas cuando se le pregunta cuál es el grado de responsabilidad israelí en la matanza de Sabra y Chatila. "Creo que se trata más bien de un error de juicio, sin que esto disculpe lo ocurrido".¿Cómo Estados Unidos; y Francia, que llevan décadas trabajando en Líbano, donde disponen de nutridas embajadas que conocen el país al dedillo, se atrevieron en septiembre a retirar su fuerza multinacional de Beirut oeste, convencidos de que la población libanesa y palestina no tenía nada que temer de la falange cristiana? "Si ellos cometieron este error, con más razón aún pudimos equivocarnos nosotros, que éramos novatos allí y sólo disponíamos de informes de los servicios secretos para tratar de anticipar si la falange iba o no a actuar bárbaramente en los campamentos de refugiados".
Tampoco aclara demasiado Berman, ahora uno más de los diecisiete diputados liberales de la Kneset que, junto con el Herut, integran la comisión parlamentaria del Likud, encabezada por el primer ministro, por qué Beguin se resistió tanto a crear una comisión encargada de investigar la matanza. "Aparentemente, tenía la impresión, errónea en mi opinión, de que aceptar la constitución de la comisión equivalía a empezar a reconocer su culpabilidad". "Acaso también tenía miedo a herir la sensibilidad de algunos militares inocentes que tendrán que declarar ante la comisión y probar con testigos y órdenes escritas su buena fe".
Aunque con algún retraso, la comisión ha quedado por fin constituida.
¿No se arrepiente usted de su dimisión? "No, en absolutó; mi renuncia no fue un acto desesperado, sólo motivado por los titubeos de Beguin a propósito de este asunto. Mi principal discrepancia con el actual Gabinete concierne a la escasa consideración que otorga a las repercusiones negativas en Occidente de la reunificación de Jerusalén, la anexión de Golán, la controvertida administración de Judea y Samaria (Cisjordania), el bombardeo de la central nuclear iraquí de Tamuz o la guerra en Líbano, que están sentando las bases en la opinión pública del mundo libre de lo que yo llamaría una infraestructura de odio hacia Israel que acabará por influenciar contra nosotros a los Gobiernos europeos y norteamericano".
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