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Hablar por hablar: las charlas intrascendentes de los países mediterráneos que en los nórdicos cuesta comprender

En el mundo globalizado, la clave para construir relaciones interculturales efectivas reside en conocer y entender la diversidad cultural existente. No se trata de crear estereotipos simplistas, sino de reconocer las diferencias comunicativas para evitar malentendidos

Charlas intrascendentes
En sociedades más individualistas se tiende a salvaguardar la distancia en lo personal, no inmiscuirse o decir algo que pueda ser interpretado como una invasión del espacio.tomazl (Getty Images)
Eva Machón Saavedra

Pongamos que Carlos entra en la panadería de su barrio en Madrid a comprar el pan a última hora de la tarde. Normalmente, lo compra en el supermercado, pero esta vez decide apostar por el comercio local porque es de los que piensa que es una pena que este tipo de tiendas de barrio se pierdan. Hoy, que no lleva prisa y no tiene que comprar nada más que pan, entra. Quedan un par de barras normales, sin semillas ni harinas especiales. “Es que a estas horas…”, exclama el panadero. “El pan especial se agota a primera hora, la próxima vez tienes que andar más avispado o, si quieres que te lo guarde, ¡llámame!”, continúa mientras coge las monedas del cambio y alarga un poco la conversación hasta que el cliente se marcha. Todo ello con una sonrisa burlona, eso sí. De camino a casa, Carlos piensa del panadero que qué tío más majo, que va a intentar ir más a menudo porque, además, vende mejor pan que el súper.

Mientras que Carlos en esta situación solo puede pensar en la amabilidad del panadero, en otras culturas del norte de Europa hubiesen descrito la escena como una falta de respeto absoluta. Principalmente por el tono, por la conversación y por el exceso de confianza. Este contraste de percepción responde a una diferencia cultural chocante. No significa que en los países escandinavos sean más rancios que en los mediterráneos, sino que las normas de interacción en la comunicación pueden llegar a ser radicalmente distintas. En este sentido, el doctor en Psicología Social Héctor Mario Grad Fuchsel aclara: “En sociedades más individualistas, como pueden ser las del norte de Europa, se tiende mucho a salvaguardar la distancia en lo personal. Se le da mucha importancia a no inmiscuirse y a no hacer o decir algo que pueda ser interpretado como una invasión del espacio de la otra persona. Mientras que en sociedades donde lo importante es el grupo se tiende a establecer vínculos fácilmente a través de la comunicación e incluso se permite entablar temas personales con el otro con cierta facilidad”.

Lo que conocemos como charlas de ascensor son un claro ejemplo. Se trata de esas conversaciones intrascendentes que se generan con personas con las que nos encontramos circunstancialmente y que dicen mucho de la importancia del grupo en las sociedades mediterráneas. “Los países escandinavos son ejemplos extremos de individualismo. Y esto puede ser tanto resultado de una orientación cultural como de la propia experiencia vital porque son países con un territorio enorme, con una población muy dispersa y condiciones climáticas que hacen que una parte importante del año apenas puedan comunicarse, sobre todo en pueblos pequeños”, explica el también profesor de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid en la conversación con EL PAÍS.

En las culturas del norte del Mediterráneo prestamos mucha atención a mantener el grupo y a crear relaciones armónicas dentro del mismo.
En las culturas del norte del Mediterráneo prestamos mucha atención a mantener el grupo y a crear relaciones armónicas dentro del mismo.Morsa Images (Getty Images)

En contraposición a ese carácter individualista de los nórdicos, Grad explica que “en las culturas del norte del Mediterráneo prestamos mucha atención a mantener el grupo y a crear relaciones armónicas dentro del mismo. Y ocurre lo mismo en el sur, con la cultura árabe”. Estas diferencias culturales, individualismo frente a colectivismo, provocan malentendidos a la hora de comunicarnos. En el caso de España, la gente que proviene de países del norte de Europa o de países anglosajones siente que la forma de establecer contacto verbal es poco respetuosa porque tendemos a hablar con un lenguaje directo y simétrico en el que incluso la crítica en algunos contextos es aceptada. Volviendo al ejemplo de Carlos, los reproches del panadero por ir a comprar pan a última hora de la tarde serían entendidos como un desaire por un finés o un inglés recién aterrizado, ya que en el caso homólogo el panadero hubiera utilizado algún atenuante para expresar que la próxima vez si Carlos quiere pan, ha de llegar antes. Por ejemplo: “Lamento que no nos quede pan, mañana abriremos a las diez”.

