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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un bonito juguete

Vital Aza era un escritor menor -festivo- en su época, hoy es cultura. La estafa del tiempo. Escribía, principalmente, juguetes cómicos, muchos de ellos inspirados en el vodevil francés, el cual lo estuvo a su vez en la comedia de enredo a la española, en la que algunos de los más profundos dramaturgos de nuestro Siglo de Oro -no sólo Lope, sino Calderón- descargaron algunas de sus tensiones. Más o menos esta es la historia de un género que nació risueño para terminar, ahora, desvergonzado; da una medida de la evolución de la sociedad.Vital Aza (1851-1912) aparece en un estadio donde todavía había una preocupación muy considerable por la construcción escénica, por estar dentro de la lógica teatral, justificar sus equívocos, caracterizar sus personajes. Un poco mas allá, el género derivaría en España a lo que se llamó astracanada (etimología incierta) y disparate: se ve ya cómo el juguete inicial se dispara, se abulta, pierde todos los rigores, hasta el punto de que el sonámbulo Azorín creyó encontrar en ese desbordamiento nada menos que el superrealismo español. Todo esto trata de explicar que Vital Aza se quedó en el vodevil blanco, en el enredo correcto, y que nuestros paladares ya estragados pueden encontrar su Sombrero de copa un poco insípido, demasiado correcto. Sin embargo, algunas situaciones equívocas de hace cien años, muchos retruécanos o dobles sentidos, siguen siendo reídos como entonces.

El sombrero de copa, de Vital Aza, revisión de Rafael Pérez Sierra

Intérpretes: José María Pou, Juan Calot, María José Alonso, Amparo Bará, Joaquín Kremel, Cannen Gran, José Bódalo, Félix Navarro, Ana María Barbany, Asunción Balaguer, José Andrés Alvarez. Escenografía y vestuario: Gustavo Tomer. Coreografía: Alberto Portillo. Dirección: José María Morera. Estreno, teatro Bellas Artes, 18 de septiembre de 1982.

Encuentro que lo importante de esta representación está en la calidad con que se hace. Hay un trabajo correcto de limpieza, pulido y fijación hecho con el texto por Rafael Pérez Sierra. Y hay un elegante tratamiento del juguete por el director, la compañía y el escenógrafo. La caja escénica tiene dos excelentes decorados del pintor Torner. Poco o nada importa que el tiempo sobre el que está hecha la decoración sea muy posterior a la época en que se desarrolla la obra. Hay una belleza y un inteligente aprovechamiento del espacio del escenario del "Bellas Artes; unos figurines bonitos, uno de ellos extraordinario que parecería firmado por Paul Poiret. Hay una compañía excelente donde los nombres de Ampare, Baró, Bódalo o Pou no están desamparados por los demás: todos funcionan, todos saben colocar sus frases, afilar sus efectos cómicos. Por sí mismos y porque Morera hi conseguido conjunto, homogeneidad; como no ha desperdiciado una ocasión de acentuar la teatralidad del texto, pero siempre contenido para no saltarse de género. Quienes, como yo mismo, no encuentren demasiado atractivo el enredo, encontrarán su placer en el conjunto de la representación, del hecho teatral concreto. Despierta el interés superior por los otros títulos, de más envergadura, que promete la compañía: Realidad, de Galdós; Casa de muñecas, de Ibsen; Locura casamentera (Le mariage, de Figaro), de Beaumarchais, o Héroes (Arms and the man), de Georges Bernard Shaw.

Los invitados del estreno parecieron enormemente contentos de la representación, coronada por un bailete final montado por Portillo: aplaudieron corn entusiasmo y obligaron a hablar al nerviosísimo y feliz Morera.

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