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“No quiero ir solo”: cuando el miedo al qué dirán nos impide hacer lo que nos gusta

Salir a cenar, viajar o ir a un concierto puede ser un placer para quienes disfrutan de su independencia, pero un obstáculo para quienes sienten que hacerlo solos los expone a la incomodidad o al juicio social. Elegir actividades que nos gustan de verdad y realizarlas de forma gradual es una solución a superar el peso invisible del grupo

Soledad
La sociedad vive un proceso de individualización, pero lo social todavía impregna en buena parte las prácticas de consumo, que siempre tienen un modelo de grupalidad como referente.Flashpop (Getty Images)
Jorge Marzo Arauzo

El ruido de la multitud a su alrededor, a las puertas del recinto donde se va a celebrar el concierto, le es indiferente a María Hernando, de 26 años. Saca su móvil, pasa el control de seguridad y no espera a nadie detrás de ella. Se acerca a la zona de pista dos horas antes de que el cantante que ha ido a ver salga entre el griterío de sus fans y las luces coloridas e intermitentes de los focos. No habla con ninguna persona a su alrededor. Todas las amistades con las que había hablado no querían o no podían ir al espectáculo, y ella, a pesar de la vergüenza que le suponía ir sola, ha decidido no perderse a uno de sus artistas favoritos. “Desde un primer momento pensé en ir, aunque me hubiera gustado ir acompañada. Les pregunté a mis amigas. Algunas no podían y a otras les daba pereza. Es el primer concierto al que voy sola y no me arrepiento en absoluto”, comenta. Ha superado el miedo a disfrutar del ocio en solitario, ha vencido esa barrera psicológica que supone percibir miradas indiscretas por estar sola o realizar actividades predefinidas como grupales sin compañía.

¿Por qué existe este tabú social de llevar a cabo ciertas actividades sin más acompañamiento que el de uno mismo? Para la psicóloga Lucía Camín, directora de Alcea Psicología, hay tres motivos que frenan a la hora de emprender actividades en solitario. “Por un lado, la vergüenza, que es una emoción muy limitante y que nos lleva incluso a pensar que estamos haciendo algo incorrecto o que somos inadecuados; por otro lado, el miedo a no saber qué hacer, o más intrapsíquico de ‘cómo hago frente si de pronto me aparecen pensamientos o emociones incómodas’; y, por último, que mucha gente no hace planes a solas porque se sienten solos, porque conectan con el dolor de que no tienen con quién”.

Entre esos individuos que no llevan a cabo ciertas actividades por el pudor que les supone el acudir en solitario está Lucas Muñoz. “Hace algunos años, me encapriché por un artista, y justo dio la casualidad que estaba de gira por España y pasaba por Sevilla. Hablé con unas 15 personas, incluso aquellas que apenas conocía, pero que sabía que les gustaba este cantante, y ninguno pudo ni quiso venir conmigo. Al final me quedé sin ir a verle”, lamenta. Muñoz admite que han sido varios los eventos que se ha perdido por no contar con compañía, aunque otras veces simplemente ha sido por desinterés a la hora de buscar gente. “Estamos hablando de no acudir al cine a ver ciertas películas por no sentirte observado por otras personas, por el qué dirán: ‘No tiene a nadie con quien ir…’. Aunque también hay otros eventos a los que pienso en acudir, pero entre el viaje, el dinero y el pensar con quién... al final lo dejo y no voy”, confiesa.

La realidad es que el consumo de ocio suele estar más ligado a su realización en grupo. “La sociedad de consumo es una sociedad de grupos, como decía el maestro Jesús Ibáñez. Es cierto que la sociedad vive un proceso de individualización, pero creo que aún podemos decir que lo social impregna en buena parte nuestras prácticas de consumo, que siempre tienen un modelo de grupalidad como referente”, analiza Marc Barbeta, profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona. Barbeta también cree que el consumo digital y los algoritmos en marketing lo están modificando todo: “El consumo digital nos acerca más a un contexto de consumo solitario, pero muy relacionado al contexto ‘consumo con un dispositivo”.

