Química cerebral y herencia, base de las investigaciones sobre la esquizofrenia
Todas las drogas normales que suprimen las alucinaciones y otros síntomas psicóticos de esquizofrenia trabajan bloqueando las zonas receptoras en las que se suele acumular la dopamina. Se ha demostrado mediante estudios recientes que los esquizofrénicos acumulan más dopamina en ciertas zonas del cerebro durante los comienzos que durante la remisión.Otro químico cerebral que se está investigando es la enzima llamada MAO (laminilla de oxidasa de monoamina), que intercepta los neurotransmisores. Algunos investigadores han descubierto un preenlace entre los síntomas paranoicos y un nivel bajo de la enzima; y, de hecho, algunos científicos sospechan que las oscilaciones de nivel de enzimas pueden estar relacionadas en susceptibilidad con una amplia gama de desórdenes mentales. Sin embargo, otros piensan que las diferentes cantidades de la enzima son provocadas por las drogas que se utilizan en los tratamientos.
Ken Davis, jefe de Psiquiatría del hospital Bronx de Veteranos, de Nueva York, se encuentra entre los muchos que piensan que la esquizofrenia, como el cáncer, no es una sola enfermedad, sino un conjunto de desórdenes, y está trabajando para aislarlos e identificarlos bioquímicamente. Utilizando enfermos que se autocontrolan (comparándose entre sí en diferentes momentos durante la enfermedad y el tratamiento), Davis ha realizado pruebas en serie, midiendo cuerpos químicos tales como histaminas, prostaglandinas, neurotransmisores y enzimas.
Junto con Alexander Mathe, Davis también ha descubierto que los esquizofrénicos sufren una elevación de un 250% en una sustancia hormonoide natural llamada prostaglandina E, la cual, en los no esquizofrénicos, ya ha sido asociada con los excesos de la actividad muscular e inflamaciones musculares. Herbert Meltzer, de la Universidad de Chicago, ha realizado detallados estudios microscópicos de los músculos y de los nervios dependientes de ellos, y ha detectado un gran número de anormalidades en esquizofrénicos, armonizables con las que se han hallado en gente con enfermedades nerviosas, como la de Parkinson.
Ampliando el trabajo, dos alumnos de Meltzer, John Metz y John Crayton, estudiaron un reflejo de rodilla estrechamente relacionado con la producción de dopamina del cuerpo. Muchos enfermos de esquizofrenia presentan hiperactividad en este reflejo. Además Metz descubrió que administrando a los enfermos destirosina gama endorfina, un péptido cerebral ya utilizado para suprimir la psicosis en algunos esquizofrénicos, los músculos se calmaron en siete de ocho enfermos en los que se experimentó.
E. Fuller Torrey, del hospital St. Elizabeth, de Washington, está investigando otra posibilidad de los orígenes de la esquizofrenia. Ha informado sobre un aumento del nivel de anticuerpos en un tipo de virus herpes en el fluido espinal de enfermos de esquizofrenia, así como en algunos pacientes con enfermedades neurológicas crónicas, como la esclerosis múltiple. Esto podría significar que ciertas células nerviosas constituyen blancos de,ataques de virus, que lentamente, durante el transcurso de la vida, pueden producir los síntomas que llamamos esquizofrenia.
Genética de la locura
Durante por lo menos tanto tiempo como las sustancias químicas, principales sospechosos de los desórdenes, los científicos han creído también que la esquizofrenia, o al menos la tendencia a contraerla, es hereditaria. En algunas familias, tales como las cuatro Genain, que son todas esquizofrénicas, resulta indudable. "Pero es muy difícil, en medio de toda esta discusión sobre las características de la esquizofrenia, hacer una declaración definitiva sobre su genética", dice Kenneth Kidd, genetista de la Universidad de Yale. "Estudios realizados han indicado que el 10% de hermanos de esquizofrénicos padecía esquizofrenia". Sin embargo, ahora Kidd está utilizando fórmulas matemáticas para comparar la preponderancia de esquizofrenia en ciertas familias con datos de frecuencia de herencia de otras enfermedades. Por ejemplo, ya ha conseguido identificar un posible gen único para ciertos desórdenes maniaco-depresivos y cree que, con el tiempo, se aislarán los genes de la esquizofrenia.
