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Tribuna
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El imposible regreso del olvido

Se dice que España es un país hostil, incapaz de tolerar el éxito de sus populares. A quien hoy se le ensalza, mañana se le desmonta. Precipitados pedestales se levantan cada temporada en el mundo del espectáculo para hundirlos con velocidad a la temporada siguiente. Es una pérfida costumbre que aún persiste, pero que ha tenido su mejor ejemplo en el tratamiento recibido por quienes fueron populares actores de los años treinta y cuarenta.Las estrellas de los años republicanos sufrieron la sutil purga de Franco, que quiso ver en las pantallas de sus cines nuevos rostros que identificaran su nuevo régimen; más tarde, esos mismos actores fueron rechazados por quienes, con tanta lógica como pasión, identificaban a esos actores con el cine triunfalista, demagógico y embustero que se fabricó en serie para lograr los beneficios y simpatías de los funcionarios de aquel nuevo régimen.

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El cine invisible

Con una tradición continuamente rota, los actores tienen cada día menos necesidad de talento: son sólo modas que se recambian. Salvo excepciones, no ha habido grandes actores protagonistas en el cine español. Es probable que siga sin haberlos. Cuantos interpretaron las graves películas de los años cuarenta han caído en el olvido. Muchos han muerto sin que el público les reconociera cuando leía sus discretas necrológicas: Roberto Rey, Raúl Cancio, Jorge Mistral, Pedro Porcel, Adriano Rimoldi, Manuel Luna, Antonio Casal, Luchy Soto, Antonio Vico..., sin olvidar a la larga y admirable lista de actores secundarios, donde se encontraba más talento creativo que en los guiones que interpretaban y en los directores que los llevaron a la pantalla.

Aún son numerosos los actores españoles que sueñan con la posibilidad de un regreso. José Nieto, el actor ahora fallecido, se quejaba del olvido. Otros han procurado encontrar otra fórmula para sobrevivir a la marginación. ¿Qué hacen, dónde están Rafael Durán o Armando Calvo -El clavo, El escándalo-, que fueron los galanes taquilleros de los años cuarenta? Alfredo Mayo y Amparo Rivelles son prácticamente los únicos de su generación que mantienen una actividad cinematográfica medianamente constante. (Fernando Rey es, por su éxito en el extranjero, un caso aparte). ¿Qué es, en cambio, de Antonio Vilar -Alba de América-, Josita Hernán -La tonta del bote-, Antoñita Colomé -El negro que tenía el alma blanca-? ¿Dónde viven, a qué se dedican Margarita Andrey, Isabel de Pomés, Blanca de Silos? ¿Quién ha intentado recuperar a la eterna exiliada, Rosita Díaz Gimeno, cuyo nombre fue retirado de El genio alegre por haber simpatizado con la II República? ¿Cómo no se contrata con normalidad a la que fue mayor estrella, Imperio Argentina? ¿Quién es el culpable del olvido de Lina Canalejas?

No fueron seguramente actores geniales. Tampoco han tenido la oportunidad de trabajar en un ambiente distinto. ¿Cómo es posible que sean los actores los únicos culpables de un cine que ni escribieron ni dirigieron?

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