Los resultados de Beguin y Reagan
LA VIOLENTISIMA sesión del Parlamento de Israel y las dimisiones de ministros, la condena universal por las matanzas de Beirut, el deseo de Reagan de sacudirse las salpicaduras de sangre que podrían alcanzarle en todo el suceso que comienza con la invasión de Líbano por el Ejército israelí podrían hacer suponer que el Gobierno de Beguin tiene las horas contadas. No es tan fácil. Beguin, que tiene la cruda conciencia de quien comenzó la política al mismo tiempo que el terrorismo, seguro de que era la misma cosa, no es ya el único poder de Israel ni el más importante. Le conduce el general Sharon. El ministro de Defensa no es sólo el autor de una invasión que ya en sí era una violación de derechos y de pactos, sino que convirtió esa operación en un genocidio, y estimuló y ayudó por sus órdenes a culminar ese genocidio cuando ya su batalla estaba ganada. Aún hay quien piensa que él y su protegido cristiano Saad Haddad concibieron el asesinato de Gemayel para poder romper una tregua que no satisfacía del todo su busca de resultados.No parece que el general Sharon sea solamente el director de un ejército en operaciones en el exterior. Su fuerza se proyecta dentro de Líbano, y sus soldados han disparado contra los manifestantes israelíes que se mostraban contrarios a la barbarie que puede dar una imagen siniestra del judío y desatar un nuevo antisemitismo (muchos sólo esperan una señal para eso). Es la primera vez que soldados israelíes disparan contra sus compatriotas. Se dice que el general Sharon sería el sucesor de Beguin si éste cayese; se dice que está dispuesto a implantar medidas de excepción en su país ante cualquier riesgo de pérdida del poder. De las dos alternativas posibles, la dimisión de Beguin y un Gobierno laborista moderado, por una parte, o el mantenimiento del poder actual incluso con leyes de excepción 0 con una forma de dictadura que ya apareció en la forma de acallar a los diputados de la oposición -sacados a la fuerza del Parlamento- y a los manifestantes, la más posible, por ahora, es esta última.
Frente a la política de conciencia y de imagen hay una política de resultados. Los resultados hasta ahora son excelentes para Israel y para Reagan. La primera intervención de las fuerzas internacionales en Beirut no fue para obligar al Ejército de Israel a abandonar el país que había invadido, sino para hacer salir a los palestinos y para entronizar como presidente a uno de los verdugos conocidos. Se retiraron esas fuerzas precisamente a tiempo para que se realizaran las nuevas matanzas; vuelven ahora para sostener al nuevo hombre de paja de la presidencia, a Amin Gemayel, a quien se caracteriza como paloma en relación con su hermano asesinado, halcón. Palabras sin sentido. Y configuración de un resultado: un Líbano satélite de Israel.
Ni Sharon ni Reagan van a dejar perder los resultados. Para Sharon y Beguin forman parte de una política disfrazada de seguridad nacional, pero en realidad de expansión. A pesar de todo lo que está sucediendo en Israel, muchos ciudadanos están satisfechos de su victoria. Para Reagan es una baza importante en su política antisoviética y de predominio absoluto -la idea de equilibrio se ha perdido ya- en Oriente Próximo. No van a dejar perder lo conquistado, conquistado como sea.
Otra cosa es el resultado a largo plazo. Las especulaciones acerca de si Israel puede conocer su Vietnam en Líbano, o si va a saltar la revolución islámica -hasta ahora, inerme-, o si incluso Estados Unidos va a tener que intervenir más directamente y encontrar también otro Vietnam. Ahora sólo se hace política para el presente: el futuro no tiene peso. Precisamente Reagan está para borrar la desmoralización que produjo Vietnam, y cree que si se empezara de nuevo, ganaría. Cualquier profecía en ese sentido carece de valor. Lo cierto es que, hasta ahora, los resultados son óptimos. Y la conciencia es un tema de cuarta o quinta clase.
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