Uno puede ir solo a comer por placer, pero es posible que lo cuelgue en Facebook o Instagram para contarlo. Así, el contacto virtual haría más llevadera la soledad.
Uno puede ir solo a comer por placer, pero es posible que lo cuelgue en Facebook o Instagram para contarlo. Así, el contacto virtual haría más llevadera la soledad.d3sign (Getty Images)

Plataformas como TikTok, Instagram o YouTube pueden servir como trampolín para personas, en un principio anónimas, que quieren dar a conocer sus aficiones o gustos y compartirlos con otros usuarios, y también para darse a conocer en el sector que les gusta y ayudar a personas que puedan sentirse en la misma situación que ellos. Ese es el caso de Marc Martorell, conocido en redes como Ruteando con Marco, un nombre con el que acumula más de 210.000 seguidores en TikTok y más de 18.000 en YouTube. Martorell lleva varios años viajando solo, desde que se marchó a Serbia en un voluntariado organizado poco después de cumplir los 20. Sin embargo, hace dos años que viaja de forma totalmente independiente, desde que visitó la zona de los Balcanes con su novia, pero aprovechaba ciertos días para viajar solo a un país vecino. “Cuando voy a un país, tengo esa sensación de decir: ‘¿Qué estoy haciendo, dónde voy?’ Pero, una vez que estoy en el avión y llego al destino, se me pasa. Siempre está la inseguridad, pero al final me lanzo y ya está, hay que controlarlo”, explica.

Para Martorell, que ha viajado por más de 14 países, entre los que se encuentran Tailandia, Vietnam, Marruecos, Argelia o Moldavia, dependiendo si el viaje se realiza en solitario o en compañía, cada experiencia tiene sus ventajas y desventajas. “A algunos destinos me apetece ir con mi pareja, y otros que son más exigentes voy solo porque me da más libertad. Cuando he hecho viajes con amigos no he tenido tanto contacto local como cuando he ido solo, pero también eres más vulnerable. Eso hay que trabajarlo, estar más alerta a algunas cosas. Pero que eso no te impida viajar”, comenta.

Tanto las redes sociales como las relaciones interpersonales se consideran algo necesario para compartir o, al menos, superar esa barrera psicológica que impide a ciertas personas realizar actividades en solitario. “Uno puede ir solo a comer por placer, pero es posible que lo cuelgue en Facebook o Instagram para contarlo. Así, el contacto virtual haría más llevadera la soledad, porque el consumo es siempre comunicar, decirle a los demás y a ti mismo lo que haces y cómo lo haces”, desarrolla Barbeta. En España, culturalmente, el ocio está muy vinculado al hecho de compartir la experiencia, y esto puede generar “cierta vergüenza a quienes lo hacen solos y sentimiento de extrañez a quienes lo ven en otros”, comenta el profesor. Esto significa, según él, que a nivel latente se percibe que la soledad, y más en espacios de ocio-consumo que se definen como sociales, no es algo deseable.

Para conseguir superar esta dificultad mental hay varias estrategias. “Están las de afrontamiento y de protección. Hay que elegir actividades que nos gustan de verdad y hacerlo de forma gradual. Al principio implica hacer pequeñas actividades en periodos cortos de tiempo. Se conoce como terapia de exposición, ir exponiéndose poco a poco, gradualmente, a una nueva manera de vivir”, desarrolla Camín.

Superar la primera vez de hacer planes en solitario puede marcar una diferencia fundamental en la manera en que se disfrutan estas experiencias. Aún sigue existiendo una inercia que lleva a evitar ciertos planes en solitario, por costumbre, falta de referentes o la percepción de que algunas actividades están socialmente diseñadas para ser compartidas. Sin embargo, muchas personas que han dado ese gran paso, como Martorell, afirman que, con el tiempo, se vuelve una opción más dentro de su rutina, sin la necesidad de ajustarse a los tiempos o preferencias de otros.

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Sobre la firma

Jorge Marzo Arauzo
Es periodista en la sección de Deportes desde 2024. Antes, en Narrativas Visuales, donde aprendió sobre el mundo de la infografía y el periodismo de datos. Se graduó en periodismo por la Universidad de Valladolid y cursó el máster de periodismo UAM-EL PAÍS con la promoción 2021-2023.
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