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TEATRO /'AGNUS DEI'

De cómo la doctora Livingstone dejó el tabaco

Agnus Dei es una comedia católica. Una imaginaria hoja parroquial de los ateos la clasificaría con un "4: gravemente peligrosa". Quizá haya también aquí católicos que la haya también aquí católicos que la condenen, aunque sólo sea por vicio. Es obra de un artesano del oficio teatral, un buen artesano que sigue las leyes de la construcción dramática que se enseñan en las escuelas americanas. Nada más empezar el diálogo lanza la intriga, con una pregunta que funciona desde hace siglos en el teatro: ¿quién es el padre? La casuística ya tiene su morbo: la madre -en el sentido biológico- es una monja llamada Inés. Tuvo un hijo en su celda, le ahorcó con el cordón umbilical y lo arrojó a una papelera.Todas las otras intrigas necesarias aparecen inmediatamente: ¿le mató realmente ella o fue otra per sona? ¿Tuvo cómplices, encubridores? La justicia ha designado. a una psiquiatra para que diagnostique -más intriga- si la monja Inés está loca o se finge loca Pero aparecen más dudas. A la monja la protege su superiora, que añade, más hipótesis: ¿es una santa?, ¿pudo tener el niño por partenogénesis, sin contacto de varón? Todo esto produce inmediatamente otra de las claves del teatro: la discusión, el enfrentamiento entre dos seres opuestos. El de la razón con la fe, el de la ciencia humana y la ciencia divina, vieja historia de auto sacramental que no cesa.

'Agnus Dei ' ('Agnes of God), de

Johh Pielmeier Versión de Juan José deArleche. Intérpretes: Carmen Bernardos, Queta Claver, Verónica Forqué. Director. Angel García Moreno. Estreno: teatro Marquina. 14 de septiembre de 1982

Buena construcción

Pielmeier ha construido muy bien el personaje de Inés; se habla de ella continuamente aludiendo a su inocencia, palabra fronteriza: un ser inocente puede ser un santo, o puede ser el tonto del pueblo Todo anda por, estos caminos oscuros, confusos, de lo inefable... Para su santidad hay algunos datos extraordinarios: canta de una maneri que parece sobrenaturgpodría tener -la voz de la Virgen María (su única antecesora, según se cita en la obra, en la partenogénesis) o la de un ángel. Presenta en las manos los estigmas de la pasión. Para esas y algunas otras cosas la ciencia tiene explicación, y la fe, también. La superiora es reposada, con los pies en la tierra: ha vivido en el mundo, ha estado casada, es viuda, tiene dos hijos.. Pero cree en todos los poderes de la gracia. La psiquiatra tiene" en cambio, su pequeño misticismo, su exaltación, su pasión. Se ven los contrastes cambiados. Hasta podría verse en bu discusión el com bate entre el bien y el mal disputándose un alma, la de Inés. Materializando la abstracción, se disputan su destino: la superiora que quiere que se quede en el convento, la psiquiatra que no ve más opciones que la cárcel o el manicomio. Siguiendo siempre el manual del buen autor, Pielmeier va colocando golpes de teatro en los momentos oportunos: el descubrimiento de que Inés es sobrina carnal de la superiora, las escenas de hipnosis con los trances de Inés mimando la escena del parto, los pequeños descubrimientos que van esclareciendo la trama... Como está mandado, tódo se precipita al final. Parece ya que la obra está decidida: ha ganado la psiquiatra, la razón, la ciencia. Inés es entregada a las autoridades y morirá, la superiora se retira al fondo de su convento, y la psiquiatra nos cuenta el martirio hu mano que ha sufrido Inés en vida; se insinúa la posibilidad de que el padre fuera un campesinillo cantor... Y llega de pronto el climax: la psiquiatra nos cuenta que ella "dejó de fumar y volvió a comulgar". Ha ganado la fe. Se ha producido el milagro...

García Moreno ha conseguido un ajuste, una sincronización entre las tres actrices que sobrepasa lo mecánico, aun cuando esa mecánica se advierta. Ha salvado las escenas más dificiles y ha conseguido velocidad y precisión en el diálogo: los textos de Arteche son eficaces y claros. Y las tres actrices hacen un buen trabajo. Verónica Forqué ha conseguido confundír su identidad con la creación del personaje. Todas las dudas que el autor quiere ir dejando abiertas las asume ella con su interpretación: su rostro puede ser pánfilo y beato; Inés puede ser tonta, muy tonta, y bendita, loca e iluminada Hay escenas muy difíciles -los trances- que pasan muy bien; pero lo mejor es su permanencia misteriosa. Queta Claver es una actriz excelente, que matiza cada réplica, que sabe definir la realidad que toca con la posibilidad de que mas allá de lo real haya otras cosas. Carmen Bemardos tiene un problema del que no es culpable, como no lo es el director: hace el personaje sobre el que reposa el truco. Para que una obra de trampa y oficio pueda llevar al espectador por un camino aparente y de pronto colocarlo en el opuesto tiene que haber algo donde está la trampa de ilusionista, y esa trampa está en el personaje de la psiquiatra, obligada a mantener hasta el último momento la supremacía del materialismo para convertirse; pero esa conversión nunca es verosímil si no se ha preparado desde el principio, si no hay una coherencia en el personaje, que tiene que ir fallando en su argumentación.

La doctora Livingstone no abandonaría el tabaco si desde el principio no la viéramos fumar incesantemente; no se convertiría si desde el principio su supuesta calidad científica no estuviera impregnada del odio a las monjas, a la iglesia, al milagro, y si no fuera dejando piedrecitas por el camino equivocado para luego saber volver. Eso dificulta su trabajo de interpretación. Pero no lo puede resolver ni ella ni nadie: es la trampa del autor Esta obra lleva varios años en cartel en Nueva York. Ignoro las rectificaciones o modificaciones que hayan podido hacer se aquí, si se han hecho. A juzgar por la reacción del público del estreno, puede funcionar muy bien. Siguió con interés creciente la re presentación, tosió lo menos posible y ovacionó y gritó de entusiasmo al final de la obra: un entusiasmo que parecía destinado, sobre todo, a las actrices. Y al director.

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