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Reportaje:Hilo directo con el dios de la lluvia / y 2

La cuenca del Duero, posible escenario de la primera 'siembra de nubes' científica

"Acontecimientos posteriores", cuenta Angel Mª Rivera Pérez, meteorólogo del Instituto Nacional de Metereología (INM), "tales como la sequía del Sabel, en Africa, el éxito de un programa de investigación meteorológica de gran envergadura como fue el GATE (Global Atmospheric Tropical Experiment) y las necesidades cada vez más acuciantes de aumentar la producción alimentaria mundial, llevaron a la OMM a la conclusión de que había llegado el momento de emprender la realización de un proyecto básico sobre el tema de la estimulación artificial de la precipitación; el punto de arranque fue el informe elaborado por el Grupo de Expertos en Modificación Artificial del Tiempo Atmosférico, del Comité Ejecutivo de la OMM, en 1974".En base al informe citado, se aprobaba, dos años después, la filosofía básica del Proyecto de Intensificación de la Precipitación, o PIP. Sus objetivos fundamentales, reflejados entonces en un documento de ocho puntos, podrían resumirse en dos: por un lado, adquirir los conocimientos suficientes sobre física de nubes y estudiar estadísticamente -dada la alta intervención del azar-, y con toda la exactitud posible, el mecanismo de las precipitaciones para poder prever los efectos de una siembra de nubes correcta y, por otro lado, verificar que los resultados de dicha siembra coinciden con las previsiones.

El Duero, en vez de Australia

Como es lógico, lo primero que había que hacer era encontrar un lugar idónero para realizar el experimento. Debería ser una zona lo suficientemente amplia para permitir una evaluación adecuada de las posibilidades científicas de intensificar la precipitación y para calcular los beneficios económicos que podrían lograrse, peso al mismo tiempo lo suficientemente reducida para poder utilizar métodos eficaces de siembra de nubes y efectuar observaciones. Se estableció,que bastaría trabajar sobre una extensión de 10.000 kilómetros cuadrados, denominada zona de blanco, siempre que se dispusiera de zonas adyacentes de control hasta totalizar un área de aproximadamente 50.000 kilómetros cuadrados.

En 1978 se eligió como zona de trabajo psovisional la cuenca del Duero. La candidatura española se imponía así a otra finalista, Australia, por razones de proximidad geográfica a los países europeos, porque el presupuesto asignado al proyecto no alcanzaba para desarrollar los estudios preliminares en dos zonas a la vez y porqué registraba una constancia aceptable de los factores meteorológicos.

Hoy, en 1982, todavía no es seguro que sea la cuenca del Duero, el lugar donde se vaya a realizar la primera siembra de nubes verdaderamente científica. Será aún necesario realizar otra campaña de estudios en la zona en 1983, antes de tomar una decisión operativa. De los análisis realizados sólo se sabe que no existen datos suficientes para afirmar que las condiciones microfísicas de las nubes estudiadas en la cuenca del Duero no sean aptas para realizar el experimento definitivo del PIP, pero tampoco existen datos para asegurar lo contrario.

La falta de unas conclusiones mejores, no obstante, no hay que achacarla, como podría pensarse, a la situación de sequía de los tres últimos años. "Cada año", dicen los técnicos, "realizamos los estudios en primavera y durante esos perío dos la pluviosidad de la cuenca del Duero ha sido normal, como es característico en la zona; lo que ocurre es que la sequía es acumulativa por falta de lluvias en el otoño y, por lo que sabemos, en los últimos cien años ha habido diez con una pluviosidad similar a la de 1981".

Desgraciadamente, no existe la menor esperanz . a de que en 1982 el hombre pueda incrementar la cantidad, duración y frecuencia de las lluvias, que es, precisamente, lo que persigue el PIP. Aún desde un punto de vis ta optimista, no se esperan resultados positivos hasta el final de esta década. Por otra parte, el éxito del PIP no sería otra cosa que un instrumento más para au mentar los recursos de agua.

"Algo similar" apostilla Luis Ardaz, "a las campañas de ahorro o al cambio del sistema de acequias para el riego que utilizamos en España por el de conducción por tuberías, de Israel. Tan importante es que llueva un poco más como que el agua de que disponemos no se pierda por filtraciones o por despilfarro. Es indudable que el aumento de población aconseja crecientemente echar mano de todos los recursos disponibles".

Alguien bromea:

-No lo digas; pero a este respecto la píldora anticonceptiva podría ser más efectiva que el PIP.

Problemas legales

La profundidad de la chanza enlaza sin querer con la postura de algunos sectores, apenas significativos todavía en España, que no ven con buenos -ojos la intervención científica sobre el tiempo atmosférico y que la enjuician a partir de la antinomia solidaridad / egoísmo. Existen precedentes. En algunos lugares de Norteamérica ya se han producido numerosas reclamaciones por vía judicial que han conducido a que, por ejemplo, en Maryland se haya dictaminado que cualquier forma de modificación de los factores meteorológicos es delito, y el Estado de Pennsylvania conceda a sus distritos la opción de proscribir o no las modificaciones del tiempo atmosférico. Más al Norte, en Quebec (Canadá), se ha llegado a la concesión de indemnizaciones a presuntos perjudicados.

Luis Ardaz, sin embargo, piensa que el incremento de precipitación mediante el sistema de siembra es apenas significativo en términos de pluviometría general y que no provocará en otros lugares lo que se viene dando en llamar sombra de lluvia. Recuerda además que el punto octavo de los objetivos del PIP dispone que se efectúe "una evaluación de las repercusiones sobre el medio ambiente debidas a las actividades de intensificación de Ia precipitación, tanto dentro como fuera de la zona del experimento".

-Demasiados problemas, ¿no? -No importa. Mañana lloverá.

Hasta el momento se han realizado tres campañas para determinar si la cuenca del Duero reúne las condiciones necesarias para la experimentación, con garantías científicas, de un plan de intensificación artíficial de la pluviosidad.

La campaña de 1979 empezó tarde respecto a las fechas previstas. De ello se ha culpado a la falta de interés gubernamental español. Por todo ello, también se quedó corta en el plano científico. En cambio, fue muy importante, según los investigadores, desde el punto de vista logístico y rentable para el mejor aprovechamiento de las campañas siguientes.

Pase de investigación previa

En la de 1980, la inicial carencia de medios sofisticados se subsanó con la incorporación de un radar meteorológico soviético MRL-5, auxiliado por un convertidor analógico-numérico canadiense. Además, Francia aportó un autocar equipado para radiosondeos. España destinó al PIP otro radar, un WSR-74, y se consolidé la pequeña flota de aviones, estadounidenses y franceses, equipados para efectuar medidas de física de nubes. Pero lo que quizá elevó más la moral de los cientificos fue la adecuación del centro de operaciones, emplazado en un hangar de la base aérea de Matacán, en Villanubla, a quince kilómetros de Valladolid y, sobre todo, según sus propios testimonios, las nuevas instalaciones de comedor y cocina, atendida ésta por un buen cocinero, que fueron bautizadas como Maison PIP y clasificadas en la categoría de cinco estrellas por el agradecido equipo científico.

La campaña de 1981 se realizó con todos los medios al completo. La tabulación de los datos obtenidos ha sido analizada por la Organización hleteorológica Mundial el pasado mes de mayo de 1982, y se ha llegado a la conclusión de la necesidad de un nuevo plan de investigación acerca de la fisica de nubes durante la primavera de 1983.

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