_
_
_
_

El caso de la víctima complaciente

Quería matar a su esposa porque constituía una carga y un yugo para él

Incluso para un lugar como Texas, el hecho resultaba algo insólito. Comenzó el año pasado, cuando Chanslor bajo el nombre falso de John G. Thompson, publicó anuncios en periódicos paramilitares buscando un "experto en venenos y agentes químicos, con capacidad para acceder a los mismos". En una revista, Soldier of Fortune. descubrió el anuncio de una colección de cinco volúménes titulada Cómo matar, escrita por un canadiense, experto en armas (ver recuadro).Adquirió lo libros y so las arregló para conocer personalmente al autór, John Minnery, y visitarle en su casa de Ontario. Entre marzo y octubre de este año, los dos hombres mantuvieron cerca de media docena de conversaciones telefónicas, cuyo tema era el del envenenamiento. En un principio, Chanslor se interesó por la manera de matar animales; luego reveló que su futura víctima era humana, de 42 años, con parálisis parcial y en una silla de ruedas.

Más información
Manual para asesinatos

Cuando Chanslor pidió a Smith que le proporcionara el veneno, Minnery se fue a la policía. Finalmente, los dos hombres se vieron en abril, en el aeropuerto de Toronto, donde Minnery presentó al tejano, todavía bajo falso nombre, a Keith Symons, un policía de tario que simulaba ser persona con recursos para proporcionar venenos. Durante una conversar ción de una hora, grabada y fotografiada por la policía canadiense, Chanslor detalló su plan. Cuando se le preguntó si la víctima cooperaría suicidándose, se lamentó: "Es imposible. Lo hablamos una vez y luego la persona se acobardó... Ha pasado demasiado tiempo, demasiado... Estoy harto de esperar, esta perra ya a acabar conmigo".

Tras hablar sobre varios tipos de veneno y rechazarlos -pues dejaban rastros- se decidieron por la ricina, una toxina más potente que el veneno de cobra; es sumamente rara y provoca una muerte lenta y con convulsiones. Es prácticamente imposible su detección: Minnery aseguró a Chanslor que una autopsia, achacaría la muerte a una embolia, un ataque al corazón o insuficiencia urémíca. Chansior dijo que pensaba suministrar el veneno a la víctima a la hora de acostarse y preguntó sobre el tiempo que debería esperar antes de llamar a los vecinos para que le ayudaran. "Unas ocho o diez horas", respondió Minnery.

Antes de que pasaran dos semanas, Symons voló a Houston y, filmados esta vez por la policía de Texas, entregó a Chanslor uña cápsula amarilla (que contenía simplemente vitamina C), juntó con una mascarilla, unos guantes y unas pinzas quirúrgicas para evitarle que tocara o inhalara el veneno. Después de pagar al agente 2.500 dólares, Chansior subió a su coche y, en ese momento, la policía le cercó y le detuvo.

La defensa no discutió los hechos, sólo su interpretación, con el argumento de que Chanslor llevó a cabo la acción movido por compasión, y sin intención de cometer un cnmen, Los Chanslor trataron de corroborar lo anterior mediante mutuas demostraciones de cariño a lo largo de los ocho días que duró el juicio; él pasaba a su mujer en la silla a la sala del tribunal, y ella se situaba lo más cerca posible de su marido. En el estrado, uno las repetía la palabras del otro, afirmando que su complejo proyecto de tratar de que la muerte pareciera natural surgía del miedo de que su hijo, Brandon, quedase marcado por el suicidio de su madre. Pero el fiscal, Kim Lavine, rechazó el alegato de la defensa como "un caleidoscopio de engaños", y la declaración de la señora Chanslor, como un patético engaño -de sí misma. Presentó declaraciones de la señora Chanslor, hechas el mismo día de la detención de su marido, en las que afirmaba que nunca había pedido a su esposo que le buscara un medio de morir y que ella no tenía la menor disposición a quitarse la vida. "Quería matar a su esposa porque constituída una carga y un yugo para él", afirmó Lavine. "El acto de misericordia era para él, no para ella".

Al jurado le bastaron solamente tres horas para pronucniar el veredicto. La señora Chanslor subió al estrado de nuevo, esta vez para suplicar que su -marido no fuese enviado a la cárcel- 'No puedo vivir sin él". El mismo Chanslor rogó al jurado que no lo separara de su familia porque "no pueden pasar sin mí, y yo no puedo pasar sin ellos". Al -final, el acto de mísericordia de la señora Chanslor resultó mucho más efectivo que el de su marido. El jurado rechazó los argumentos de la acusación para imponer -una condena de dieciséis a veinte años y condenó a Chanslor a -sólo tres años de prisión, con perspectivas de lograr la libertad provisional para dentro de un año. "La señora Chanslor estuvo impresionante", admitió Lavine. Su compañero en las tareas fiscales, Brad Bcers, afirmó que "si no hubiera sido por la declaración de su esposa, a Chanslor le habrían caído veinte años".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_