"Si los localizamos, será un avance enorme", dice; "pero está claro que cualquier elemento genético que se halle involucrado no va la ser toda la historia, ni mucho menos". Menciona como evidencia el hecho de que si uno de dos hermanos gemelos tiene esquizofrenia, solamente existe un 40% o un 50% de posibilidades de que el otro gemelo también la tenga. "Esa observación por sí sola es prueba de que los genes no bastan para justificar el desarrollo de la esquizofrenia", dice Kidd. "Factores no genéticos -virus, salud prenatal, todo tipo de cosas- inciden en la manera en que funciona el cerebro".
El propósito de todas estas investigaciones es el de relacionar la conducta con la biología, descubrir indicios que resulten fáciles de utilizar, predecibles y consistentes, para que resulte más fácil emitir diagnosis más precoces, más tratamiento selectivo y una predicción exacta del resultado del tratamiento. "Es tarea de gigantes", dice Keith. "No hay nada absolutamente que sea un ciento por ciento específicamente biológico o relativo al comportamiento, como lo es el alto coeficiente de azúcar en la sangre de los diabéticos".
Ni un solo síntoma, desde zumbidos de oídos hasta acumulaciones masivas de enzimas, se puede hallar en más de un 20%-60% de los enfermos. El trabajo para desbrozar los numerosos indicios que desemboquen en las causas y el tratamiento será dolorosamente lento y costoso.
La clínica ambulante de esquizofrenia del hospital John Hopkins, de Baltimore, opera en una zona subterránea llena de letreros que anuncian tarifas y horarios. Los pacientes entran a pasitos. Pocos sonríen. Una mujer, con un vestido morado y zapatillas, da cortos paseos de un lado a otro, dejando caer continuamente la ceniza del cigarrillo en ceniceros que ha situado estratégicamente por la sala. Un anciano murmura: "Ah, muchacho, muchacho", mientras recorre los pasillos. Una joven se queja en voz alta de una desagradable prueba de laboratorio.
"Estos pacientes, en épocas de dificultades económicas, se hallan verdaderamente en lo más abyecto del mundo del trabajo", dice Coyle. "Hemos intentado ayudarles. Necesitan trabajo, como todo el mundo; sentirse útiles y que forman parte de la comunidad".
Janet es de edad avanzada, padece esquizofrenia desde hace treinta años y tiene diskinesia tardía, ciertas convulsiones como consecuencia de las drogas que toma. Saca y mete la lengua en la boca a cada momento. Dice que tiene que mover el cuerpo y sacudir las piernas mientras está sentada porque así se encuentra mejor. Sí, su hija y su yemo le chillan cuando, no hace a tiempo las faenas de la casa. No, ahora no oye voces. Está nerviosa porque se le ha terminado muy pronto la medicina. "Gracias", dice, cuando la felicitan por su vestido nuevo. "Yo misma lo compré en la avenida".
Igual que los enfermos de la clínica Hopkins, la esquizofrenia permanece como una mezcolanza de síntomas individuales y de angustia. Sus víctimas revelan distintos niveles de competencia, inteligencia, apoyo familiar y necesidad de atenciones. No hay cura mágica para ellos; solamente algunos tratamientos nuevos que deben investigarse más a fondo para que ofrezcan alivio seguro. Sus médicos y cuidadores lo saben. Ellos también. "Son", dice Joe Coyle, "de las personas más valerosas que he conocido".
"Soy", escribe un esquizofrénico, "una persona única e interesante. No siempre me adapto muy bien al mundo, pero creo que le añado algo nuevo".
