Gran bronca por la lidia de un inválido
El sexto toro había salido tan falto de fuerzas como sus compañeros y Luis Álvarez, apoderado de Morenito de Maracay, indicó desde el callejón al picador que no le apretara. No se había dado cuenta el público de la invalidez del bicho o no quería darle importancia, como tampoco se la había dado a la de los otros cinco. Pero el toro arrastró visiblemente las patas al acudir al caballo y allí se abrió la caja de los truenos.
El chaparrón de almohadillas y botes de cerveza inundé pronto el ruedo y el presidente cambió el tercio con un leve picotazo. Con ello, la cólera del público aumentó y empezó a oírse de todo. De nada sirvió que Morenito de Maracay intentase acabar con aquella encrespada marea ofreciendo banderillas a sus compañeros. Estos rehusaron con acierto y el venezolano, tras clavar su inevitable par al quiebro, acabó brevemente con el tullido. Los toreros no pudieron sacar partido de lo que tuvieron delante. Solo Morenito de Maracay sobresalió en una faena más superficial que profunda, pródiga en adornos, pases por alto, vueltas y discreteos. Palomar parece haber perdido el sitio, pues falló hasta con la espada, si bien hay que tener en cuenta que tuvo enfrente un lote pésimo. Ortega Cano banderilleó mejor que sus compañeros y demostró su oficio con la muleta. Lo peor fue la conducta del presidente, que cuando finalizada la corrida el público le mostraba las entradas, llegó a reírse de modo provocativo.
Plaza de San Sebastián de los Reyes
26 de agosto. Primera corrida de feria. Toros de Amelia Pérez Tabernero, bien presentados, mansos, sin fuerza. El primero y el sexto no se tenían en pie y no fueron picados. Ortega Cano: silencio. Silencio. José Luis Palomar: silencio. Silencio. Morenito de Maracay: vuelta. Aplausos.
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