Además del carácter cultural que marca más o menos distancia respecto a los desconocidos, también hay que señalar las diferencias de estilo en la comunicación verbal y no verbal. En este sentido, Olga I. Mancha Cáceres, doctora en Antropología Social y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, explica: “La comunicación en los países nórdicos suele caracterizarse por tener un enfoque directo y explícito. Valoran la claridad, la precisión y la honestidad, características que reflejan una cultura de bajo contexto, donde el significado está contenido principalmente en las palabras y no en el entorno. Por el contrario, los países mediterráneos, al operar en un contexto alto, dependen más de las señales implícitas y del entorno para interpretar los mensajes. Esto incluye una mayor atención a las relaciones personales y a las emociones en la interacción”. Por tanto, las conversaciones banales, lo que conocemos como hablar por hablar, en las culturas de bajo contexto son entendidas como una falta de respeto hacia el tiempo del otro.

La influencia de la religión y la familia

La idiosincrasia cultural mediterránea frente a la nórdica también encuentra desavenencias si atendemos a la herencia religiosa. Así lo explica la profesora y también especialista en Antropología del Turismo: “Las diferencias comunicativas también están profundamente influenciadas por los modelos sociales, familiares y religiosos. En los países mediterráneos, la familia extensa desempeña un papel central en la vida cotidiana, y el respeto por los mayores y las tradiciones es crucial. Este modelo está estrechamente relacionado con la influencia del catolicismo, que valora la comunidad y la jerarquía. Esto se traduce en un estilo de comunicación que prioriza la armonía, la cortesía y la preservación de las relaciones”. En contraste, continúa: “Los países nórdicos, con una fuerte influencia del protestantismo, enfatizan la independencia, la igualdad y la responsabilidad individual. Este enfoque fomenta un estilo de comunicación más directo y orientado a la solución de problemas, con un menor énfasis en las jerarquías sociales y una mayor transparencia en las relaciones”.

En los países mediterráneos se valora la comunidad y la jerarquía. Se traduce en un estilo de comunicación que prioriza la armonía, la cortesía y la preservación de las relaciones.
En los países mediterráneos se valora la comunidad y la jerarquía. Se traduce en un estilo de comunicación que prioriza la armonía, la cortesía y la preservación de las relaciones.10'000 Hours (Getty Images)

Las diferencias culturales que afectan a la comunicación entre nórdicos y mediterráneos pueden llevar a la conclusión de que existe cierta dificultad para entablar relaciones de amistad interculturales sólidas. Las charlas con el panadero, la conversación que surge espontáneamente en un bar o en la fila para esperar el autobús, pueden hacer que las personas de las culturas mediterráneas tengan la sensación de estar siempre acompañadas, pero esto no significa que resulte más fácil hacer amigos que en un país del norte de Europa. “La amistad es una relación social que nos construimos, no nos viene dada. Una vez que estableces relaciones personales en el norte, estas suelen ser muy íntimas, profundas y duraderas. Mientras que en España, por ejemplo, la sociabilidad es de otro estilo: es muy fácil entablar relaciones superficiales, pero es muy difícil hacer amistades verdaderas para la gente que llega de fuera”, sostiene el profesor Grad. Que añade: “Al ser una sociedad que es relativamente más colectivista, muchas de las relaciones vienen dadas por la familia, por el entorno en el que se crece: amigos de la infancia, de la Secundaria, de la juventud… y estos permanecen durante gran parte de la vida. No es que no existan nuevas amistades, pero generalmente son más difíciles de construir que en los países del norte”. He aquí la paradoja, según concluye el experto: “Es más fácil sentirse solo en las sociedades del norte mientras que aquí seguramente te sientes más acompañado, pero no es tan fácil llegar a construir una amistad profunda”.

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Sobre la firma

Eva Machón Saavedra
Redactora experta en nuevas tendencias y estilo de vida. Graduada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad Complutense de Madrid, publica desde 2018 en diversos medios de comunicación especializados en moda, bienestar y sociedad. Explora temas relacionados con la psicología, la sociología, el crecimiento personal y la cultura pop.
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