Lola Flores funde el micrófono
Al presentar Bob Wilson en París la obra teatral La mirada del sordo, el poeta Louis Aragon envió una carta al más allá, dirigida a André Breton, para que los ilustres ausentes tuvieran puntuales noti cias de tanta maravilla. Hay ahora quien les ruega a los presentes que no se mueran sin haber- visto antes a Lola Flores, que va a permane cer durante varias semanas en la madrileña sala Xenon-Disco. Y ojalá acudan limpios de prejuicios, amnésicos de intervenciones tele visivas de lafolklórica y sordos a sus cíclicos argumentos de bote y rebote.Ojalá. Porque cuanto procede de Lola Flores -y habría que preguntarse sobre qué no procede de ella- va siempre a la primera misa. Esa misa es nocturna, ácida, pagana, pasi negra, bailable y torrencial.Dicen las lenguas más tartajas del vecindario. que Lola es de derechas. Pero al bailar, al volar hacia lo más profundo del instinto, su cuerpo se introduce en un país salvaje y sin gobierno.Ella seguramente quiso ser marquesa; pero de aspiraciones nobles y sonrisueñas saben lo suyo y lo ajeno muchos de nuestros muy conversos políticos, A ella le han formulado durante años y años la,, mismas preguntas, los mismos re proches, y sus elementales res puestas moldearon esa imager epidérmica que por ahí perviv como oxidada muletilla. Mas bastaría con cambiarle la pregunta, quitarle la pistola del cuello, para que todo lo preconcebido naufragase.
El cascabel al gato
Si el cambio cultural llega y fluye, la izquierda ha de ponerle también ese sabroso cascabel al gato. Será un termómetro al que Alfonso Guerra ha de echarle un buen pulso, aunque se asusten los advenedizos que la otra noche se mezclaron con la gente honesta para comer tortilla en el cuartel del Conde-Duque.
Despreciar por más tiempo a esta artista es ponerse a la altura de ese empresario que la trató de analfabeta con esa gran desenvoltura que los necios emplean para reírse de los cuadros de Picasso o Miró.
Lola Flores es una fiera resquebrajada. Enseña a andar, a mover el abanico, a señalar por el centro que a alguna muy torera "le falta lo que yo tengo de más". Enseña sus bragas verdes. Y se le funde el micrófono de tanto colocárselo entre las tetas: "Esto no le pasa a Rocío". Frase enigmática o polivalente, adornada con estrambote de cola: "Menos mal que yo soy una mujer que para quitarme la inspiración tiene que venir otra guerra".Alguien le grita el eufemismo: "¡Vaya ovarios!" Y el cantaor Chocolate le presta su micrófono, todavía no derretido por la fiebre pectoral.
El espectáculo es una prolongada recolección de canciones, bailes, muecas, trajes, actitudes. Es la ceremonia de una yegua desbocada, candorosa y apocalíptica a un tiempo. Allí proclama su intención de voto: "A todos pido que voten / por el partido por la mitad". Y habla de "rosas abiertas". Y dice: "Mi costumbre es carribiaríne". Para los más capullos, y adoptando su maña en signo inverso, entresaco esas frases tendenciosas, fuera de contexto y a dar. Pero Lola Flores se escapa, gracias a su arte inmenso, a toda maniobra reductora.
Está en su mejor momento. Y si quedan incrédulos, que se precipiten a meter el dedo en la llaga florida y lozana. A los defraudados se les regalará un disco de Parchís.
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