Un fracaso sangriento
Los dos muertos (balance provisional) de Lubin lo confirman de manera trágica: las reiteradas amenazas de las autoridades antes de las manifestaciones del martes no estaban destinadas solamente a intimidar a la población. ( ... )Las manifestaciones del martes constituyen una prueba suplementaria del cada vez más intenso rechazo de los polacos a hundirse en el silencio, sin reaccionar ante la dictadura del partido. ( ... )
De 40.000 a 50.000 personas han tomado parte en estas manifestaciones. Es poco si se compara con los diez millones de miembros con que contaba Solidaridad o con los 36 millones de habitantes de Polonia. Pero es impresionante cuando se piensa que los hombres y mujeres que se lanzaron a la calle lo han hecho en un país totalitario, en el que desde hace nueve meses reina el estado de guerra. Sus propios dirigentes sindicales les habían advertido que había riesgo de que se produjeran víctimas y que tenían que hacerse pocas ilusiones sobre cuál sería la reacción del poder.
¿Por qué han reaccionado así? La explicación del "romanticismo", de la tradición, del heroísmo no es suficiente. El hecho es que ellos viven en una penuria cotidiana, las colas y una miseria creciente ante la quiebra comprobada de un régimen que pretende desde hace 35 años tener la fórmula de la felicidad. Su coraje no estaba ni al servicio de una minoría ni siquiera al de una simple mayoría de la población, pero sí de toda aquélla que durante seis meses, el tiempo de Solidaridad, ha sabido limitar sus aspiraciones y reclamar no un cambio de régimen, sino el derecho de hacerse entender.
2 de septiembre
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