Dos premios menores para el cine español en el festival de Montreal
Ana, del conjunto Enrique y Ana, recibió el 'Romy Schneider'
En un clima que quiso imitar al de la entrega de los Oscar de Hollywood, se otorgaron, el domingo, los premios del VI Festival Cinematográfico de Montreal. La fiesta de clausura superó, a pesar de sus errores, la imaginación de cualquier otra manifestación parecida, Incluida la de Cannes. La sesión se cerró con la proyección de la Pasante du Sans-Soucis, última de las películas interpretadas por Romy Schneider, dando cuenta así de un festival que, brillantez aparte, no ha terminado, de encontrar su lugar en el consorcio festivalero internacional, aunque sí lograba informar de una amplia lista de títulos a los habitantes de Montreal. España obtuvo dos premios menores en este certamen.
Los premios estuvieron a punto de coincidir con la confusión de objetivos del certamen. Si éste se pretende apolítico, resultó extraña la vinculación de países tan enfrentados como el Reino Unido y Argentina en el reparto del Gran Premio de las Américas. Tiempo de revancha, de Adolfo Aristarain, y Brimstone, de Richard Longcraine, fueron probablemente las mejores películas del festival, pero su unión da a éste una dimensión insospechada.No fueron, sin embargo, premiadas ninguna de las dos películas españolas que participaban en la competición, siendo así nuestra cinematografía la única que, teniendo un representante en el jurado, no apareció citada ni en las temas. Jaime de Armiñán fue vencido con los argumentos de sus colegas, dado que todos ellos llevaron un premio a su país, fuera justo o no, excepción hecha de la representante de Quebec, que no podía en manera alguna defender Gapi, la película que arrojó violentamente de la sala a la mayoría de los espectadores, no dispuestos a tolerar las casi dos horas de aburrido monólogo de un vi o farero.
Galardón 'ecuménico' a Garci
Tuvo Armiñán que conformarse con recoger en el escenario un premio no oficial a Volver a empezar, concedido por un espontáneo jurado, el ecuménico, que entendió que la película de José Luis Garci contiene un importante mensaje moral y social: "Tanto el actor principal, Antonio Ferrandis, como su director, invitan a respetar al ser humano".Fue, por su parte, la relaciones públicas de la delegación del Ministerio de Cultura quien recogió el premio Romy Schneider, que se otorga por vez primera a un nuevo valor en el campo de la interpretación. La joven Ana Anguita, por su trabajo en Las aventuras de Enrique y Ana, de Tito Fernández, fue destacada con esta mención, instituida ya en el festival. La sorpresa de que fuera la niña cantante quien más entusiasmo despertara en el curioso jurado justifica ahora la presencia de una película tan primitiva como la suya, que, en honor a la verdad, nadie podía entender qué hacía en un ciclo informativo del mejor y más reciente cine español. Los caminos de los jurados son inescrutables.
En la brillante fiesta de clausura se proyectaron fragmentos de las películas finalistas en la competición oficial. Aparecieron en la pantalla títulos cuya importancia es más que discutible. Los premios, no obstante, coincidieron en su mayoría con los favoritos del certamen, salvo Atrapar a un secuestrador, cuya existencia en el palmarés se debe a la pericia de la jurado japonesa.
Los actores galardonados sólo fueron conocidos por los espectadores en las últimas proyecciones. El actor francés Jean Rochefort realiza un espléndido trabajo en La indiscreción, de Pierre Larry, película que se inicia con la curiosa aventura de un aburrido ingeniero que descubre en su aparato de radio las conversaciones de unos desconocidos vecinos.
Fuera de competición se han presentado dos de las películas más esperadas de la temporada. Una de ellas, Querellé, es la última que filmó el recientemente desaparecido director alemán Rainer Werner Fassbinder; la otra es la más joven experiencia del veterano Robert Altrnan, autor de una curiosa trayectoria, que se inició con el gran éxito de M.A.S.H., para conseguir luego, alternativamente, el aplauso o el fracaso: El volar no es para los pájaros, Nashville, Quintet o Tres mujeres revelaron a Altman como un director europeo y, hasta en su última película estrenada en, España, Popeye, como cineasta capaz de mezclar con inteligencia las normas del espectáculo impuestas por Hollywood con la inquietud estética propia de un director francés de los años sesenta.
Esa extraña carrera desconcertó a los productores, que no confian yaen Altman como el director capaz de conquistar a los espectadores medios de todo el mundo; de ahí que, Visto en dificultades, Altrnan haya decidido de nuevo financiar su trabajo, rodando en 16 mm. el montaje de una fracasada obra de teatro, Vuelve, Jimmy Dean, vuelve, que narra el encuentro de un grupo de mujeres, veinte arios después de la muerte del actor al que tanto admiraron en su juventud.
Testamento de Fassbinder
Altman ha contado con un excelente conjunto de actrices -Karen Black y Sandy Dennis, entre ellas-, capaces de transformar el tópico en emoción. Pero poco queda de ella cuando la pantalla se apaga y en el recuerdo sólo permanecen las des venturas elementales que cualquier joven autor teatral hubiera ideado para rellenar, sin talento, la hora y media de proyección. Cierto es que Altman ha utiliza do algún ingenioso truco para amenizar la historia. En el fondo de un espejo se alternan acontecimientos de otros tiempos con el presente. Y cierto es que su puesta en escena hace olvidar, y hasta admirar, que toda la acción se desarrolla en el único de corado de un modesto bar, don de antes se reunían las seis mujeres, o las cinco mujeres y el chico que, al cabo del tiempo, ha decidido transformar su condición de homosexual problemático por el de espléndida dama. Más decepcionante que la película de Altman fue la última película de Fassbinder, Querelle, inspirada en la novela de Jean Genet. Inspirada sólo, como sus títulos rezan, ya que el director alemán recreó en la película su propio concepto estético sin ahondar dema siado en el del autor original. A la poética sordidez del escritor, Fassbinder ha contrapuesto un lirismo que roza lo melodramático, y se expresa en chirriantes tonos de color pastel, cuya monotonía acaba haciéndose insípida.
Babelia
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