López Cobos y la Filarmónica de Londres caldearon las noches del Festival Internacional de Santander
Las más altas cimas musicales del festival santanderino clausurado el sábado, han sido la versión de concierto de la ópera Lohengrin, con la orquesta y coro de RTVE dirigidos por Franz Paul Decker, y el Réquiem alemán de Brahms, con el que López Cobos, la Filarmónica de Londres, el Orfeón Donostiarra (director Antón Ayestarán) y los solistas Sheila Armstrong y Thomas Allen, caldearon, el viernes, el ambiente entusiasta de la plaza Porticada.
El Réquiem aleman es obra difícil de interpretar por la intensidad siempre controlada de su contenido musical, la introversión de su expresividad, la voluntad brahmsiana de entender los textos religiosos desde la meditación y no desde sus posibilidades dramático-teatrales. El director debe poseer un criterio de acero, flexible e inexorable a la vez, para mantener tiempos e intensidades en la orquesta y el coro; debe templar, también, las diversas intervenciones instrumentales con exactitud para lograr una gama de coloraciones tan rica como inmersa en una tonalidad general suave, oscura y lírica.Si alguna vez ha tomado cuerpo musical la idea literaria de Duhammel sobre "la música como consuelo", ha sido en el Réquiem de Brahms, de fisonomía bien distinta a la de casi toda su obra posterior. En el Réquiem, Brahms es el gran heredero antes que el músico progresivo del que hablara Schönberg. En cualquier caso, estamos ante unos pentagramas de infinita belleza y perdurable validez emocional desde los que sentimos la larga intrahistoria que va del gran polifonismo barroco al inmediato y nuevo modo de pensar la música, de Roberto Schumann, el gran amigo, ejemplo y punto de partida para Brahms.
Jesús López Cobos abordó y resolvió de forma espléndida cuantos problemas plantea el Réquiem alemán. Contó, es cierto, con una orquesta de primera categoría como es la filarmónica londinense, un orfeón donostiarra más seguro, brillante y musical que en los mejores momentos de su historia, una soprano cual la Armstrong sencillamente perfecta y el barítono Allen, idóneo por voz y por estilo para la parte encomendada.
Pero esa suma de excelentes elementos precisa ser gobernada con exactitud técnica y clarividente inteligencia. Más aún: con imaginación. En el equilibrio de fidelidad e imaginación reside el secreto de las grandes versiones. Lo fue sin duda la de Jesús López Cobos en su denodado y triunfante esfuerzo por ejercer de músico y no de divo. Y la plaza Porticada se tornó pura aclamación, "aplauso innumerable", por decirlo a la manera de Gerardo Diego.
Aquí debería haber terminado el XXXI Festival pues la actuación, el sábado, de la Filarmónica de Dresde, dirigida por un maestro joven y bien dotado, el checo Jiri Belohlavek, si bien fue acogida positivamente, no provocó una asistencia, un interés ni un entusiasmo comparable a los de la noche anterior. La obertura del Carnaval romano de Berlioz, el poema Don Juan de Strauss y la cuarta sinfonía de Mahler conformaban un atractivo programa, pero la Filarmónica de Dresde está lejos hoy -a pesar de su ilustre historia- de una primera categoría, ni puede representar a una ciudad en la que la Statkapelle se lleva la palma.
Programa para el 83
Todos teníamos en el saco para la hora del resumen un pero importante que poner a los ciclos santanderinos: el retraso en el anuncio de la programación. El director y el patronato del festival han parado en seco, suponemos que con notable esfuerzo, nuestras plumas, pues el mismo sábado, el presidente del Gobierno cántabro, José Antonio Rodríguez, el consejero de Cultura, Ramón Teja, el director artístico, José Luis Ocejo y demás colaboradores nos reunieron en el Palacio de la Diputación para damos un avance muy extenso de lo que será el festival internacional 1983, en el que, junto a los ciclos de carácter popular y coral y la semana de cine musical y coreográfico, destaca la participación de las orquestas Nacional de España, dirigida por López Cobos, la Sinfónica de Hamburgo, con Rafael Fruhbeck, y la de la Radiotelevisión soviética, con VIadimir Fedosiev, Orfeón Donostiarra y coro y orquesta de St Martin in the fields con su titular Lazlo Heltay.En el ciclo de ballet, a la actuación de The danze theatre of Harlem, de Arthur Mitchell -seguidor y discípulo de Balanchine seguirá la intervención del Ballet Español de Víctor Ullate. Se prepara, como este año, un muy vario ciclo teatral, la parte menos definida en estos momentos de la programación, y actuaciones de los mimos Albert Vida y Mario Valdez, además de una jornada antológica dedicada al flamenco.
Babelia
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