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El Curso de Música de El Escorial busca la autenticidad perdida del barroco

Ha transcurrido en San Lorenzo de El Escorial la primera semana del IV Curso de Música Barroca y Rococó, organizado por la asociación Música Barroca y patrocinado por la Dirección General de Música y Teatro, la Diputación de Madrid y la Casa Garrido Bailén. Este curso, que dirige Mariano Martín, profesor del Real Conservatorio de Madrid, se propone ofrecer a los intérpretes y especialistas españoles la posibilidad de acceder al estudio de las últimas técnicas para la interpretación de la música, barroca, sin necesidad de salir de España.

Los centros principales de estudio y de interpretación de la música barroca se encuentran hoy en día en Amsterdam, Bruselas, Basilea, París, Munich y Viena. Distintos maestros procedentes de estos centros han pasado por las aulas de la Uníversidad María Cristina de El Escorial a lo largo de los cuatro últimos años. Hay que tener en cuenta que las teorías sobre la interpretación de la música de íos siglos XVI, XVII y XVIII han evolucionado de forma sustancial en los últimos años.

Los conciertos

El problema fundamental que se plantea es el de la concepción de la interpretación como una aproximación a una autenticidad ideal y original, aunque sólo sea como rechazo a la carga de siglo y medio de interpretación romántica.Pero además del curso propiamente dicho, en el que hay matriculados más de un centenar de alumnos para una docena de profesores en otras tantas materias, se celebran los conciertos, que se iniciaron el pasado día 16, y cuyos primeros programas han sido ya reseñados en estas páginas.

También se alcanzaron buenos resultados en el tercero de los programas del curso, consistente en un recital del violoncelista Wouter Möller y la clavecinista Aline Parker. Tuvo un éxito fuerte de público el conjunto De Egelentier, que presentó un bien confeccionado programa de música barroca a la francesa, iniciado por uno de los Cuartetos de París, de Telemann, y finalizado, come, propma, con un aria de L'îsle de Délos (1716), de Clérambault. Un repertorio precioso, que incluía dos infrecuéntes cantatas para voz sola y sinfonía (Orphée, de Rameau, y Leandre et Héro, de Clérambault), cuya temática expuso previamente al público, con brevedad y gracia, el mismo Ogg, y cantó con elegante so briedad el tenor Harry Geraerts. Hay que destacar, junto a la labor de Ogg en el clave, la actuación irreprochable del flautista Wilbert Hazelzet en una sonata de Blavet.

Reivindicación de la tonadilla

El programa del pasado domingo resulta de enorme interés, por cuanto supone una llamada de atención sobre un género tan olvidado como imprescindible para valorar la cultura musical española del período rococó y del clasicismo como es la tonadilla. Un grupo integrado por la soprano Montserrat Figueras y los instrumentistas Chiara Banchini, Emilio Moreno (violines), Aline Parker (clave) y Jordi Savall (viola de gamba), interpretaron, junto a dos tríos para dos violines y bajo de Pla y de Castel, tres tonadillas escénicas a solo firmadas por Palomino, Laserna y Castel. Piezas estas últimas de variado contenido, particularmente la de José Castel, titulada Después de pasar mil años. Es como una miniópera cómica, verdaderamente rica y original en sus planteamientos y desarrollo. Hay que recordar también el delicado trío del minueto del Trío en si bemol mayor, de Castel.La heroína de la velada fue la soprano Montserrat Figueras, que con su personal y atractivo estilo hizo el esfuerzo de protagonizar de modo absoluto las tres largas piezas vocales. Miles de tonadillas de características similares han llegado hasta nosotros y duermen en los archivos tras el magno trabajo investigador del desaparecido José Subirá. Es música de sabor castizo, pero muy acorde con la estética europea de su época. Música alegre, melancólica, popular y galante a un tiempo, preciosista a veces, cuyo olvido es vergonzoso, uno de tantos a reparar en nuestra historia musical.

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