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Una 'conspiración del ruido' falseó el pensamiento de Menéndez Pelayo durante el nacionalcatolicismo

Menendezpelayistas y críticos revisan en Santander las posiciones historiográficas del polígrafo cántabro

La figura de Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) ha sido sometida a una revisión en la Universidad Internacional de Santander por un grupo de historiadores y críticos, que discutieron sobre la polémica personalidad científica del autor de la Historia de los heterodoxos, rechazaron las mistificaciones y falsificaciones que se vienen realizando de sus posiciones ideológicas y reafirmaron la verdadera cualidad del sabio santanderino como fundador de la historia de la filosofía y del pensamiento español. "Tras más de un siglo de su nacimiento, todavía es imprescindible acudir a la enorme masa documental que nos legó cuando pretendemos hacer algo en el campo de la historia de las ideas y de la espiritualidad", afirmó José Luis Abellán. Otro de los ponentes del seminario, el profesor Morón Arroyo, dijo que la utilización partidista del polígrafo cántabro en los últimos 40 años fue consecuencia de un desconocimiento cuya explicación "no está en una supuesta conspiración del silencio", sino en una "conspiración del ruido".

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El seminario Menéndez Pelayo, hacia una revisión quiso ser, en palabras de su director, Manuel Revuelta Sañudo, más que una revisión del pensamiento de Medéndez Pelayo, un examen de sus manipulaciones y la respuesta a quienes se preguntan dónde están los menendezpelayistas, que durante el franquismo lo tomaron como símbolo de la renovación, y de la restauración de una "España sin problema". El vicepresidente de la Sociedad Menéndez Pelayo, Modesto San Emeterio, aseguraba que "la riqueza de una reinterpretación de este pensador puede ser asombrosa".Pero la configuración de una nueva imagen de Menéndez Pelayo está condicionada por el hecho de que "quizá ningún pensador de toda la historia española sea tan popular como el pensador montañés". El catedrático de Historia de la Filosofía Española en la Universidad Complutense, José Luis Abellán, aludió a la "inevitabilidaid de don Marcelino" cuando se procede a investigar el pensamiento español, y explica que la gran hazaña del autor de los Heterodoxos "no fue sólo ni principalmente la erudición, sino su sentido histórico, que nos ha permitido seguir avanzando en el terreno de la investigación hasta la altura de nuestro tiempo". Como ejemplo de lo que llama tercera vía, Abellán recuerda la polémica sobre la ciencia española, en la que krausistas e integristas mantienen posturas irreconciliables, al negar los primeros la existencia de tal ciencia y filosofía en España, y los segundos, otra que no fuera la nuestra del Siglo de Oro. Menéndez Pelayo, en contra de ambos, considera ineludible el conocimiento de nuestro pasado intelectual, "si queremos tener una mínima esperanza de superar la postración que nos aqueja" y lo dice en repetidas ocasiones; la última, a final de su vida, en 1910, con motivo del centenario de Balmes. "Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original ni una idea dominadora. Un pueblo nuevo puede improvisarlo todo menos una cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia, muy próxima a la imbecilidad senil".

Historia apologética

La larga cita recogida por el profesor Abellán y el "agudo sentido histórico" que otorga a Menéndez Pelayo quedan empalidecidos, sin embargo, por la preponderancia que el erudito santanderino otorga en su metodología a sus creencias religiosas como "católico no nuevo ni viejo, sino a machamartillo", y al catolicismo, como "la constante que define la historia española". "Un planteamiento semejante nos aboca", afirma Abellán, "a una historia apologética y ajena a cualquier otro criterio científico". Según el ponente, esto es lo que se produce en el caso de la Historia de los heterodoxos españoles, donde tal criterio queda expuesto, aunque una primera lectura pudiera hacer pensar lo contrario. En las Advertencias preliminares a la última edición de la misma, Menéndez Pelayo nos propone hacer "obra sólida, racional y científica de grandes eruditos, libre de toda sospecha de apasionamiento". Añade poco después que tal apasionamiento no es fácil evitarle en la historia moderna, porque "las acciones humanas, cuando son rectas y qjustadas a la ley de Dios, no necesitan apología y, cuando no lo son, se da temerario e inmoral empeño el defenderlas"."La apologética no la hace aquí" afirma Abellán, "el historiador católico, sino que se desprende de la historia misma, sin que aquél apenas intervenga. Dispuesto a escribir nuestra historia intelectual con criterio de ortodoxia católica, la historia de los heterodoxos puede tener un carácter didáctico y apologética porque, como él mismo dice, si conviene que haya herejes es porque, como toda, historia de aberraciones humanas, encierra grandes y provechosísimas enseñanzas".

