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La vida al borde de uno de los embalses más contaminados de España: “Apesta a cerdo”

Los vecinos de As Conchas (Lobeira, Ourense), que llevan 15 años sufriendo el impacto de macrogranjas que vierten purines río arriba ante el “abandono total” de las Administraciones, relatan episodios de vómitos y cefaleas

Embalse As Conchas

“Están jugando a la ruleta rusa con la gente”, advierte Pablo Álvarez, presidente de la Asociación de Veciños de As Conchas, una pequeña población del Ayuntamiento de Lobeira, en Ourense, que en su día prosperó y hoy agoniza al borde de uno de los embalses más contaminados de España por explotaciones granaderas. Los habitantes de As Conchas, respaldados por grupos ecologistas e informes universitarios, se han convertido en la china que molesta en el zapato de todas las Administraciones competentes, desde los Ayuntamientos de la zona hasta la Xunta de Galicia y la Confederación Hidrográfica Miño-Sil y Limia sin que estas les “escuchen”. “Antes disfrutábamos del embalse, y ahora no nos podemos bañar, ni acercarnos, ni nada. Cuando hace calor y se levanta la niebla, el olor a ácido sulfhídrico es insoportable, no podemos salir de casa ni abrir las ventanas”, describe Álvarez. “Apesta a cerdo”, zanja María Rodríguez, que en su huerto ya no planta al aire libre “nada que no se pueda escaldar”, después de recibir, por parte de varios investigadores, advertencias contra la “lluvia ácida” que “chamusca hasta las vides”.

Tres portales más arriba, Merche Álvarez de León explica que desde 2012 sufre “dolores de cabeza muy fuertes, solo durante el verano”, precisamente cuando el calor y la sequía provocan la eutrofización del agua y episodios de cianobacterias que tiñen de verde la superficie del pantano, separado únicamente de sus casas por la carretera que llega a Portugal 17 kilómetros después. “Me hicieron pruebas de todo tipo, y los médicos no saben de dónde vienen mis dolores”, lamenta. Merche, que es vicepresidenta del colectivo vecinal, confiesa que a ella lo que más le asusta es ver que, después de casi 15 años de intoxicación de las aguas, su organismo se ha “adaptado de tal manera a la degradación” que muchas veces ni nota el olor. Mientras tanto, esta propietaria de una tienda de electrodomésticos ve cómo hay personas que vienen de fuera, a comprar o al banco, y que “en solo cinco minutos respirando este aire vomitan”.

Vistas del embalse de As Conchas, en Lobeira (Ourense).

Después de décadas de sobreexplotación ganadera en A Limia —la comarca, río arriba, saturada de purines que generan cientos de granjas de cerdos y pollos— en 2011 el agua del embalse de As Conchas lanzó un sonoro, o más bien vistoso y hediento, SOS. Las chivatas fueron las cianobacterias, una palabra hasta entonces extraña pero ahora en boca de cualquier habitante en la cuenca del Limia en Ourense, camino de Portugal, el país donde el río recorre más de la mitad de sus 108 kilómetros, transformado en O Lima, hasta desembocar en el Atlántico. Desde hace 14 años, los llamados blooms de cianobacterias se repiten en este y otros embalses del sur de Ourense.

En 2022, el Ministerio de Transición Ecológica catalogó A Limia como zona afectada por exceso de nitratos, y dio un plazo de tres años para que la Xunta declarase zona vulnerable la comarca. A finales del pasado febrero, la Administración gallega inauguraba las reuniones informativas con nueve alcaldes de A Limia (Xinzo, Vilar de Santos, Trasmiras, Sandiás, Sarreaus, Xunqueira de Ambía, Os Blancos, Rairiz de Veiga y Porqueira) para empezar a trabajar, pero los avisos sobre la contaminación de los acuíferos y los pozos particulares con nitratos de origen ganadero vienen de lejos. La Universidad de Vigo, la Complutense y el CSIC llevan años dando voces de alarma.