Todo en la familia
El nacimiento de las cvuatro hermanas Genain, en 1930, causó sensación. Los curiosos pagaban un cuarto de dólar para ver a las gemelas, y el señor Genain tuvo gran éxito en su campaña para alguacil utilizando sus fotografías. Pero cuando llegaron a la enseñanza superior, a Nora, Iris, Myra y Hester les tildaban de diferentes por otros motivos. Empezó por Hester. En su primer año de escolaridad rompía bombillas y se arrancaba los botones de la ropa. No pudo terminar el colegio. Nora tenía veinte años cuando enfermó definitivamente. Gemía en las comidas y se quejaba de que los huesos del cuello se la descolocaban. Cuando iba a acostarse, se ponía de rodillas y de codos hasta que éstos le sangraban. Iris dejó de trabajar dos años después, diciendo: "Estoy atrapada. Alguien quiere pelea, y yo no quiero". A Myra le fue mejor, pero se asustaba fácilmente y costaba trabajo tranquilizarla. Las Genain han visitado innumerables hospitales. El diagnóstico para las cuatro: esquizofrenia. El porcentaje de casos como el presente es de uno en 2.000 millones.
Al ser las cuatro genéticamente idénticas, ofrecen una oportunidad singular para el estudio de la esquizofrenia. Las variaciones del grado de enfermedad que cada una de ellas padece debe de tener raíces no genéticas. Los investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental de Betliseda, de Maryland, llevan veinte años investigado el caso Genain para dilucidar si sus diferencias son consecuencia del ambiente familiar o anormalidades biológicas. En 1958, cuando los únicos materiales de que disponían los médicos eran historias clínicas, observaciones y algunas pruebas fisiológicas, el psicólogo David Rosenthal llegó a la conclusión de que, aunque las gemelas seguramente heredaron la enfermedad, las relaciones familiares influyeron en el grado de enfermedad de cada hija. Myra, la menos enferma, era la favorita de la madre. Hester, la más afectada,era mala, según la familia.
Aunque la hipótesis de Rosenthal es todavía válida, nuevos y sofisticados instrumentos pueden ahora medir las diferencias cuantitativamente: el año pasado, un equipo dirigido por Allan F. Mirsky descubrió diferencias biológicas que coincidían con las psicológicas halladas anteriormente.
Nora y Hester son las más afectadas. Son también las más anormales, según las pruebas que miden la actividad cerebral. Las tomografías de emisión de positrones realizadas por scanners que señalan la cantidad de glucosa del cerebro, indican que sus lóbulos frontales consumen menos energía que los de sus hermanas. Como los lóbulos frontales actúan como un centro de coordinación, donde la información que afluye se organiza, esta actividad debilitada puede explicar por qué tienen dificultades para anticipar los acontecimientos y para responder a ello con flexibilidad. Además, lo EEGs que miden la actividad eléctrica del cerebro revelan que Nor y Hester poseen pocas de las corrientes cerebrales que se relacionan con el acto de pensar. En su lugar, algunas pruebas muestran que sus cerebros producen más ondas lentas, como las que se presentan en los epilépticos o, en la personas que duermen. Tampoco responden de igual manera ante los ruidos las dos hermanas.
Iris y Myra tienen los mismos síntomas que Nora y Hester, pero en grado menor. Lo que para Mirsky indica esta nueva evidencia es que el ¿cuadrúpleto? sufrió distintos grados de lesiones cerebrales según el orden de sus nacimientos -Nora, Iris, Myra y Hester (nombres ficticios que corresponden a las iniciales del Instituto Nacional de Salud Mental). Nora puede haber sufrido traumas por ser la primera en atravesar el conducto materno; como Hester fue la última, podría haber experimentado falta de oxígeno. Mirsky opina que la lesión ocurrió en lo profundo de la raíz cerebral, ya que los scanners tomográficos no revelan ninguna anormalidad en la estructura exterior de sus cerebros.
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