La introducción de este criterio extracientífico en el quehacer historiográfico de Menéndez Pelayo, reñido anteriormente con la neutralidad exigida por la ciencia, tiene consecuencias tales como la de dividir en buenos y malos, en ortodoxos y heterodoxos, a pensadores y científicos españoles, dando por descontado además que los heterodoxos son un producto marginal y despreciable (no significativo) de nuestra historia intelectual. Lo dice así en el discurso preliminar de los Heterodoxos: "El genio español es eminentemente católico-, la heterodoxia es entre nosotros accidental y ráfaga pasajera".

Audacia intelectual

La afirmación le sorprende al profesor Abellán, que encuentra su primera contradicción en el hecho de que una historia tan marginal requiera para ser contada tres gruesos, volúmenes de la primera edición y ocho de la edición nacional definitiva. Otras limitaciones de la historiografía menendezpelayista apuntadas fueron el uso creciente de juicios de valor despectivos a medida que el progreso en el tiempo va haciendo mayor el número de heterodoxos, su aminadversión contra ciencias enteras, como la economía política y la prehistoria, y la falta de generosidad intelectual que mostró hacia los contemporáneos heterodoxos suyos, que, por ser heterodoxos, consideraba adversarios. Un par de ejemplos le parecen suficientes al profesor Abellán, y son el de Sanz del Río, fundador del krausismo, al que Menéndez Pelayo califica de lobreguez y de pereza intelectual, y el de Fernando de Castro, que, sin duda por ser clérigo apóstata recibe del erudito cántabro calificativos muy rigurosos, enviándole incluso a los infiernos.Al final de su conferencia en Santander, José Luis Abellán advirtió que se sentía invadido por la sensación de haber sido injusto "con nuestro ilustre polígrafo". "Hay demasiada confusión en torno a su obra y era necesario hundir el bisturí a fondo para ver dónde estaba el mal en esas limitaciones historiográficas de que hemos hablado; pero, una vez realizada la operación" afirmó Abellán, "se impone volver a una consideración más global. Su figura merecerá siempre nuestra admiración, nuestro respeto y nuestro agradecimiento, pues él supo poner las bases de lo que hoy es nuestra historia intelectual".

Menendezpelayistas en su mayoría, el resto de los conferenciantes de Santander dedicó sus esfuerzos a rebatir las mistificaciones y falsificaciones que el tiempo ha introducido en la figura y la labor de Menéndez Pelayo, que aparece en tantas ocasiones reflejado como un puro erudito sin ideas propias, un católico incomprensivo y un patriota enemigo de la cultura europea. Ciriaco Morán Arroyo, profesor de la Cornell Universidad de Ithaca (Nueva York), afirmó que esa imagen Popular es injusta, que Menéndez Pelayo "superó la erudición con síntesis y valoraciones de gran audacia intelectual, fue un católico abierto al estudio de todas las contribuciones del espíritu y fue no sólo europeizante, sino que no se planteó el tema porque él y España eran europeos sin más".

Por dos caminos se ha llegado a la falsificación, "a la situación ambigua que hoy ocupa el pensador en nuestra vida intelectual" según Morán Arroyo. En primer lugar, por el mismo carácter enciclopédico de su obra, "que le convierte en un monolito predisciplinar e inter disciplinar difícilmente imitable". Y por el camino de la política. "Menéndez Pelayo sólo podía ser inspirador de la educación nacional en la España de 1940 en un sentido muy abstracto y expurgado: como erudito sin ideología, como católico olvidando su antiescolasticismo y como pensador, casticista". Pero, en 1938, Pedro Sainz Rodríguez, desde el Ministerio, de Educación Nacional, haría a Menéndez Pelayo la base de toda la educación del nuevo régimen. "Esa decisión documenta la ingenuidad de los monárquicos que colaboraron en la guerra esperando la restauración de la monarquía", asegura Morán Arroyo, para quien el Menéndez Pelayo que propugnaba Sainz Rodríguez hubiera inspirado una educación católica clásica, tendente a una concepción de España con autonomías regionales y tendente a potenciar la nación frente al Estado; es decir, una España "una y diversa, diametralmente opuesta a la España centralizada del fascismo y la falange".

La borrosa imagen de Menéndez Pelayo en nuestro tiempo no se aclarará hasta que se le sitúe en un horizonte distinto: el que le define por su concepto de lo clásico y su concepción de la historia como obra de arte. "Verle como intelectual católico de la Restauración" fue el consejo de la profesora Marta Campomar Fornielles, de la Universidad de Leeds.

Según subrayó el historiador José Manuel Cuenca Toribio, Ia evolución del sabio santanderino no fue en ningún aspecto monolítica, debido más a su desencanto frente a los encastillamientos doctrinales de gran parte de los católicos que a la comprensión del ideario de la España innovadora".

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