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Pilar Miró: "No quiero necesitar a nadie para que nadie me decepcione"

La cineasta estrena 'Hablamos esta noche', su última película

Rosa Montero

Pilar Miró estrena hoy su cuarta película, Hablemos esta noche, en la que analiza el comportamiento de un hombre y sus contradicciones. Con el conflicto y el éxito de El crimen de Cuenca a sus espaldas (ha sido la película, más taquillera de la historia del cine español), con el paisaje más tranquilo, Pilar habla de su último trabajo y de ella misma en esta entrevista en la que explica su lema vital: "No quiero necesitar a nadie para que nadie me decepcione".

Pilar Miró no es precisamente la alegría de la huerta. Su concepto del vivir podría ser calificado como trágico de no mediar su afilada ironía y su hilarante sentido del humor (apropiadamente negro), que amortiguan el exceso de las cosas cuando éstas se ponen muy dramáticas. Pero lo que se dice optimista no es que sea, para qué nos vamos a engañar: "Yo creo que uno consigue las cosas a base de proponérselas a tope; pero también tengo la impresión de que nadie me va a regalar nada, y siempre ha sucedido así. Tengo la impresión de que todo lo que haga me va a costar un gran esfuerzo; lo que pasa es que estoy dispuesta a hacer ese esfuerzo". Y aprieta la boca (tiene los labios en perpetuo relieve, como inflados en un gesto petrificado de enfurruñamiento) y arruga tormentosamente el ceño, y baja la barbilla y se dispone a embestir, con tozudo entusiasmo contra cualquier esfuerzo que aparezca en lontananza.O sea que es el espíritu de la fatalidad: "Sí, es una actitud defensiva que siempre mantengo. ¿Defensiva de qué? Bueno, había una frase en el Gary Cooper que estás en los cielos que significaba un poco esto. La protagonista decía: no quiero necesitar a nadie para que nadie me decepcione. Y ese es mi lema". Un lema agostador, "y también egoísta o que puede parecer egoísta". Tan egoísta como el protagonista de su última película, Hablamos esta noche, que se estrena precisamente hoy: "Sí, yo no sé si hay cosas en ese protagonista que son mías; lo que pasa es que, pese a lo que la gente pueda pensar, yo no me identifico en mis películas con un solo personaje, sino que en todos ellos hay cosas que pertenecen a mi manera de pensar o de no pensar". En Hablamos esta noche, Víctor Valverde es el ingeniero jefe de una planta nuclear, un hombre fundamentalmente contradictorio: "A mí hay una cosa que me obsesiona mucho, y es la coherencia en mí y en los demás, y la busco a mi alrededor y casi nunca la encuentro. Es la pregunta que subyace en la raíz de esta película: ¿por qué somos tan incoherentes? Yo procuro ser coherente, sí... Pero una cosa es cómo se ve uno a sí mismo y otra cómo te ven los demás".

Quizá sea por ese peculiar y escrupuloso sentido de la coherencia por lo que Pilar mantiene con la vida una cotidiana batalla campal. Supera, antes de cumplir los treinta, una operación a vida o muerte de corazón. Supera el largo y tortuoso conflicto de El crimen de Cuenca ("De aquel año y medio me queda una sensación de injusticia y un poco de soledad, de la que no culpo a nadie, porque hay experiencias que son forzosamente tuyas y no puedes compartir. Por mucho que quisieran ayudarme, yo era la que estaba empapelada, yo era la que tenía que ir a firmar el 1 y el 15 de cada mes"). Supera el parón cinematográfico posterior ("Yo creo que estuve como en cuarentena, a ver qué pasaba") que la obliga a producir en cooperativa su siguiente película, el Gary Cooper, empeñando en ello hasta las pestañas de su economía. Supera el parto de su hijo, Gonzalo, a los cuarenta años y con sus antecedentes cardiacos. Padece el irrefrenable vicio de lo difícil: "Yo, simplemente, me planteo hacer algo, y es después, reflexionando, cuando me doy cuenta de que aquello era lo más dificil que podía hacer en ese momento. Es curioso". Y así va, de victoria pírrica en victoria, dándose de bofetadas con la vida.

Como cuando dio a luz a su hijo, hace año y medio, y fue cercada en la clínica por los sabuesos de la Prensa del corazón. Cualquier otra en su lugar, y tras los consabidos forcejeos iniciales, hubiera transigido en hacerse la usual y vergonzante foto de mamá-con-niño, solucionando el incidente. Pero Pilar, que no quería fotografiarse, consideró que verse obligada por la fuerza a hacer algo que no deseaba era un acto supremo de injusticia (lo cual, por otra parte, es cierto: lo que sucede es que los demás solemos contemporizar más o menos con nuestras miserias, mientras que Pilar permanece irreductible y diamantina), por lo que, atrincherándose en su habitación del hospital, soportó un asedio implacable de treinta horas sin poder sacar al niño, sin dormir, aguantando los repetidos asaltos a la puerta de las hordas invasoras de su batalla particular, hasta verse obligada -a claudicar, exhausta, al día siguiente, en una derrota que le costó lágrimas: unas lágrimas de fruncido ceño, tan impotentes como las de un chiquillo que se enfrenta contra la enormidad del mundo. Pilar convoca los conflictos como si se tratase de un héroe de western, de un justiciero de pistola solitaria:

-En esta película hemos estado a punto de que se desencadenara otro conflicto paralelo, no de la magnitud del de El crimen de Cuenca, pero... Fue al principio, cuando la preparación de la película, con las centrales nucleares.

Pero creo que lo atajé a tiempo.

-¿Ha sido sometida a presiones?

-Digamos que sí, y, sobre todo, choqué contra la absoluta imposibilidad de diálogo, con los presidentes de todas las compañías hidroeléctricas. Con los ingenieros he tenido un trato perfecto y cordial, pero los consejos de administración no han querido verme. Hija, nieta y hermana de militares, Pilar parece haber aplicado en su propia carne la implacable disciplina castrense y, como si se tratase de un cadete inseguro, tiene que comprobar todos los días que sabe marcar el paso: "Sí, pero no es por demostrárselo a los demás, sino a mí misma. La verdad es que no me perdono nada a mí misma; nada, eso es verdad. Por eso me encuentro muchas veces tan tensa, porque tendría que relajarme y no soy capaz".

Vive sola ("Asumo ser solitaria porque no quiero que me hagan ,los demás solitaria; es una autodisciplina que me suelo imponer en todo"), y esto, siendo mujer e independiente y luchadora, la rodea de una tópica aureola de hembra dura y fría, incapaz de pasiones sentimentales:

-¿Yo? Pero si salgo de un rollo para meterme en otro... Lo que no me gusta es que la vida me pase inadvertida; creo que la vida está aquí y no hay que dejarla ir, hay que luchar con ella.

Así, luchando con la vida o contra ella, Pilar prepara su próxima película en torno al Werther de Goethe, aunque esto pueda parecer, según sus propias palabras, pretencioso y pedante: "Me da la sensación de que ahora necesito hacer una película apasionada y de sentimientos, esos sentimientos que pongo en tela de juicio en Hablamos esta noche y que, sin embargo, son inalterables e intemporales". Reflexiona un momento y después, cerrando la parábola, añade: "Y es que a mí siempre me ha fascinado Werther, siempre: porque es un hombre revolucionario y absolutamente radical, que, sin embargo, es capaz de vivir grandes pasiones".

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