Pese a las serias advertencias, en el embalse que baña los municipios de Lobeira, Bande, Lobios, Muíños y Entrimo, en la comarca de A Baixa Limia, abrazada en un parque natural con la Reserva de la Biosfera Serra do Xurés, se han celebrado estos años campeonatos de deportes acuáticos y campamentos de verano para niños. Algún episodio de cianobacterias coincidió en el tiempo con estos eventos, y los vecinos, cuenta el presidente de As Conchas, llegaron a poner denuncias por la ausencia de carteles advirtiendo del peligro y prohibiendo el baño. “¿Necesitan que muera un niño para tomarse en serio la salud de todos?”, se pregunta Pablo Álvarez, “¿si dentro de unos años alguno de los menores que vienen tiene un problema de hígado, quién se va a enterar de que fue por bañarse en As Conchas?”. El representante vecinal recuerda que los investigadores de la Universidad de Vigo plantearon la conveniencia de “hacer un estudio epidemiológico” al relacionarse la contaminación por nitritos con diversos cánceres como el de colon, hígado o vejiga.

Algunos vecinos llegaron a hacer fotos de camiones cisterna vertiendo excrementos por la noche, pero el presidente de la comunidad de As Conchas comenta que ocurre también a plena luz del día, tal y como ya publicó la prensa hace una década, con imágenes difundidas por la Sociedade Galega de Historia Natural. “Presuntamente, alquilan tierras y hasta montes solo para echar purín; un día que llueve ves los tractores como locos, a todo meter, transportando estiércol”, cuenta Álvarez. “Tememos que no vayan a parar hasta envenenar todos los manantiales. Y nosotros no consideramos los más culpables a los de las empresas ganaderas, sino a quienes, desde los Ayuntamientos, la Xunta y la Confederación Hidrográfica, les dejan hacer eso”.

Detalle del agua del embalse gallego, que de forma recurrente sufre episodios de contaminación por cianobacterias.

“Gracias a los expertos que han venido a analizar las aguas sabemos a qué peligros nos enfrentamos”, empieza a enumerar el presidente vecinal. “El primer problema son las cianobacterias, cada vez que uno se baña en el embalse es como si se metiera una cucharada de veneno”, desgrana, “la cianobacteria, además, produce aerosoles que respiramos, y por supuesto el pescado —las carpas que sobreviven a cualquier situación— no se puede comer, sabe como a lodo”. “El segundo riesgo”, prosigue, “son los nitratos, que en se convierten en nitritos cancerígenos”. “Por eso los vecinos de todos los Ayuntamientos desde A Limia hasta aquí arrasamos en los supermercados con el agua mineral”, comenta Álvarez.

Cuando se producen las floraciones de cianobacterias el hedor es tan insoportable que “la gente que pasa nos pregunta cómo podemos vivir en este lugar”, dice Merche, “a las autoridades les importamos un pepino, la sensación de abandono es total”. A veces, la sopa verde del agua es “tan densa que si tiras una piedra no se hunde”. En una ocasión, para poder celebrar las fiestas del pueblo, “los chavales ingeniaron ambientadores gigantes: consiguieron bidones, los llenaron de romero y otras plantas aromáticas y les prendieron fuego” todo a lo largo de la alameda, ahora totalmente abandonada, que bordea el embalse. “Era digno de ver, parecía un campamento indio”, sonríe la vecina.

El de As Conchas fue el primer gran embalse de Galicia y de Fenosa, inaugurado por Franco en 1949, y cambió radicalmente la vida y la fisonomía de la zona. Después del traslado forzoso de los vecinos del valle, la instalación, cuenta María Rodríguez, de 91 años, generó mucha riqueza. “Pero eso todo se acabó... ahora no hay nada que hacer, y ya ni pájaros hay aquí”, clama señalando al cielo. Junto a su marido, Luis Veloso, de 92, María, antigua maestra, es la memoria viva de un tiempo pretérito en el que “As Conchas era un paraíso”. El embalse era “el nexo de unión”, el lugar apacible de los baños diurnos “y nocturnos” de la juventud, el escenario de las aventuras y las fiestas donde los chicos de los distintos pueblos se conocían y se emparejaban. “Las parejas de recién casados”, asegura Merche contemplando el paisaje desolado, “venían siempre a la presa y a la alameda para hacerse las fotos de boda”.

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